El jefe de los episcopados de la Unión Europea y arzobispo de Luxemburgo, cardenal Jean-Claude Hollerich, ha aplaudido la iniciativa europea de armar a los ucranianos en su guerra con el ejército invasor ruso.

“Creo que Alemania debería hacer todo lo posible si un país es atacado en sus cercanías para que la gente pueda defenderse. De lo contrario, la gente será masacrada”, ha declarado en una entrevista concedida a Vatican News el presidente de la Comisión Episcopal de la UE COMECE, el cardenal Jean-Claude Hollerich. “Los agresores deben entender que la Unión Europea se solidariza con Ucrania, «incluso si no podemos proporcionar asistencia militar». “Eso podría provocar una guerra mundial, nadie quiere eso. Pero la gente tiene derecho a defenderse del agresor”, agregó Hollerich, refiriéndose a las entregas de armas a Ucrania.

En la gloriosa victoria de las Navas de Tolosa, que decidió la Reconquista española, uno de los contingentes castellanos estaba comandado personalmente por el cardenal Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, y no ha sido en absoluto un caso único en la historia.

Pero la Iglesia hace tiempo repudió esos ejemplos y prohibió a sus clérigos empuñar las armas, un proceso que ha desembocado en el exacerbado pacifismo actual, que tan a menudo invoca el Santo Padre.

Pero el pacifismo ‘Imagine’ de parte de nuestra jerarquía es un poco como su sinodalidad: esta bien para los otros, pero tiene las excepciones que nos dé la gana si nos conviene a nosotros. Así, aunque el Santo Padre ha puesto tantas veces en el punto de mira de su crítica a los fabricantes y a los traficantes de armas, su fiel Hollerich defiende ahora ese tráfico si se hace, digamos, de forma caritativa y solidaria.

No sabemos si Hollerich entiende la situación, si entiende que dar armas a los ucranianos en este momento no va a decidir el curso de la guerra pero sí puede multiplicar el número de muertes. La gente tiene derecho a defenderse del agresor, dice el obispo, y estamos de acuerdo, y con nosotros siglos de teología sobre la guerra justa, pero para eso tiene que existir ese tráfico y esa industria que deploran él y el Santo Padre.

Por Carlos Esteban (InfoVaticana)