Por Carlos Andrés Ortiz

La Sociedad Rural Argentina, fue creada durante la guerra contra Paraguay. Su primer presidente fue un Martínez De Hoz. Parecería que poco o nada importaba, a algunos sectores del poder “del campo”, que se iba consolidando, la orgía de sangre que se perpetraba contra el país hermano, en una guerra que no nos correspondía involucrarnos, en la cual entramos por presiones del unitario Mitre, y fogoneados por los británicos.

En las presidencias de Mitre y Sarmiento, mediante operaciones de leguleyos hábiles y contextos políticos favorables a eso, fue que unas pocas familias se quedaron con grandes (en varios casos descomunales) extensiones de tierras, que del Estado pasaron a particulares, sin reservar parcelas para poder entregarlas a gauchos y otros pobladores criollos, ni a los muchos inmigrantes, que debieron padecer el arrendamiento (“alquiler”) de las tierras a trabajar, en muchos casos bajo condiciones leoninas.

Ese tipo de propietarios, pasó a ser el núcleo duro de la SRA, según lo dan a entender economistas e historiadores no subordinados a esos sectores del poder político. Ese sector socio – político, fue el que manejó en forma excluyente el poder en Argentina, desde el mitrismo hasta el yrigoyenismo; este último tuvo una visión más volcada a Lo Nacional y Popular, pero no modificó el statu quo del poder oligárquico.

“Julito” Roca, hijo del General, vinculado a la SRA, fue el que en Gran Bretaña dijo, con indisimulado “orgullo”: “Argentina es la joya más valiosa de la corona de Su Majestad”. Frase que resume el pensamiento liminar de la llamada “oligarquía vacuna”.

La SRA fue parte activa, por medio de sus figuras principales, en las acciones de la “década infame”, periodo comprendido entre 1930 y 1943. Fue en ese período, signado por corruptelas en grados alevosos, y sumisión explícita y vergonzosa a los dictados imperiales del Reino Unido, que se perpetró el asesinato en pleno Congreso Nacional.

Acciones de elusiones impositivas, en las operaciones de exportaciones de carnes a Gran Bretaña, fueron denunciadas por Lisandro De La Torre, aportando contundentes pruebas, todo lo cual fue un escándalo con amplia difusión en los diarios, con debates que llevaban varios días.

Las denuncias involucraban principal y directamente a Luis Duhau y a Federico Pinedo, dos ministros del gobierno nacional y vinculados de facto o por afinidad ideológica con la SRA, quienes no podían refutar la encendida y bien documentada verba de De La Torre.
En plena sesión del Senado Nacional, irrumpió un mercenario, quien intentó matar a De La Torre, pero se interpuso el senador Enzo Bordabehere, amigo y compañero de bancada, recibiendo los balazos que pretendieron asesinar al primero, falleciendo casi en el acto el valiente y abnegado que protegió a su amigo.

El escándalo fue tan grande, que al final las investigaciones quedaron en la nada, y si bien las sospechas respecto a quienes instigaron el magnicidio, fueron muy claras, tampoco se pudo probar nada.

En las elecciones de 1945, los componentes de la SRA fueron partes activas de la coalición política que descaradamente operó el embajador norteamericano Spruille Braden, intentando impedir el triunfo de Perón.

Una de las primeras y más importantes medidas tomadas por Perón, antes de ser presidente, fue sancionar el Estatuto del Peón, que dignificó a los trabajadores rurales, otorgándoles derechos elementales, que terminaron con la exclusión y virtual cosificación que eran la norma laboral de esos esforzados trabajadores. Eso valió el rechazo y el rencor nada disimulado, por parte de grandes terratenientes y grupos afines, por lo general nucleados en la SRA. En 1955, el vengativo y sangriento golpe de Estado, de “la fusiladora”, contó con los apoyos y el claro beneplácito de sectores oligárquicos y similares, por supuesto con el pleno respaldo de la SRA. Similares respaldos de esos sectores, caracterizados por el ultra conservadurismo y la clara adhesión a postulados liberales contrarios a todo desarrollo industrial y tecnológico nacional, recibieron los sucesivos golpes de Estado, de 1962, 1966 y 1976.

Durante el gobierno desarrollista de Frondizi, que con aciertos y errores impulsaba nuestra industrialización, los sectores oligárquicos -y por ende opositores a toda industrialización- invitaron al príncipe consorte británico Felipe de Edimburgo, a visitar Argentina, y por supuesto, facilitaron una disertación, en la cual el aristócrata tuvo el atrevimiento de hacer “recomendaciones” a Argentina, afirmando que nuestro país debería “dedicarse a las actividades que sabe hacer y para las que tiene condiciones naturales”, dejando de esforzarse en otras producciones…o sea sugiriendo que se desguazara toda la estructura industrial, bastante importante, que se había montado en el peronismo y en el desarrollismo. En castizo simple, con los apoyos de todo el aparataje ultra conservador (incluida la SRA), se atacó nuestra industrialización, alabando la hipotética vuelta a la anacrónica y hoy inviable estructura de economía primaria, del siglo XIX.

Felipe de Edimburgo

En el golpe de Estado cívico militar, perpetrado en 1976, la SRA tuvo presencia excluyente en los siete años de ese gobierno pretoriano, en particular en los siniestros años de Videla, durante los cuales el “superministro” fue Martínez De Hoz, con la cobertura de las bayonetas de las FFAA transformadas en fuerzas de ocupación al servicio transnacional, y en ese contexto se nos embretó en el destructivo neoliberalismo. Claramente, Videla operó como una marioneta al servicio de los designios de Martínez De Hoz.

El “superministro” era director de La Ítalo (generadora eléctrica), y “atendiendo de los dos lados del mostrador”, hizo nacionalizar esa empresa, pagando por chatarras mucho más de lo que valían. Fue el desguazador de SEGBA, y “casualmente” el dirigente gremial Oscar Smith, que se oponía a ese desguace y privatización, fue secuestrado a pocas cuadras de la Casa Rosada, después de hablar con Videla, expresándole su rechazo a las políticas privatistas que estaba perpetrando Martínez De Hoz…pasando Smith a integrar las listas de desaparecidos, o sea asesinados por el “proceso”.

No es un dato menor, que el primer asesinado -en su departamento y frente a su familia- por el “proceso”, fue el Mayor (hoy Tte. Coronel post mortem), Bernardo Alberte, en venganza por haber prevenido a Videla de las previsibles desastrosas consecuencias del golpe de Estado, que era vox populi que se perpetraría. Todo eso contó con los silencios cómplices de los factores del poder real, dentro de ellos la SRA.

Claramente, la SRA no solo apoyó explícitamente al siniestro, apátrida y destructor “proceso”, sino que formó parte del mismo. Después, en una actitud deplorable y cobarde, la SRA abucheó a Alfonsín, cuando dirigía la palabra en el predio de la institución. En los siguientes gobiernos de Menem y De La Rúa, la SRA los apoyó, y con eso avaló las desastrosas consecuencias del neoliberalismo que nos llevaron a la crisis terminal de 2001/2002.

Como ocurre con todos los gobiernos que no son crudamente privatistas, ni anti industrialistas. ni dogmáticamente liberales, la SRA operó en contra del gobierno, durante los doce años de los Kirchner, en particular en la crisis provocada en el año 2008, con el alzamiento de productores rurales de la Pampa Húmeda.

Como es una constante, la SRA apoyó al gobierno neoliberal de Macri, sin importarle las acciones de destrucción socio económica generalizada y de brutal endeudamiento perpetradas en ese período. Una de las “perlitas” de esos años, fue la socarrona expresión del expresidente de la SRA, quien -como es la norma no escrita en las dirigencias “del campo”-, se manifestó contrario al accionar estatal en ciencia y tecnología, y con ello a las investigaciones y producciones nacionales de satélites, diciendo – conceptualmente- que “en vez de producirlos, se pueden comprar en Francia”. En esa retrógrada mentalidad, solo conciben el país – estancia, como éramos en el siglo XIX.

Queda en claro que la SRA no la única entidad que presiona por la involución a una inviable y arcaica economía primarizada (en la cual “sobramos” al menos 25 millones de argentinos). Son varias, entre ellas la UIA (Unión Industrial Argentina), la que al alentar la imposición de medidas económicas del neoliberalismo salvaje, en rigor de verdad atentan contra las estructuras industriales que dicen defender.