Por Diego Genoud*

Devaluación, gobierno pleno de los mercados, la explosión del riesgo país, la caída vertiginosa de reservas, un nuevo salto de la inflación que camina hacia un récord histórico, un Círculo Rojo que lo abandona y una misión del Fondo que vino, miró y se fue, sin dar precisiones sobre el último desembolso.

A la escena de un país que vuelve a asomarse al abismo de su mano, le corresponde un presidente que vive desconectado de la realidad más cruda y va detrás de los acontecimientos. Ausente en los momentos más complicados, incapacitado hasta hoy para ponerse al frente de la crisis, Macri no hace más que trastabillar en la emergencia. A esa inoperancia para revertir un espiral descendente, se suma un estado de ánimo que toca fondo. Así lo reconocen algunos destacados miembros del elenco amarillo y lo sugiere incluso el team leader de Cambiemos. Después de la derrota del 11 de agosto, el Presidente admitió que vive como un “palazo” el resultado de las primarias que multiplicaron por cinco la diferencia negativa que preveía tener con Alberto Fernández. En público, Macri cuenta los días para llegar a octubre y vende de a ratos la épica de una hazaña que cada día parece más lejana.

En la intimidad de Casa Rosada y la residencia de Olivos, oscila entre denunciar un golpe de la oposición o buscar el diálogo para una transición que, le guste o no, está en marcha hace casi tres semanas. Entre insistir en el inviable rol de víctima y hacer frente a la trampa que generó. Esa inestabilidad política, producto de la confusión y la impotencia, coincide con una economía que ahora es sinónimo de default a nivel global y vive una recesión interminable en el plano de lo real. Pero también con un elenco de funcionarios que se dividen entre apretar los dientes con la misión de apuntar a las elecciones generales y atender la crisis cotidiana del dólar alto, la caída de reservas, el derrumbe de los bonos argentinos, las empresas que caen hasta el piso de su cotización, la toma de distancia del Fondo y la aparente indiferencia de Donald Trump. “Un rato piensa en dar vuelta la elección y otro rato acepta que su historia está terminada”, afirma un miembro del gabinete que intenta sobrevivir equidistante entre la depresión y a la euforia que alterna el Presidente.

EL DESBORDE. En el mes de las PASO, el Presidente mostró dos veces en público una faceta que está lejos del político moldeado en la factoría de Cambiemos. La primera fue en el cierre de campaña en la Ciudad, cuando empezó a gritar su anécdota coucheada de “No se inunda más, carajo” y se pudo entrever que, aún en el marco de una actuación, había algo que no controlaba. La segunda fue el sábado 24 de agosto, cuando se emocionó ante la movilización de respaldo que llegó hasta Plaza de Mayo. “No podemos abandonar, tenemos que seguir juntos. Tres años es muy poco para cambiar la historia”, suplicaba, mientras Juliana Awada lo tomaba de un brazo. En el Gobierno, lo admiten: su estado de ánimo no es el mejor. Vive el vértigo de un derrumbe que se precipita y, sobre todo, una película que nunca creyó que podía protagonizar.

Una postal reciente circula en la intimidad del macrismo para dar cuenta del ánimo presidencial. Unos días después de la catástrofe electoral de las PASO, Macri fue al sanatorio Mater Dei para hacerse ver por sus dolores de espalda y sus problemas de columna. Entre los médicos y pacientes del Instituto ubicado en Barrio Parque sorprendió lo afectado que estaba el Presidente por el resultado de las primarias. Se quedó más tiempo del que tenía previsto y se mostró devastado. Mientras algunos dicen que estaba más sensible que de costumbre, otros afirman directamente que cayó en una crisis de nervios.

Desde entonces, el escenario económico y social no hizo más que empeorar. La crisis, la furia de los mercados y la falta de controles de un gobierno que terminó como víctima de su propia ingenuidad obligaron al Presidente a tirar a la basura el déficit cero en busca de su sobrevida como candidato. La renuncia de Nicolás Dujovne -aquel soldado de Christine Lagarde- anticipó la distancia del Fondo y la carta de Alberto Fernández en la que busca no compartir la herencia desnudó una vez más la fragilidad de la economía amarilla. El default selectivo presagia el peor final para Macri. El abismo que se cansó de denunciar se acerca por las decisiones que el líder del PRO tomó y por las que dejó de tomar. En palabras de un antiguo socio suyo: “Mauricio jamás se imaginó que se iba a encontrar estar metido en este quilombo. Dudó muchas veces en ser candidato a presidente cuando le iba bien, quería un solo mandato y después irse a descansar. Terminar a lo De la Rúa para él es de terror”.

EL FINAL. El Presidente tiene por delante un desierto de casi dos meses por recorrer. No quiere enterrar su ambición de candidato, pero no encuentra la forma de resolver el día a día sin sacrificar su manual de ideas ortodoxas. Después de cerrarse al ajuste sin escuchar al ala crítica del Gobierno y aplicar una batería de medidas que no dieron resultados, Macri está en una encrucijada de la que -todos lo piensan- no puede salir bien: apela a decisiones que le causan horror para frenar al dólar o ve cómo la crisis que incubó lo devora hasta el final.

Hasta algunos que lo acompañan todavía lo reconocen: es un político de cuna empresaria que nunca perdió ni tuvo dificultades para acceder a lo que quería. Cerrado en lo ideológico, con la soberbia del jefe, lejos del pragmatismo que vendió en su campaña presidencial, con la autoayuda y el diccionario de tormentas y barcos como único recurso. El Presidente no está a la altura del drama que generó y vive como una catástrofe el aluvión de votos en su contra, el default y el riesgo de hiperinflación. Más allá de los padecimientos generales de la mayor parte de la población, que dice comprender desde su lugar distante, lo que más lo afecta es otra cosa: llegar al último tramo de su mandato comparado con el final de Raúl Alfonsín y la huida de Fernando De la Rúa -justo lo que pretendía desmentir para la historia- es lo que lo hunde en el peor de los mundos.

*Fuente: Letra P