Por Francisco Mazzucco

El contexto internacional vuelve a ser excepcional para la Argentina:

• El mercado mundial está en plena debacle, casi todos los países del mundo ven reducido su PBI. La casi totalidad de los bienes económicos han caído en valor, sean los bienes industriales, los combustibles, los servicios, las materias primas. Pero así y todo, los alimentos se mantienen en una posición fuerte, con alta demanda en el mercado y a buen precio. La Argentina real, productora de bienes de agro-exportación, que había sido disfrazada como una supuesta Argentina industrial “productora de autos”2 demuestra su fortaleza a prueba de balas ante el sistema global. Por el contrario, Brasil, que sí es un país potencia industrial sudamericano y verdadero exportador de autos y electrodomésticos, ve destruidos sus mercados de exportación y peligrar el futuro de sus empresas.

• Mientras todos los países del mundo caen, China crece. Siendo éste nuestro primer mercado de exportación, y siendo que tal país nos compra sobre todo alimentos, tenemos allí un socio fuerte con quien contar durante la crisis y a dónde volcar nuestra exportación agrícola.

• EE.UU. y la Unión Europea se hunden. Siendo ellos competidores comerciales, que no han aceptado la compra de nuestros productos agrícolas por vía de subsidiar a sus propios productores rurales, la crisis puede llevar a que bajen tales subsidios locales (por planes de ajuste y austeridad de sus Estados en recesión económica) y a que nuestros bienes agrícolas se tornen por ello más competitivos.

• En el plano nacional además estamos forzados, si bien no a una “sustitución de importaciones“, pues no hay una base industrial real que pueda actuar a tal efecto, sí a un derrumbe de las mismas con el consiguiente ahorro en los déficits de la balanza comercial: es una austeridad forzada y una autonomía que han llevado al superávit externo –algo que no se conseguía desde que el gobierno de Cambiemos hubo tomado el timón de mando–.

Está la Argentina por ende en una situación excepcional. En un mundo en decadencia y crisis, donde se cierran los mercados, caen las cotizaciones de los productos a exportar y las balanzas comerciales se desequilibran, nosotros podemos exportar, exportamos a valores fuertes (no como el petróleo, con bajas récords), a compradores como China que han campeado ya lo peor del temporal y generando ganancias en nuestras balanzas comerciales, debido a la austeridad obligada de nuestro mercado interno ante la compra de productos extranjeros.

El gobierno no debe dormirse en los laureles de dicho viento de cola excepcional, creyendo que va a ser para siempre y malgastando la oportunidad de intentar reestructurar el Estado, su burocracia, ponerse al día en la digitalización de la economía, incentivar a los productores reales de la Argentina (el campo), fomentar la adaptación de la economía informal a las nuevas tecnologías, blanquear la situación con los ensambladores pseudo-industriales obligándolos a producir mayor valor agregado y tejer alianzas comerciales con los países que nos vean como socios de sus emprendimientos (Oriente), antes que como competidores de sus propios productos (los EEUU, la UE).

El mejor de los escenarios es posible: que la Argentina, rescate momentáneamente a su clase media, restrinja fuertemente sus medidas sanitarias, logre el parate final en las tasas de contagio y de muerte del Coronavirus, para entonces reabrirse a pleno (y contando ya con la vacuna ante la enfermedad), en un mundo que siga aún en decadencia, pero cuya crisis no nos afecte en forma directa, y al contrario nos permita crecer relativamente en comparación con el resto y estar en mejor posición ante el nuevo mundo multipolar que se nos acerca.

* Francisco Mazzucco es Profesor de Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y maestrando en Filosofía Política (UBA). Se destaca como autor en la Colección Viral que Nomos publica sobre la Pandemia, con su libro “La bomba está armada: la pandemia y la situación geopolítica actual”.