Por Walter Graziano- Ámbito

Mientras los economistas argentinos discutimos acerca de las bondades o desventajas de la “ley ómnibus” que el Gobierno ha dado a luz hace una semana y polemizamos acerca de si es o no es en sí mismo un plan económico, luce apropiado efectuar un análisis acerca del contexto en el cual deberá desarrollarse la economía desde el 2020. ¿Será la economía internacional igual a la experimentada en años anteriores? No hay que equivocarse en esto: si desde hace ya varios años no focalizamos la economía internacional como un peligro es porque el mundo no se ha convertido en un limitante para la economía argentina que ha podido desenvolverse – para bien o para mal – según sus propios medios, sin la contra de factores externos.

Este es un punto especialmente urticante, dado que si el país ha quedado al borde del default luego de solo cuatro años de haber cambiado de manos totalmente desendeudado en 2015, cabe meditar cuán ruinoso sería el actual estado de la economía en caso de que las finanzas internacionales hubieran dado un “susto” tal como es usual que ello ocurra en un período de varios años. Vayamos entonces punto por punto al mundo que nos espera en 2020.

Precio de los “Commodities”: las cotizaciones de los “commodities” no pueden abstraerse totalmente de los demás componentes de la economía internacional. Son una parte de la misma. Sin embargo, en el caso específico de los “commodities” que Argentina vende al exterior son pocas las naciones que pueden influir de manera determinante al alza o a la baja en los precios. Es usual estar bastante pendiente de lo que ocurre con estas cotizaciones sobre todo porque sobre las mismas los gobiernos suelen imponer retenciones a las exportaciones como método de aumentar recursos fiscales y limitar el incremento de los precios de los productos agropecuarios. Sin embargo, es necesario remarcar que en lo que respecta a las posibilidades de recaudación impositiva la contribución de las retenciones ha venido descendiendo sostenidamente en el tiempo sobre todo como consecuencia de que las exportaciones en las últimas décadas se han expandido mucho menos que otros componentes del PBI. Hoy por hoy es necesario aumentar diez puntos porcentuales las retenciones sobre las exportaciones a todos los “commodities” agropecuarios ( sí, todos) para obtener una recaudación extra por valor de solo el 1% del PBI, factor que habla a las claras de que toda la situación de las retenciones debe ser despojada de dramatismo, en primer lugar porque las retenciones no están hoy en niveles alejados de las que suelen ser el promedio histórico como también porque no hay mucho más “jugo recaudatorio” que sacar por ese lado. ¿Qué quiere decir esto en buen criollo? Que viene descendiendo la importancia de este factor internacional. Incluso si algún evento hoy impensado catapultara hacia arriba los precios de los cereales con fuerza o los impulsara a una fuerte baja ello tendrá mucho más que ver con el bienestar o no del sector agropecuario que con la economía en general del país, que hoy depende centralmente de lo que ocurre con los demás sectores productivos como no ocurría hace solo unas décadas.

Estados Unidos: lo que ocurra con Estados Unidos si es un factor que va a incidir de manera determinante en el destino que desde 2020 pueda tener Argentina. Ocurre que lo que pase con las tasas de interés internacionales – tanto la de corto plazo como la vital tasa a diez años – dependerá del grado de vigor que exhiba la economía norteamericana, la cual ha venido aminorando su ritmo de crecimiento en la última parte de 2019. Algunos temen incluso que en 2020 el motor de crecimiento norteamericano pueda apagarse. Sería un grave factor internacional dado que de todas las zonas del mundo desarrollado es la única área que aún muestra una cifra de crecimiento mínimamente aceptable. Pero que ese factor de riesgo ocurra no significa necesariamente que implique una contrariedad para el país. Hoy La Reserva Federal aún tiene posibilidades – limitadas es cierto – de bajar más las tasas de interés o de reanudar las compras de largo plazo de bonos públicos y privados (QE) dotando de liquidez al mercado. Ninguna de ambas cosas sería negativa para la economía argentina. Por lo contrario, si acaecieran sería más fácil reducir las tasas de interés en Argentina, y además la oferta de dólares al Banco Central sería mayor. Al decir esto debemos efectuar un reparo en el que se debiera meditar: al existir el control de cambios la posibilidad de que la oferta de dólares al Banco Central sea superior al superávit de balanza comercial es , en el mejor de los casos, limitadísima. Y al existir una apreciable brecha cambiaria también es factible que el superávit comercial pueda ir perdiéndose por una gran confluencia de factores – algunos externos y otros internos – con el paso del tiempo. Por eso, porque la disponibilidad de dólares para el país dista de ser la ideal es vital que las tasas de interés no vuelvan a empinarse en Estados Unidos. Y tal cosa depende centralmente de solo dos cosas: que la inflación no suba del 2,5%- 3% anual – lo que por suerte parece lejano – o que la economía no crezca por encima del 3,5% anual, lo que por suerte tampoco parece a mano de alcanzar en Estados Unidos.

Brasil Y China: dada la falta de novedades y la persistente recesión que abarca al resto del mundo desarrollado: Europa y Japón, lo que ayuda a inflar la liquidez internacional que facilita la política económica en Argentina, tras lo que ocurra en Estados Unidos las miradas deben centrarse en lo que pase con Brasil – nuestro principal socio comercial– y China – la nación que viene sosteniendo el nivel de crecimiento internacional en guarismos mínimamente aceptables. Brasil viene expandiéndose suavemente y es posible que la política monetaria mucho más laxa que el Banco de Brasil viene ensayando facilite cierta tonificación en la tasa de crecimiento de nuestro vecino. Todo dentro de ciertos límites, claro está. Hace muchos años que la economía brasileña dejó de ser una de las “vedettes” de crecimiento mundial, escalafón en la que solo China hoy parece militar, y creciendo a menores guarismos – en realidad muy inferiores – a los de solo cuatro o cinco años atrás, factor este último que en algún momento del tiempo puede complicar nuestras ventas a aquel país asiático.

En síntesis: la falta de tonicidad en las tasas de crecimiento de muchos países y las bajas tasas de inflación han venido ayudando a Argentina mucho más de lo que se cree. Estos factores parece que en 2020 van a consolidarse y hasta incluso ampliarse. El riesgo, claro está, es que haya noticias recesivas que generen pánico en las naciones del Tercer Mundo y le corten el acceso al financiamiento. Algún “cisne negro” hoy no anticipable, pero por el lado recesivo, no por el lado reactivante. Ese sería el gran riesgo externo que sufre el país mientras inicia la refinanciación de su deuda. Los riesgos, hoy por hoy, vienen por el lado de la posibilidad de una aguda caída en la demanda agregada.