Los ascensores de los hospitales reciben a diario a mucha gente con problemas de salud, así como a amigos y familiares que les visitan, y por supuesto el personal del lugar que se encarga de subir y bajar a los pacientes que no pueden hacerlo por sí mismos.

Estamos todos de acuerdo en que no hay nada peor que pasar una larga temporada ingresado en un hospital, y tanto para el paciente por su enfermedad, como para la familia que lo acompaña es una experiencia agotadora.

Por este motivo, los centros médicos intentan que esta situación sea lo menos traumática posible, especialmente teniendo en cuenta que en algunos casos el paciente padece una enfermedad grave y puede pasar ingresado muchos meses seguidos.

La respuesta de que los ascensores de los hospitales no tengan espejos va más allá de una cuestión puramente arquitectónica. Y es que en algún momento se descubrió que el hecho de que no hubiera espejos en los ascensores contribuía muy positivamente al ánimo de las familias.

El motivo real, cuando se explica, resulta clarificador: se trata de evitar que la gente enferma o los familiares que le visitan vean sus rostros llenos de tristeza o cansancio reflejados en el espejo. La cara es el espejo del alma, y ver nuestra tristeza nos hace sin duda sentir aún peor.