Por Enrique Genovar

“Lo tenemos que jugar”. La frase la dijo Damián Musto en los días previos y tenía razón. Central le ganó el Clásico a Newell’s jugando. Es que cuando el equipo se propuso jugar no tuvo impedimentos para hacer lo que quiso.

El triunfo fue inobjetable. Lo que sí es que el resultado le quedó chico, pues Central pudo haber goleado en la soleada tarde de Arroyito.

En el primer tiempo quedó en deuda. La idea de Coudet de ubicar a Montoya y a Fernández como volantes internos no dio resultado. A pesar de esto el rival no lo inquietó, pero el rendimiento de los mediocampistas hizo mella en el juego. Claro que esto cambió para encarar el complemento y cómo…

Colman, mucho mejor físicamente de lo que se lo vio el año pasado, fue a la cancha por el Chaqueño; Fernández se paró sobre la raya y a partir de ahí se vio la mejor versión del Canalla.

Central comenzó a jugar, hizo lo que quiso ante un rival que no tenía con qué. Pero la versión canalla tenía aún más para entregar y eso sucedió luego del primer gol: el equipo del Chacho tuvo ocho situaciones claras de gol, sí ocho. Un número que muy pocos equipos logran alcanzar y mucho menos en un Clásico.

Central tuvo para golearlo, pero sólo amplió la diferencia sobre el final de la mano de su goleador.

Un triunfo que no tuvo grises, inobjetable por donde se lo mire. Una victoria que debe servir para lo que viene: Independiente, River y el debut copero. Central dejó atrás la imagen de la primera fecha, ahora al resultado le agregó fútbol. El equipo del Chacho lo ganó jugando y es así cómo deberá encarar el futuro. ¡Chapeau!