Por Ricardo Alonso

El fallecimiento del ex gobernador Hermes Binner puso a toda la provincia a reivindicar su legado. Y, obvio es decirlo, éste pasa principalmente por el sistema de salud pública que profundizó el histórico dirigente. Pero en el afán de esa reivindicación no se puede, como algunos pretenden, infravalorar la gestión de la pandemia que se desarrolla hoy en Santa Fe con el liderazgo de un gobierno de otro signo político. Es más, este gobierno es el que sigue sosteniendo con sus decisiones y con presupuesto ese esquema de salud pública que enorgullece a los santafesinos.

Quienes tienen responsabilidades sanitarias hoy en Santa Fe, son discípulos directos del ministro nacional Ginés González García, un sanitarista que privilegia la salud pública como pocos y que se entendía a la perfección con Binner.

Fue Héctor Cavallero el que tomó la decisión de multiplicar el presupuesto para salud cuando Binner era su secretario del área.

La crisis desatada por la pandemia mostró que el sistema público de salud de Santa Fe, después de 12 años de administraciones socialistas, necesitaba ser reforzado. Las últimas grandes estructuras hospitalarias resultaron imponentes, modernas y hasta en condiciones de competir con las mejores del mundo. Pero las camas críticas seguían siendo las mismas y hubo que duplicarlas. Así como el viejo Iturraspe desplazado por el nuevo, fue necesario volver a ponerlo en marcha para sumarlo a la estructura para enfrentar la pandemia.

También hay otro capítulo en la historia de la salud pública que Rosario irradió al resto de la provincia, que es menos contada. Una que muchos dirigentes del socialismo ocultan interesadamente. Fue Héctor Cavallero el que tomó la decisión de multiplicar el presupuesto para salud cuando Binner era su secretario del área. Luego Binner continuó y profundizó su legado. Pero parece que los años de sociedad de Cavallero con el peronismo, lo transformaron para muchos socialistas en un paria expulsado de sus filas al que nada debe reconocérsele. También muchos de los que hoy se llenan la boca de binnerismo han criticado por años, por lo bajo, la decisión de asignarle tanto presupuesto a la salud pública de la ciudad.

Uno de los pocos que lo decía públicamente y proponía revisar eso era el desaparecido líder de la más famosa firma de embutidos, al frente de un nucleamiento empresarial. También la Fundación que trabaja para reforzar al capital en libertad ha elaborado documentos al respecto.

No queda muy bien pretender ser el único sector político que tiene convicciones y las lleva adelante.

Pero en 2007, cuando transcurrían los primeros meses de Binner como gobernador y Miguel Lifschitz era el intendente de Rosario, hubo chispazos por el tema hacia el interior de las propias filas del socialismo. Claro, en los años previos, para el sostenimiento del esquema de salud pública de Rosario -que es inviable sin la ayuda provincial-, los reclamos habían recaído sobre la gestión peronista de Jorge Obeid. Pero ahora había que hacerse cargo de esas remesas que se restaban de un presupuesto que Binner también necesitaba para el resto del territorio provincial. No fue sencillo y por aquellos días hubo acaloradas discusiones que el partido sabía asordinar con su disciplina interna. Hoy esas partidas siguen llegando de manera ordenada y satisfactoria para sostener el esquema de salud pública sobre todo en media y alta complejidad.

El socialismo estaba convencido de esa política pública y por eso la profundizó y la elevó a rangos nunca vistos. Pero eso no quiere decir que no midiera en todo momento el rédito político que esta decisión le dio y aún le otorga. Y eso es legítimo. Lo que no queda muy bien es pretender ser el único sector político que tiene esas convicciones y las lleva adelante. El peronismo ha demostrado en estos meses y también en etapas anteriores, que cuida la salud pública y la sostiene en el mayor nivel de excelencia posible.

Claro que hay matices, los que siempre existen cuando se habla de peronistas y socialistas. Los primeros seguramente hubieran optado por dotar de mayor infraestructura y servicios a los hospitales ya existentes en lugar de levantar nuevas y costosas estructuras con poca dotación interna.