Por Enrique Genovar

El protagonismo canalla en este 2015 tiene varios por qué. Pero sin dudas, el basamento fundamental del momento de Rosario Central está en el entrenador. Eduardo Coudet armó un plantel a su antojo, se la jugó, arriesgó y el resultado de eso está a la vista: ganó.

El Chacho fue el líder de una insubordinación futbolística y rápidamente armó un estado. Con una idea de juego diferente a la de los últimos años. El técnico, sin experiencia, no tuvo problemas en llevarla a cabo y contó con los mejores actores, con jugadores que él mismo eligió y se encontró con otros que habían sido promovidos por Miguel Ángel Russo que rápidamente se alinearon tras su idea.

Coudet no se encasilló en ningún esquema y tuvo como virtud modificar el sistema cuando su equipo se volvió predecible para los rivales. Es que luego de la derrota ante Quilmes, el entrenador modificó lo que venía haciendo y volvió a acertar. Rompió el doble cinco para ponerle un acompañante a Ruben y así pasó del 4-2-3-1 al 4-3-1-2.

Central se reinventó, dejó de ser predecible para hacerse un equipo con más apetito. Con la misma idea, pero con un nuevo estilo el Canalla se hizo más agresivo y lo bueno es que no perdió en solidez. Sino todo lo contrario, es que con Javier Pinola (acierto del DT en el último libro de pases) ganó en orden y experiencia.

El conjunto del Chacho, protagonista y reconocido por muchos como uno de los mejores del torneo buscará coronar el año en lo que le queda por jugar. Pero más allá de eso, Central ya ganó el respeto del fútbol argentino algo que hacía mucho tiempo no conseguía. Cuando llegó, Coudet pensó en una revolución y la misma se convirtió en estado.