Por Daniel Siñeriz

El panorama de “este Rosario que nos duele”, en el que nos sentimos muchas veces desbordados y por momentos hasta impotentes, merece una revisión y autocrítica que nos ayude a despejar oscuridades y pesadillas. Para esto nos puede ayudar el viejo dicho: “El que siembra vientos, cosecha tempestades”.

Tal vez tengamos que reconocer que si sembramos “distancias” podemos estar cosechando “lejanías”; que si sembramos “temores” podamos obtener “pánicos”; que si se siembra “impunidad” podemos recoger más “corrupción” y si nos dedicamos a sembrar “desconfianza” podemos estar acercando “enemistades”… y la lista puede continuar.

La historia nos ofrece el espectáculo gratificante de los sembradores de esperanza.

Mujeres y hombres que sembraron o siembran hoy valores ciertos y fecundos, hasta regados con su propia sangre, y que muchas veces no llegaron a disfrutar de la cosecha.

Pero los frutos están. Señalaron la historia de caminos transitables y siguen contagiando corazones jóvenes o rejuvenecidos que supieron y saben apreciar los recorridos y tomar la posta con entusiasmo, que según la traducción de Eduardo Galeano sería “con los dioses adentro”.

Todos tenemos una o un grande a mano, o muchas y muchos, para poder reflejarnos.

Sería bueno repasar sus historias, recoger sus saberes, observar cómo enfrentaron los desafíos y dificultades de su momento y animarnos hoy nosotros a sembrar, con plena convicción, todo lo bueno que tengamos disponible o podamos seguir aprendiendo cada día y, aunque no veamos pronto los frutos, confiemos que llegarán para que muchos los puedan celebrar y aprovechar felizmente.

Cada día, con lo que pensamos, sentimos y hacemos, aunque sea pequeño, podemos estar sembrando un futuro mejor y superador… con los dioses adentro.