MIéRCOLES, 27 DE NOV

Educación ambiental con las manos en la tierra, la escuela como espacio transformador

La Escuela 1363 de Cañada de Gómez a través de su huerta, interpela al actual modelo de producción en tierras donde la agricultura industrial se impone. “Buscamos sembrar conciencia entre el alumnado para construir un mundo más habitable”, sostuvo Gabriela Massiccioni directora de la institución.

Por Alejandro Maidana

La casa común está en serio riesgo, mientras que la depredación extractivista avanza sin prejuicio y freno alguno, la necesidad de abrazar un cambio de paradigma en materia ambiental se impone por el sobre el resto de las agendas. Mientras que el desmonte, la agricultura química, y la explotación foránea de los recursos naturales continúan su desenfrenada carrera, los pueblos gritan su dolor en la más deshumanizante soledad.

En un país donde el valor agregado pierde por goleada con la producción granaria, el derecho al acceso a una alimentación saludable, sigue siendo una materia pendiente y de resolución poco favorable para los sectores mayoritarios. Difícilmente puede existir un futuro sustentable y sostenible, manteniendo las actuales reglas de juego de un modelo de producción enemigo de la vida y multiplicador de la pobreza.

La encerrona es concreta, sumamente explícita y se pasea desnuda ante la vista de aquellos que solo contemplan como el paisaje muta de sobremanera sin alarmarse y organizarse para decirle basta al extractivismo. Un modelo obsoleto que supo consolidarse bajo la promesa de una lluvia de dólares que cambiaría la realidad de un pueblo azotado por el doble discurso político y la llave maestra de las corporaciones.

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El proyecto de la huerta ecológica escolar en la escuela 1363 de Cañada de Gómez, terruño con profundo anclaje en el agronegocio, quizás pueda parecer algo pintoresco y pasatista, incluso, sumamente inofensivo a la hora de interpelar privilegios y posicionamientos dominantes. Pero se trata de todo lo contrario, ya que no existe en el mundo combo más contundente para revolucionar la realidad, que empoderar a las infancias con las manos en la tierra.

El proyecto surgió en el 2019 antes de la pandemia con las herramientas y posibilidades que se encontraban al alcance. “La pandemia hizo que se demorara todo, que el proyecto se frenara debido a las restricciones, por ello se retomó en el 2021, y luego en el 2022. Cabe destacar que el año pasado ya estuvimos un poquito más organizados gracias a la ayuda del INTA, también en otros momentos nos tendió una mano el personal de la municipalidad a través de un organismo denominado ECOCLUB”, expresó Gabriela Massiccioni directora de la institución en diálogo con Conclusión.

Como la escuela cuenta con un C.E.R (Centro de Enseñanza Rural) a cargo, el alumnado pudo comenzar con la huerta en ese lugar, la idea era poder hacer un intercambio entre lo rural y lo urbano. “De esa manera podemos mostrarles a los chicos que en el ámbito urbano también se puede lograr tener una huerta y comer sano. Por ello consideramos pertinente realizar el intercambio entre estas dos instituciones. La escuela 1363 dispone de un espacio hermoso como para poder llevar a cabo huerta aprovechando esos recursos, por ello comenzamos con este proyecto con la idea que de a poquito se vayan involucrando también las familias y la comunidad. Por el momento los chicos están abocados a la siembra, cada uno tiene su parcela al cuidado de esos sembrados, después a medida que se van recogiendo los frutos se los van llevando a sus hogares, lo que logran cosechar es de su propiedad. Este año aspirábamos a que eso sea un poquito más masivo y abrirnos a la comunidad en alguna otra actividad donde la gente pueda involucrarse más, sobre todo las familias que tanto necesitamos que estén apoyando las actividades escolares”, indicó.

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Otro impulso de este proyecto interinstitucional, fue la Ley General del Ambiente, donde se está poniendo mucho énfasis en la educación ambiental. “A la par de esta idea, de esta concientización de comer sano y libre de tóxicos, estamos trabajando en el cuidado del medio ambiente. Se han hecho muchas actividades en pos de eso, hay proyectos de algunos grados de realizar actividades de cuidado del medio ambiente, como por ejemplo un grupo de alumnos del turno mañana que han conformado la Guardia Verde. Allí realizan varias actividades para concientizar a sus compañeros del cuidado del patio, la limpieza, la separación de residuos, y del aprovechamiento de los elementos en desuso para poder reutilizarlos”.

La escuela también dispone de dos contenedores para poder recolectar metales y vidrios en uno de ellos, mientras que en otro se acopian papeles y cartones. Se trata de una disposición municipal, ya que ese lugar es un punto ecológico para el barrio La Loma, que es donde la escuela pertenece. “Es preciso mencionar que un año atrás también recibimos la ayuda de la Asociación Nazareth, organización que acompaña a jóvenes en su proceso de rehabilitación de adicciones. De esa manera, y con vocación de abrirse a la comunidad, les resultó tan beneficioso como a nosotros, ya que el hecho de que ellos vengan y colaboren con los trabajos de la huerta, nos sirvió para tejer lazos comunitarios. Cabe destacar que esta iniciativa se pudo lograr gracias a la intervención del INTA, que ofició de nexo entre Nazareth y la escuela. Lamentablemente no se pudo sostener, solo pudo darse el año pasado”.

La institución cuenta con el apoyo del INTA y del ECOCLUB, como así también de algunos vecinos que tienen huertas agroecológicas que también se van sumando. “De esa manera nos aportan sus saberes y sugerencias, ya que para nosotros son de suma valía. Una de las vecinas con las que trabajamos en conjunto, es Norma Cabrera, que cuenta con una huerta familiar que se encuentra al servicio de todo aquel que pretenda visitarla. Un dato no menor, es que también desde lo pedagógico tiene relevancia este proyecto, ya que todas las áreas están relacionadas a algún contenido referido, o que tenga que ver con el medio ambiente y la huerta”.

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Es por acá, no cabe duda alguna, la única manera posible de discutirle a este modelo productivo envenenador y arrasador, es dándole vida a una manera de producir que recupere los saberes, aromas y colores del campo. La tierra vive momentos apocalípticos, el avance sostenido del extractivismo en todas sus formas, ha puesto en jaque un presente que no permite ser muy optimista, por ello, los proyectos que nacen y se fortalecen desde la conciencia, ofician de ariete para poder romper con el cerco impuesto por los negocios y los privilegios de unos pocos.

 

 

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