Por Sebastián Ferro*

El fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, acaba de editar su nuevo libro, Covid-19: El Gran Reinicio, donde expone su visión de cómo va a ser el mundo que estamos transitando. A lo largo de las 312 páginas que componen el libro, va relatando las tendencias más importantes que redireccionarán a la economía mundial. Sus teorías devienen de la información que recaba desde hace 50 años a través del Foro de Davos, lugar de encuentro y reflexión para la elite global donde anualmente se congregan directivos de las mayores corporaciones del mundo, políticos, economistas, sociólogos, magnates tecnológicos, y personalidades de todo tipo, incluso relacionadas al arte y la cultura.

Schwab, describe estratégicamente un mundo a imagen y semejanza de sus intereses, con estilo mesiánico y apoyándose en personajes como Bill Gates, Henry Kissinger y Joseph Stiglitz, promueve un devenir que ya está en curso y al cual la sociedad por entero, solo le queda adaptarse.

Ya en el año 2016, el economista alemán había dedicado su libro a la cuarta revolución industrial, donde presagiaba que la digitalización iba a provocar «cambios profundos en los sistemas económicos y las estructuras sociales”. La comparaba con «la transición del forrajeo a la agricultura, gracias a la domesticación del animal». En ese libro acuña la idea de que: “la cuarta revolución industrial es de un mayor poder cognitivo, aumenta la producción humana con un internet más ubicuo y móvil y la propagación de sensores más pequeños y potentes, se abrirá camino la inteligencia artificial, el aprendizaje de la máquina, la automatización, las fábricas inteligentes, la secuencia genética, la nanotecnología, las energías renovables y la computación cuántica”. Todas estas innovaciones transformarían el mundo definitivamente.

Sin embargo, plantea dos problemas que podían ser un obstáculo para la concreción de su mundo ideal: «no hay los niveles necesarios de liderazgo con la comprensión de que los cambios en marcha deben ajustarse a la necesidad de rediseñar nuestro sistemas económicos sociales y políticos para responder a la cuarta revolución industrial». Y lo segundo es que: «el mundo carece de una narrativa consistente positiva y común, esencial, si queremos empoderar a un conjunto diverso de individuos y comunidades y evitar una violenta reacción popular contra los cambios fundamentales en curso». Estos dos problemas que tenía en el año 2016, en el 2020 casualmente se encaminaron, a raíz de que el confinamiento de la población legitimó la necesidad de las tecnologías de comunicación y la rebeldía popular quedó contenida.

En la primera parte del nuevo libro Klaus Schwab analiza los estragos que el covid-19 provocó en términos sanitarios y económicos, habla de una economía en estado de hibernación durante un largo periodo: » la conmoción sufrida por la economía global a causa de la pandemia ha sido la más severa y precipitada que jamás se haya registrado en la historia de la economía. La pandemia ha arrastrado al mundo entero hacia una época peligrosa y volátil, una crisis de proporciones bíblicas, un punto de inflexión en la trayectoria global”. Unos párrafos después hace alusión a los efectos sobre las empresas: “no habrá industria o negocio que se libere de las consecuencias de estos cambios. Millones de empresas corren el riesgo de desaparecer y muchas industrias se enfrentan a un futuro incierto, unas pocas prosperarán. Pero las crisis profundas existenciales también favorecen la reflexión, y pueden ofrecer oportunidades de transformación”; un gran reinicio.

A medida que transcurre el libro va planteando ejes sobre los cuales otorga diferentes diagnósticos y variadas respuestas, sobre posibles soluciones. Navegando en las contradicciones que cita, siempre termina inclinándose por una opción, por una táctica que se condice con su mirada estratégica, por ejemplo: “el fracaso de la gobernanza y el liderazgo global, han quedado más al descubierto que nunca, y la gente cree que ha llegado el momento de reinventarse. Surgirá un nuevo mundo, cuyos contornos nos corresponde a nosotros imaginar y trazar”. Son el problema y la solución.

Con la variante del trabajo hace lo mismo, por un lado, esgrime que la cuarta revolución industrial llevará a la humanidad al mayor grado de productividad que haya conocido la historia, y creará miles de puestos de trabajo, y unas líneas después afirma: “a pesar del impacto positivo potencial de la tecnología es esencial atender el impacto negativo en el mercado laboral. El mercado laboral se polarizará cada vez más entre el trabajo de alta remuneración y gran cantidad de trabajos que desaparecerán o serán mal pagos, desencadenará un fuerte incremento en la sustitución de mano de obra”.

Entre la crisis económica y el avance de la revolución digital Schwab deja en claro que la falta de trabajo va a ser un signo de la época por venir. Ya sea por la automatización, (cita un estudio encargado por el Foro Económico Mundial: » en 2016, los académicos de la Universidad de Oxford llegaron a la conclusión de que hasta el 86% de los empleos en restaurantes, el 75% del comercio minorista, y el 59% en la industria del entretenimiento podrían estar automatizados en el 2035″) o por la crisis económica “toda una generación a lo largo y ancho del planeta se verá determinada por la inseguridad económica y social, con millones de personas pendientes de entrar al mercado laboral en medio de una profunda recesión”.

Resumiendo, el panorama que imagina Klaus Schwab en la primera mitad del libro es: la pandemia está destinada a dominar el panorama político durante años con un confinamiento que no cesara en el 2021. Una desocupación por arriba del 20 %, una economía en hibernación, en recesión contraída en un 20 %, una precarización que se ira haciendo habitual a través de la “economía del trabajo por encargo”, donde los trabajadores a jornada completa son reemplazados por contratistas autónomos o independientes. Y una nube de trabajadores, a la cual los empresarios pueden recurrir, y la cual representa: “una deslocalización silenciosa (silenciosa porque las plataformas de la nube humana no están registradas y no tienen que revelar sus datos)” desnuda Klaus.

En la segunda mitad del libro los autores se internan en los posibles escenarios políticos: “en algunos casos esto podría producir resultados de extremo, tan severos como la desintegración social». En el apartado 1.3.2 titulado Agitación Social, el profesor alemán analiza: «cuando los ciudadanos no tienen ni trabajo, ni ingreso, ni perspectiva de una vida mejor a menudo recurren a la violencia. La agitación social había aumentado en el mundo, (cita a los chalecos amarillos) pero al entrar en hibernación (como la economía global) cuando los gobiernos obligaron a sus poblaciones a confinarse para contener la pandemia, se logró contener”. “Cuando se levante la prohibición de reunirse en grupos y salir a la calle, resulta difícil imaginar que no vuelvan a aparecer las mismas reivindicaciones y el malestar social temporalmente reprimido, posiblemente con fuerza renovada”.

¿Qué solución ofrece Klaus Schwab a este panorama desolador? Lo explica en su libro en el apartado 1.3.3: El regreso del Estado Intervencionista. Del Estado que tenía que minimizar su incidencia ante las leyes del mercado que regula toda la vida social, como defendía en las viejas épocas (cuando era miembro del comité de dirección del grupo Bilderberg y pregonaba el capitalismo occidental de libre mercado) al Estado que debe salir a respaldar y apuntalar a todos los sectores de la sociedad. Dejando de lado que esta misma elite, representada por Schwab, fue la que llevo a la quiebra y a la polarización extrema entre magnates y pobres a la población mundial, habría que preguntarse. ¿Cuál es la razón por la que acuden al Estado, hablan de un capitalismo inclusivo? Será porque saben que la cuarta revolución industrial es la primera de todas las revoluciones tecnológicas que requiere menos mano de obra que el anterior estadio, y tiende a destruir mercados internos, trabajo, pymes, economía popular, ósea la industria de los países.

¿Quién va a consumir y pagar sus “servicios básicos de calidad”? Como los denomina en el libro. No habría que olvidar que Klaus Schwab es el ideólogo del “capitalismo de las partes”, donde posiciona a las corporaciones privadas como fideicomisos de la sociedad, que el Estado pague las cuentas y sea un recaudador y un garante de los negocios que imponen como imprescindibles para el devenir de los tiempos.

Habría que ver qué dirían si en Argentina pudiéramos consolidar un Estado fuerte y eficiente, pero a imagen y semejanza de los argentinos, de nuestras necesidades y de nuestros intereses, sobre todo los soberanos, que en definitiva es por donde se desangra la región.

En la última parte del libro aborda temas geopolíticos: “el factor determinante de inestabilidad geopolítica es la progresiva renivelación de la balanza Occidente-Oriente, a favor de este último, ya no es posible descartar que se den situaciones extremas, la implosión de algunos Estados o Petro Estados en descomposición, el posible desmoronamiento de la Unión Europea, una ruptura entre China y Estados Unidos que lleve a la guerra”. Acepta la multipolaridad como un hecho “en este mundo nuevo y perturbado definido por una tendencia a la multipolaridad”, la reconoce, pero enseguida expone su táctica para contrarrestarla: “hay que ir hacia cierta forma de gobernanza global efectiva, cuanto más se impregne la política global de nacionalismo y aislacionismo mayores serán las probabilidades de que la gobernanza global pierda su relevancia y se vuelva ineficaz”.

El libro está minado de datos técnicos, de información sobre los últimos avances en tecnología que la mayoría de la humanidad todavía desconoce, entrar a detallar todo sería interminable, pero lo que nos importa es el alegato político que describe, un mensaje de la vanguardia de Davos hacia los líderes de los lugares más remotos del mundo con la intención de indicar: “este es el camino”. Seguramente, como bien lo reconoce el autor, habrá resistencia por parte de muchos actores; otros jugadores influyentes del capitalismo, de la población, de los trabajadores, de diferente países y continentes, porque tampoco está todo controlado: “lamentablemente, ahora nos encontramos en una coyuntura crítica. Dicho sin rodeos, vivimos en un mundo donde no hay nadie al mando”, se lamenta Klaus al final de su libro. Y hace bien en hacerlo. El gran reinicio si hay decisión de ciertos sectores, podría colarse con un sesgo popular.

*Secretario de Cultura del Sindicato Empleados de Comercio Rosario