Después del impacto mundial que significó la confirmación de la muerte de Diego Armando Maradona, un país conmovido le brindó este jueves el último adiós a su gran ídolo deportivo, sea presencialmente en la Casa Rosada, donde hubo desbordes y graves incidentes, o con homenajes en distintas ciudades de la Argentina y constantes muestras de afecto a través de las redes sociales.

Las diez horas -finalmente ocho- que determinó la familia de Maradona junto al Gobierno nacional para que la gente pudiera despedirse del «Diez» no bastaron y provocaron un desborde con incidentes, balas de goma y gases lacrimógenos entre la Policía Federal y los fanáticos que se volcaron masivamente a la calle.

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Muestras de afecto, lágrimas, cánticos y banderas se repitieron a cada momento desde la madrugada en Plaza de Mayo y sus cercanías, y casi que forzó a extender el horario.

La familia intentó ampliar el horario hasta las 19, pero el desborde fue tal que hasta incluyó una estampida dentro del Salón de los Patriotas Latinoaméricanos, que ofició de capilla ardiente, lo que obligó a mover rápidamente el féretro a otro sector para resguardarlo.

El cortejo fúnebre del astro mundial, Diego Armando Maradona, fue acompañado por el amor del pueblo argentino, que lo saludó durante el trayecto al cementerio privado de Bella Vista.

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Miles de personas, a la vera del camino, le expresaban el último adiós al más grande futbolista argentino de todos los tiempos.

La despedida íntima comenzó alrededor de la 1, con presencia de sus ex esposas Claudia Villafañe y Verónica Ojeda, sus hijos Dalma, Giannina, Jana y Dieguito Fernando, y la gran mayoría de los campeones del Mundial de México 1986, junto a sus familias.

El desfile de personalidades políticas y deportivas durante la madrugada por la capilla ardiente fue constante, también la idolatría que a partir de las 6:00, los fanáticos pudieron darle, pese a esperar durante horas y apenas tener unos segundos delante del féretro de Maradona.

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El caudal de participantes fue incesante y la idolatría por Diego, como ya es sabido, no distinguió de edades, géneros o clases sociales, donde muchos arrojaron camisetas, banderas y flores sobre la valla que separó a la gente de los restos del «Diez».

El féretro de «Pelusa», que falleció el miércoles al mediodía de un paro cardíaco mientras dormía, estuvo desde un primer momento decorado con dos camisetas icónicas: la de Boca de su despedida como futbolista en 2001 y la de la Selección argentina con la que salió campeón del mundo en México 1986.

Fue el presidente de la Nación, Alberto Fernández, el que colocó una tercera camiseta antes del mediodía, cuando junto a al primera dama Fabiola Yañez llegó al salón de los Patriotas Latinoamericanos y desplegó la casaca de Argentinos Juniors, con el titular del club, Cristian Malaspina, y un pañuelo de las Abuelas de Plaza de Mayo.

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Más tarde también estuvo la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien ofrendó un rosario al ídolo y acarició varias veces el cajón.

También pasaron personalidades del fútbol: el presidente de la AFA Claudio «Chiqui» Tapia estuvo al inicio del sepelio con futbolistas como Carlos Tevez y Ramón «Wanchope» Ábila, y durante la jornada se vio desde a Marcelo Gallardo y José Néstor Pekerman hasta el uruguayo Enzo Francéscoli, pasando por el plantel completo del club que dirigió hasta su muerte, Gimnasia y Esgrima de La Plata, que «vistió» el féretro con una cuarta camiseta, esta vez del «Lobo».

El correr de las horas también elevó el éxtasis y el desborde: después del mediodía se generó el pico de público en una fila que iba desde la Casa de Gobierno hasta la estación de Constitución, unas 25 cuadras.

Una rápida recorrida por esos fanáticos permitía ir de la euforia del inicio de la fila al pesar después de transitar esos metros por delante del féretro que contenía el cuerpo de Diego Armando Maradona.

Poco antes de las 18, ante una multitud de fanáticos colgados en las rejas linderas a la Casa de Gobierno, el féretro con el cuerpo del campeón mundial de México 1986 abandonó su lugar de velatorio para iniciar el cortejo fúnebre que desembocaría en el cementerio de la localidad bonaerense de Bella Vista, para su entierro.

Luego de más de tres horas de corridas e incidentes afuera y dentro de la Casa Rosada, todos volvieron a unirse en el eterno grito «Olé, olé, olé, Diego, Diego», mientras el cortejo abandonaba la zona de Plaza de Mayo.

Esa escena se repitió por cada tramo que recorrió: gente sobre el asfalto de la autopista, en los barrancos del Acceso Oeste y en las calles de San Miguel no quisieron quedarse con el grito de despedida atragantado.

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Su traslado, no obstante, no estuvo exento de problemas: el cortejo fúnebre equivocó la salida de la autopista Acceso Oeste, lo que provocó que quedara en medio de un caos de tránsito que demoró su llegada al lugar del entierro.

Eso se produjo finalmente a las 19, mientras en las afueras del cementerio «Jardín Bella Vista», del partido bonerense de San Miguel, al igual que en todo el trayecto desde el velatorio en la Casa Rosada, hubo centenares de fanáticos con banderas que lloraron al momento del paso del cortejo, custodiado por efectivos de las policías Federal, Bonaerense y Gendarmería Nacional.

El último capítulo de un día bien maradoneano por todo lo que ocurrió y vivió el pueblo fanático de «Pelusa» fue una ceremonia íntima con unas treinta personas que vieron cómo Maradona fue enterrado en el mismo sitio donde están de sus padres, Doña Tota y Don Diego, fallecidos en 2011 y 2015 respectivamente.