Fuente: La Capital / Autor: Hernán Lascano 

«Hoy en la policía los jefes no estamos a la altura de las circunstancias». «El liderazgo requiere de técnica, la jerarquía no asusta a nadie». «La policía no presta hoy el servicio que necesita cualquier vecino». «Manda el que despierta admiración por lo que conoce». «Me parece bien la sindicalización de la policía». Víctor José Sarnaglia lanza frases todo el tiempo para abrir debates. El nuevo jefe de la policía provincial es un oficial superior que se había retirado hace más de diez años para desempeñar cargos en otros lugares, como fue la creación de la Policía Metropolitana en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. ¿Qué vio Omar Perotti en él para convocarlo a asumir el desafío en la fuerza? Nacido en la ciudad chubutense de Esquel y criado en la entrerriana Villaguay, egresó de la Escuela de Cadetes de Rosario en 1978. Es casado, tiene dos hijas y dos nietos. En diálogo con La Capital, Sarnaglia dice que «a la policía no habrá que medirla por los delitos que esclarece, sino por los que evite».

—¿Es cierto que Perotti lo fue a buscar a su casa?

—Es cierto. Vivo en una casa humilde, en el Fonavi del barrio El Pozo de la ciudad de Santa Fe. Llegó en su auto manejando él, bajó y tocó el timbre. Charlamos sobre lo que debía ser el servicio público de la policía y coincidimos en mucho. Yo lo conocía levemente, de cuando él había sido ministro de Obeid y yo estaba en la Tropa de Operaciones Especiales (TOE). Es un hombre sencillo. Imagino que debe haber hablado con mucha gente. Terminó hablando conmigo y ofreciéndome ser jefe de policía.

—¿Qué cree que conocía o buscó en usted el gobernador?

—(Se ríe y piensa) Bueno, es difícil saberlo. Yo soy un poco díscolo, me gusta decir las cosas como son, incluso desde adentro de la policía, no soy un tipo corporativo. Siempre digo que si la policía tiene un ala de izquierda yo soy la izquierda de la policía. Amo la policía, creo que es una profesión espectacular, le dediqué mi vida. He recibido capacitación en el país y en el exterior, he escrito sobre la policía. Como vecino también he sufrido la deficiencia de la policía. Puedo hablar de método y de técnica. Pero también como padre y como abuelo puedo criticar a la policía.

—¿Le dijo que sí enseguida a Perotti?

—Le dije que sí porque le puse un montón de peros y me contestó a todos. También había conocido a Marcelo Saín y supe que iba a ser el nuevo ministro de Seguridad. El gobernador me dijo que quería una policía proactiva, en servicio en la calle, lo mismo que pide la gente.

—Cuentan que cuando lo conoció le dijo a Saín que le inspiraba desconfianza y que tenía juicios negativos contra él. ¿Eso es verdad?

—Sí. Creo que somos dos tipos frontales. Pero armamos una relación de franqueza de entrada. Marcelo no se anda con medias tintas. Yo había leído cosas de él, escuchaba a los medios, a colegas de la fuerza. Los argentinos somos muy sensitivos y nos manejamos a veces más por emociones que por la razón. Descubrí a una persona con ganas de hacer, con conocimiento y que acepta las diferencias. Saín carga nafta de avión. Tiene una cantidad de proyectos y energía tremendos. Quedamos en que vamos a hacer muchas cosas por el ciudadano común y por la policía. Los dos se lo merecen.

—¿Cuál es su diagnóstico de la policía santafesina hoy?

—La policía no presta hoy el servicio que necesita el cliente, que no es otro que el vecino. El vecino siente miedo y abandono. Después se puede estudiar qué problemas llevan a eso. Hay problemas de selección, de capacitación, de organización, de conducción, de falta de tecnología, de métodos y de planes. Todos se pueden resolver. El de los ingresos es también un gran problema policial. Acabo de tener una reunión por este tema. Tenemos casos como el de una empleada que es madre soltera con tres hijos y que tiene que hacer servicio adicional para mejorar su sueldo y cobra 132 pesos la hora, mientras que la niñera que contrata cobra 142. Es una cosa un poco ilógica. En el país hay policías que cobran tres veces más que en Santa Fe.

—Vemos hace años a oficiales superiores desfilando por Tribunales por delitos graves. Comisarios señalados por lazos con narcotraficantes, por colaborar en bandas criminales. ¿Cómo se llegó a esto y cómo se supera?

—Primero tomando nosotros determinaciones para superar esto. Leonardo Da Vinci decía que si ser malo no tiene castigo ser bueno no tiene sentido. Sancionar a los policías de abajo y no a los de arriba es muy grave porque promueve el mal ejemplo. El primer mensaje fuerte es desterrar el mal ejemplo. Para generalizar hay que decir que el empleado que es corrupto, incapaz, apático, en lugar de cuidador de ciudadanos ya no es más policía. Se debe separarlos sin dilatar eso. Hay miles de policías que cumplen con su labor, que se sienten manchados por los malos. No da lo mismo ser malo que ser bueno y los mensajes no han sido claros. No es sólo un problema de la policía.

—Perotti empezó su gestión hablando de un pacto entre el Estado y el delito. Usted tiene que ganar confiabilidad en sus subordinados que se sienten atacados y ser leal con un gobierno que tiene un discurso fuerte contra lo que pasa en la policía. ¿Es difícil ese equilibrio?

—No es difícil para nada, porque lo que necesita mi hija de la comisaría de su jurisdicción, lo que quiero yo para la policía y lo que quiere el gobernador es exactamente lo mismo. Si no puedo alinear todo esto me vuelvo a mi casa.

—¿Qué diagnóstico hace de la prestación del servicio policial?

—Acá hay un mal diseño porque medimos a la policía por lo que demora en llegar a la escena del delito. En realidad debemos medir a la policía por los delitos que ha evitado que ocurran. Una vez que el delito ocurrió estamos en otra etapa. Nosotros tenemos que evitarlos con nuestro plan que es la policía de proximidad. También tenemos que investigar el delito. Pero, ¿de qué sirve que yo encuentre al agresor cuando acaba de violar a una criatura? Necesitamos un policía proactiva y no reactiva.

—¿Y cómo trabajará para evitar el delito?

—Con presencia, con interacción para saber del delito, con lograr que el vecino nos cuente. Yo no creo que el mejor comisario sea el que tiene pocas denuncias. Tal vez el que más denuncias recibe es porque más confianza tiene de sus vecinos. Necesitamos recuperar la legitimidad popular. Pero hoy tenemos otro problema. El policía no cree en la policía. El policía no cree en sus superiores, digo superiores entre comillas. Todos tenemos derecho a ascender. Pero mi subalterno tiene derecho a ser mandado con idoneidad. Eso es lo principal.

—Pregunté a varios policías qué le preguntarían ellos a usted. La mayoría están interesados en saber si va a haber escalafón único o división entre oficiales y suboficiales.

—Creo que los dos sistemas funcionan. En Colombia o Chile tienen oficiales y suboficiales, y para los ciudadanos de allí eso funciona. En Francia tienen tres escalafones y funciona. Acá no funcionaba con dos. La Ley de Personal Policial de 2006 (que impuso en Santa Fe el escalafón único) fue buena pero su instrumentación no lo fue. Creo que es bueno tener un solo escalafón cuando antiguamente se llegaba a oficial por haber terminado el secundario y eso dependía de la capacidad económica de los padres. Excelentes policías que no tenían buena condición social no podían ser oficiales. He visto malos oficiales y buenos suboficiales. El tema es cómo lo hacemos funcionar. Lo que hay que pensar es lo que dice Saín. No se puede construir un buen sistema policial haciendo de las leyes parche sobre parche, sino que hay que rever todo. Tenemos una ley de seguridad de hace 40 años cuando la sociedad evolucionó. Si vamos a hacer una nueva ley de policía no la tienen que hacer cuatro genios en una pieza, sino que debe salir de talleres de los propios policías y de los vecinos.

—Lo describen a usted como un enemigo de la recaudación ilegal policial, un policía anticaja. Pero en todos lados queda claro que la caja negra está muy vigente. ¿Qué tiene para decir?

—Que esa lógica de la recaudación espuria se rompe muy fácil. Acá está claro que ni el gobernador, ni el ministro, ni el jefe de policía piden nada ilegal. Estamos para cumplir la ley. No habiendo ese pedido nadie está autorizado a pedir nada. Ya lo dije por las redes sociales. Si alguien de la policía le pide plata denuncie, y si no le toman la denuncia, denuncie a quien no le tomó la denuncia. He tenido gastos reservados por años y vivo en un departamento Fonavi que pagué durante treinta años mes por mes. Todo el mundo sabe dónde vivo. El que pide algo se juega solo. Está solo ante la ley y ante mis decisiones como jefe de policía. Yo soy policía, no delincuente.

—¿Cuánto ha sabido de las cajas negras en su trayectoria? ¿Qué cosas vio?

—Bueno, La Capital va a tener más memoria que yo. Intervine Robos y Hurtos de Rosario dos veces por corrupción. Siendo comisario allané la Jefatura de Villa Constitución por piratería del asfalto y el jefe de la regional terminó preso. A mí no me importó. Después me lo hicieron pagar cuando me declararon incompetente e inútil y me echaron en 2006 de la Unidad Regional de Reconquista por la fuga de un detenido de la alcaidía de Jefatura cuando yo no estaba allí (se refiere al escape del paraguayo Oscar “King Kong” Cardozo, detenido en abril de 2006 en una estancia bonaerense cuando transportaba 400 kilos de marihuana y recapturado en Río Negro en febrero de 2017). Después allí nombraron a un subjefe al que se le habían escapado seis presos. Me hicieron un favor porque en 2008 terminé siendo uno de los fundadores de la Policía Metropolitana en Buenos Aires. Nunca tuve una causa ni administrativa ni judicial.

—Es recordada su intervención de Robos y Hurtos. También en el caso trágico del incendio del micro de la empresa Almirante Brown en un parador de Fighiera (el 11 de agosto de 1999) con 13 muertos, donde usted trabajó desde la TOE en el aporte criminalístico con personal del FBI.

—Fue un caso sumamente duro y triste, con 13 muertes, entre ellos un bebé, al que sacaron sin vida al tercer día de peritajes. Seguimos debiendo respuesta por eso. Tuvimos la mejor criminalística que hay en el mundo pero ese caso quedó impune.

—¿Por qué pasó eso?

—Bueno, eso pasó en el ámbito de la Justicia, yo no tomé decisiones.

—La jueza que instruyó ese caso es hoy la vicegobernadora.

—No emito opinión, no soy abogado.

—¿Qué opina de la sindicalización de la policía?

—Me parece bien. Habría que ver cómo funciona en nuestra sociedad, pero en otras sociedades funciona bien. Los policías son trabajadores. La primera vez que visité una comisaría francesa vi en el subsuelo del edificio los carteles de la central obrera que los nuclea. El sindicato se sienta en la mesa de los exámenes para los ascensos, revisa lo que se hace, con voz y sin voto, pero defendiendo a sus afiliados. Yo en 2004 quedé rengo y por eso adhiero al dicho que dice “por el caminar se conoce al rengo”. Estoy encantado con la idea de trabajar en la asistencia al personal. El ministro creó una secretaría de Bienestar del Policía. Es algo imprescindible. Hubo hoy mismo (el jueves) el suicidio de un policía en Rosario con lo que sumaron dos hechos en los últimos días. Es una situación muy preocupante. En el mundo desarrollado, en España o Francia, hay también problemas de este tipo. La dureza que uno debe adoptar en esta profesión o ver todo lo malo en la sociedad nos termina afectando. Tenemos que detectar tempranamente la depresión de nuestro personal y tratarla. Nosotros somos machos latinos y no queremos aceptar nuestras debilidades y las consecuencias del sufrimiento. Es una de las tantas cosas que tenemos que cambiar.

—¿Con qué aspiración entra al cargo de jefe de policía de provincia y con qué se iría satisfecho?

—El primer día dije que me gustaría ser el jefe de transición a una policía mejor. Pongo dos objetivos simples: seamos la policía que nos gustaría que atendiera a nuestra propia familia y seamos los jefes que nos hubiera gustado tener. Esta es una profesión muy exigente. Ninguna policía importante terceriza la formación de sus cuadros de conducción. Necesitamos tener formación y que ya no sea eso un determinante del salario lo que se hace. Que pueda vivir bien el que está abajo y el de arriba. Eso va a permitir que al que le guste la parte operativa policial se quede en la jerarquía baja pero pueda vivir dignamente y al que le guste dirigir, los líderes que necesitamos, también escojan ese camino, por vocación, porque son verdaderamente superiores.

—¿Está roto el orden jerárquico? Hay oficiales en quienes sus subordinados no creen porque los saben corruptos.

—Veo problemas en el respeto a la jerarquía y creo que es por eso. Hoy los jefes no estamos muchas veces a la altura. Me incluyo, pese a que me esfuerzo. La autoridad se mide en el respeto que uno despierta. Fui jefe muy joven, a los 31 años en la TOE, y a los 27 fui subjefe de una comisaría. Soy medio petiso y medio flaco por lo que pensé que con mi físico miedo no me iba a tener nadie. La única manera de conseguir obediencia era a partir del conocimiento. De esa manera, el que está abajo aprende a admirar al superior en base a que da las soluciones. La jerarquía o la fuerza no asustan a nadie. Hay que esforzarse en despertar admiración a partir del conocimiento. Necesitamos gente con ascendiente en los de abajo, más allá del grado que tenga, porque si no la policía no arranca. El policía que gana respeto es el que a partir de su vocación se compenetra en la comunidad por creer en lo que hace.