Por Juan Pablo Chiesa

La Universidad se llenó de hijos de obreros. Para las facultades no había derecho de examen el Estado pagaba todo, era un crimen que estuvieran seleccionado materia gris en círculos de 10 mil personas cuando podríamos seleccionar en 4 millones. Pero llegó el momento de cambiar hacia claustros a los que se podría acceder sin pagar.

El 22 de noviembre de 1949, mediante la firma del Decreto 25337, el General Juan Domingo Perón suspende todo cobro de los aranceles universitarios garantizando así el derecho a la educación pública y gratuita a muchos que de otra manera no hubieran podido estudiar.  

La universidad pública y gratuita es, por excelencia académica, pilar fundamental para el desarrollo y crecimiento de un país. Un país que pretende brindar a sus habitantes una vida digna debe ofrecerle acceso a una educación pública superior de calidad y acorde con los requerimientos de la sociedad moderna.

Ya no alcanza con formar los profesionales requeridos por el sector productivo. Es indispensable también el desarrollo de programas en materia de investigación, capacitación y tecnología, indispensables para avanzar en la reducción radical de la pobreza y la separación social provocada por la grieta en la división de clases sociales que estamos padeciendo, en virtud, de las políticas adoptadas los últimos meses por el gobierno de turno.

Son la Libertad e igualdad, los cimientos que necesita la educación para ser de calidad. Así, se pueden hilar cuestiones que nos conciernen hoy día. Hablamos de Libertad como camino para que las personas puedan ejercer su propia ideología, se expresen objetivamente e incorporen esto a su desarrollo tanto profesional y social gracias a una formación académica. Es así como la presencia de la educación nos abre las puertas a la libertad de pensamiento. 

Tengamos presente que, la noción de universidad pública, laica, gratuita y moderna está asociada al pensamiento empírico y a los descubrimientos científicos que llegaron tras la revolución industrial comenzada en el siglo XVIII.

Defender la universidad pública; el salario, las condiciones de trabajo, la formación y la carrera docente; la permanencia y egreso de los estudiantes en la educación superior; la ciencia y la tecnología; y la vinculación con la sociedad deben ser las preocupaciones del Estado para impulsar el desarrollo nacional y regional.

La enseñanza nos debe alcanzar en igualdad de condiciones, de modo que todo ciudadano pueda acceder sin inconvenientes y con las mismas oportunidades respecto a la educación.

Un país que pretende brindar a sus habitantes una vida digna debe ofrecerle acceso a una educación gratuita y pública superior de calidad y acorde con los requerimientos de la sociedad moderna. Un país sin educación, es un país pobre.