Ocurrió una vez más en el concejo Municipal. El bloque oficialista votó junto con el PRO la ordenanza que reduce progresivamente a partir de 2019, y hasta llegar a alícuota cero, la tasa que se cobra con la factura de gas. De inmediato el otro bloque de oposición, integrado por justicialistas, Ciudad Futura, Iniciativa Popular y el Frente Social y Popular, señaló lo que presenta como una contradicción. “(En el Frente Progresista) se tienen que hacer cargo porque tienen opción de generar una mayoría distinta, y siempre, desde 2011, votan con Cambiemos; plegándose a sectores conservadores”, fustigó el justicialista Roberto Sukerman. Su frase puede sonar a chicana, pero refiere a cómo se construye la gobernabilidad, con un gobierno de signo progresista que en los temas espinosos fue la centroderecha macrista la que, con sus condiciones, le tendió la mano en varias oportunidades.

¿El oficialismo elige aliarse con el PRO como sostienen Sukerman y sus colegas?¿Es voluntad política o necesidad? Desde hace años esas preguntas sobrevuelan la estrategia legislativa de la Intendencia a la hora de sacar presupuesto, aumento de tasas, endeudamiento y la necesidad recurrente de resolver el financiamiento del transporte público. Un gobierno de signo progresista al que en los temas críticos le resultó más accesible acordar con la centroderecha que con el bloque de concejales antimacristas.

Los unos y los otros

Un dato esencial para abordar la gobernabilidad del último lustro en Rosario es que no está dada por un bloque estable de alianzas entre dos o más bloques, sino que es mucho más trabajosa y se teje tema por tema.

Según el oficialismo, preferiría encontrar una plataforma de gobernabilidad con los sectores que hoy tienen en común su oposición al macrismo. Sin embargo, nunca consiguió que de allí surja una base de acuerdos medianamente estable.

En Rosario el PRO no necesitó conformar Cambiemos y con 9 concejales es el mayor bloque del Concejo. Con ese poderío en varias oportunidades garantizó los votos en temas críticos. Y aun cuando impuso condiciones o forzó un cambio de figuritas, fue más accesible como aliado parlamentario.

La Intendencia aceptó negociar el proyecto de Roy López Molina para bajar la tasa en el gas porque fue la contrapartida que pidió Cambiemos para acompañar en el último aumento del transporte urbano.

Cambio de figuritas

La negociación le sirvió a los dos: con respecto al gas, los concejales de Cambiemos se ponen “en sintonía con lo pedido por el presidente, Mauricio Macri, para que todos los niveles del Estado hagan esfuerzos para aliviar el bolsillo de los usuarios”, según López Molina.

En las sesiones que los concejales disputan en Twitter en paralelo a las del recinto de 1° de Mayo y Córdoba, el justicialista Eduardo Toniolli ironizó: “El gobierno de Macri te aumenta 3000% la boleta del gas, y luego propone una baja del 8% (financiada por el municipio) de acá a dos años, luego de varias subas más que van a aplicarse desde octubre. El PRO te roba la billetera y después te invita a comer”.

A su modo, el oficialismo también sacó provecho. Debió resignar los ingresos por tasa de gas, de forma progresiva y hasta finales de 2019, pero a cambio consiguió el apoyo de Cambiemos para el aumento en la tarifa de transporte que le urgía y que el otro bloque opositor jamás le daría. ¿Por qué se desgastaría con un aumento de boleto si no tiene la responsabilidad de gestionar el transporte y tampoco es el responsable de la alta inflación que multiplica costos ni de la quita de subsidios que decide Macri en Buenos Aires.

¿Voluntad o necesidad?

En sintonía con su compañera de bancada Norma López, que calificó la reducción de la tasa de gas como un “engañapichanga” y “puro humo”, el justicialista Roberto Sukerman también fustigó al oficialismo: “El socialismo denuncia que la nación no envía medicamentos a los centros de salud y acuerdan con el #PRO la reducción de ingresos a las arcas municipales con la reducción de la tasa en la tarifa de gas”.

Sukerman, que tiene entre ceja y ceja el Palacio Municipal (en 2019 repetirá candidatura a intendente), acicatea al oficialismo. Responsabiliza a la intendenta de la imposibilidad de “construir esa mayoría” a causa de que le falta hacer política. Le achaca delegar en secretarios o concejales las negociaciones en lugar de asumir en persona acuerdos políticos duraderos con los bloques más afines ideológicamente.

Un funcionario del Frente Progresista consultado para este artículo desestima esos argumentos. “La verdad es que siempre nos corren la raya y nunca terminan apoyando. Juegan a preservarse ellos sin asumir ninguna responsabilidad en los temas cruciales de la ciudad y a desgastarnos a nosotros”.

“También huyen para adelante con ese discurso. Ocultan sus propias internas. Por ejemplo el interbloque entre todos los justicialistas que anunciaron a principio de año, ya no funciona como tal. Ni hablar de cuando gobernaba el kirchnerismo, que todo el tiempo jugaban a diferenciarse. Entonces si uno votaba tal cosa el otro votaba distinto para no quedar pegado. Debemos reconocer que Ciudad Futura tuvo una posición distinta cuando se discutió la posibilidad de tomar crédito público”, aclara.

La gobernabilidad

El jefe de la bancada socialista, Horacio Ghirardi, opina en el mismo sentido. “No existe ningún pacto con Cambiemos, con quienes tenemos enormes diferencias ideológicas. Nosotros con esos sectores más afines en muchos aspectos, lo hemos intentado mucho y lo seguimos intentado, por ejemplo con el tema crédito público, transporte, intervenciones urbanas de gran escala, pero lo cierto es que a la hora de la verdad siempre nos dejan colgados”.

Ghirardi aclara: “La ciudad tiene que seguir funcionando, hay que garantizar transporte, semáforos, iluminación, obras, estacionamiento medido, esa es nuestra responsabilidad. Y ya sea porque Cambiemos tiene mayor vocación de gobernabilidad, porque sienten que pueden llegar al gobierno y quieren tener todo ordenado, lo cierto es que con los demás sectores es muy difícil acordar”.

La relación Ejecutivo-Concejo tuvo momentos dramáticos durante los 6 años y medio que lleva la gestión Fein. Por un lado un oficialismo que vio reducido su peso en el Concejo; por el otro un arco opositor diverso y atomizado.

En el socialismo no siempre hubo un diagnóstico unificado sobre la estrategia a seguir. Algunas voces sostenían (y sostienen) que había que redoblar esfuerzos para alcazar acuerdos con los demás sectores antimacristas; otras voces creen que el PRO termina siendo una oposición más razonable a la hora de dar gobernabilidad a pesar de las diferencias ideológicas.

En algún momento se pensó también que acordar con el PRO abriría puertas para acceder a recursos y obras de Nación. En este aspecto, el tiempo parece darle la razón a los que tenían opinión contraria: muchas expresiones de deseo, reunionismo maratónico en despachos porteños, fotos con sonrisas, pero la realidad es que el gobierno de Macri habilitó poco y nada para Rosario.

Lo institucional y lo electoral

Mientras las relaciones entre el Ejecutivo y el bloque antimacrista transitan un camino conflictivo dentro del Concejo, la situación es diferente en los planos de la política partidaria electoral.

No sólo confluyen en agendas y lugares similares a la hora de posicionarse sobre las políticas nacionales. También se animan a imaginar estrategias electorales en la que convergen intereses comunes.

Las señales de diálogo ya son públicas. Caló hondo la idea inicial de Ciudad Futura de aunar esfuerzos entre Frente Progresista, justicialistas, la misma Ciudad Futura y otras expresiones antimacristas para cortar el avance del PRO en la ciudad.

Un acuerdo electoral de esa naturaleza, con un frente donde todos compitan dentro de una gran primaria, sacudiría todo el escenario político local. Por ahora la idea no logra saltar las complejidades que presenta un armado de esa naturaleza, ni aparece claro cómo congeniar los intereses locales y provinciales de los partidos más grandes, o el protagonismo que demandan los distintos grupos por un lado y los dirigentes con aspiraciones por el otro.

Cualquier salida en este sentido depende de un puñado de variables locales y extraterritoriales, por lo tanto requiere de varios meses de maseración.