Por Federico Morel

La industria del vino en Argentina ha sabido construir una fuerte impronta cultural y valores arraigados propios de su personalidad evolutiva, lo que le ha permitido posicionarse, no solo en el territorio nacional, sino también, abrir las puertas de los mercados internacionales, los cuales han abrazado a esta bebida espirituosa hasta hacerla parte de su propia idiosincrasia.

Generaciones de trabajadores y productores de la vid, dedicaron su vida a estudiar las formas y maneras de producir, elevando cada una de las capacidades, a prueba y error, para lograr el objetivo deseado: la excelencia del vino argentino.

La historia de esta bebida, se remonta casi cuatro siglos atrás, donde las misiones jesuíticas se encargaron de entender y extender el cultivo por todo el territorio argentino. Es que el vino estuvo y está muy ligado a los rituales de la fe católica, por lo que era una necesidad tener la uva. Es así que los primero viñedos estuvieron en lo que hoy es Santiago del Estero, luego el Litoral argentino, hasta establecerse fuertemente en la región de Cuyo.

En la actualidad, el arte de hacer vino ya dejo de pertenecer a una sola región y, con el avance de las tecnologías y comprendiendo las relaciones naturales entre el suelo y el clima, son muchas provincias las que se sumaron a la producción vinicultural, como ser Salta, La Rioja, Río Negro, Córdoba, Buenos Aires y, por primera vez, Santa Fe, obviamente Mendoza a la cabeza de una industria nacional que cuenta con más de 6000 etiquetas de vino de diferentes bodegas, cepas y varietales.

Realidad del mercado vitivinícola

En un escenario de pandemia, con una cuarentena de más de seis meses, muchas industrias que no fueron catalogadas como «esenciales», han visto sus economías degradadas al punto de declarar la emergencia económica de diferentes sectores, donde hay gran probabilidad de perdidas productivas y, fundamentalmente, puestos de trabajos.

El caso de la industria del vino, dentro de esta coyuntura mundial, presenta una especial particularidad, inclusive, se puede decir que ha sido privilegiada, ya que al ser una actividad alimenticia esencial, no paró de producir, obteniendo buenos resultados, con una vendimia anticipada y con un notable crecimiento en las ventas, tanto para consumo interno, como para la atención de la demanda en los mercados internacionales, con un profundo crecimiento de un 43% en las exportaciones.

Conclusión consultó a Diego Fanara, periodista, sommelier y especialista en el rubro, quien explicó de manera detallada porque este sector productivo sigue creciendo en cuanto a estándares de calidad y fortaleciendo su jerarquía a nivel mundial.

El especialista contó que en el mercado argentino existen «alrededor de 6500 a 7000 etiquetas de vinos, entre cepas, marcas y distintos varietales«, que en este momento, donde las redes sociales son una herramienta fundamental y han «generado un acercamiento muy grande para que muchas bodegas lleguen de una forma directa al consumidor», por lo que «esto ha ayudado a posicionar nuevas marcas en el mercado».

El público consumidor de vinos, ha ido creciendo y variando. Fanara explicó que hay «un cambio de cabeza en el consumidor a la hora de no casarse con la etiqueta o no casarse con una marca».

«Muchas veces hemos sido consumidores de etiquetas y se compraba eso, y también esto ha llevado a que muchas marcas uno no las conozca y son productos muy bueno, de muy buena calidad, y a un precio accesible de bolsillo, es decir, muy buena relación precio y calidad de vinos que se hacen desde la Patagonia hasta Jujuy, encontrando vinos que se hacen por ejemplo en Chapadmalal, en Entre Ríos, Córdoba, o acá en Carreras donde se está editando una muy buena línea de vinos que se hace en la provincia de Santa Fe», añadió el especialista.

Muchas marcas de bodegas, las cuales son consideradas boutique, comenzaron a aparecer en las góndolas de los supermercados. «Una de las explicaciones que tenemos, es que tanto bares como restaurantes han tenido este abanico de abrir y cerrar, producto de la situación sanitaria que tenemos, y varias bodegas han hecho que sus productos que antes eran destinados exclusivamente a estos lugares, hayan bajado a los supermercados y otras se agregaron a las vinotecas donde antes era habitual encontrase con otras marcas».

La actividad vitivinicola, nunca dejó de producir en pandemia, a lo cual el periodista especializado argumentó que se debe a que el vino «es considerado un alimento, por lo que ahora es una actividad esencial».

La pandemia comenzó justo en el momento que arrancaba la vendimia, pero esto no perjudicó el proceso productivo. Por el contrario, esta «vendimia anticipada dio una muy buena uva para los vinos 2020 que vamos a estar disfrutando antes que termine este año y el año que viene también, y eso llevó a que las bodegas sigan trabajando, hayan exportado«.

El sommelier rosarino hace hincapié en que, actualmente, «hay otra relación entre el Instituto Nacional del Vino, la cámara que emplea a la industria del vino y el Ministerio de Agricultura, Ganadería  y Pesca para trabajar en forma conjunta, utilizando embajadas como nexo comercial en distintas partes del mundo, como lo es el reposicionamiento de mercado en China, o como es la reposición en el mercado de América Central bajando aranceles», lo que ayudó al incremento de las exportaciones.

«Los primeros siete meses del año exportó más que el año pasado, inclusive con pandemia, escalando al puesto número 9, posicionándose en el Top Ten de los países más exportadores del mundo, ya sea de vino fraccionado, es decir en botella o en diferentes envases, como el vino que se exporta a granel», adjuntó Fanara.

Menos snobismo, más cercanía

El lenguaje del vino, a través de los tiempos, ha sido instalado en un peldaño donde accedían  los expertos o aquellos que estaban cercano al mundo de la bebida espirituosa, por lo que el abanico de sabores y las experiencias gastronómicas, quedaba ligado a un sector que pretendía mantener esta forma de vida puertas adentro.

En relación a esta cuestión, el especialista en vinos explicitó que «el vino le bajó eso, tomar vino como te va gustando, desea un disfrute, mediante ese tomar vas educando tu paladar y vas guiando tu gusto, y siempre hablándole en un lenguaje próximo. Las bodegas empezaron a acercar a sus enólogos, sommeliers mediante Instagram Live, Facebook, Zoom y demás cuestiones o darte la chance de que hagas la cata en tu casa, mandándote los vinos para que los tomés».

 

El vino es un producto que casi, se puede decir, tiene vida propia, no envejece y genera emociones en quienes los consumen. Por sobre todo, es una bebida que va buscando nuevos consumidores y escalando en la mixtura de personas que se introducen en el maravilloso mundo de los sabores del vino.

«Creo que el vino argentino se va reposicionado, tiene el desafío de ir ganando mercados. De sus comunicadores, la mejor sommelier es argentina. No es casualidad que la calidad de vinos argentinos está por encima de los 90 puntos en la calificación, tiene un prestigio, hoy el malbec como la cepa insignia, pero también se va abriendo un mercado en Argentina a la hora de tomar otras cepas que a lo mejor pasaban al anonimato. Hay un nuevo reposicionamiento de los vinos blancos, adaptándonos a la época de los espumantes», comentó Fanara.

Y definió: «Argentina tiene un rol importante en el mercado y el mundo del vino le reconoce eso a nuestro país».

Cuarentena y vino en Rosario

Conclusión indagó sobre el consumo de vino en estos seis meses de cuarentena en la escena local. Maria Eugenia Pinillo, dueña de la vinoteca Vin Rouge y especialista en recomendaciones de varietales, dio su perspectiva sobre el consumo de vinos y la aceptación de nuevas etiquetas en los consumidores rosarinos.

Puntualmente sobre la venta de vinos en cuarentena, Pinillo remarcó que para ella «aumentó el consumo«, pero que de alguna manera «disminuyó la calidad. Quizás gente que consumía vinos más caros, ahora lleva vinos más baratos, pero la cantidad nunca bajó».

La experimentada en cepas, remarcó que «al principio, parecía que la gente se abastecía como para unas vacaciones«, pero con el correr de los días de cuarentena, el consumo «fue bajando por distintos factores, ya sea por la falta de dinero o porque ya se veían desbordados, pero por suerte el consumo aumentó bastante, tanto de vinos como las demás bebidas».

 

Las marcas que antes de la pandemia eran «boutique», comienzan a asomar con mucha trascendencia. «Nosotros acá, siempre tuvimos la aceptación de las bodegas boutique, nuestros clientes se dejan recomendar. En ese sentido, fue cambiando. Nosotros estamos hace tres años y al principio llevaban marcas conocidas, pero ahora tenemos más del 50% de ventas de marcas de las bodegas boutique«.

También el público consumidor fue variando. Al respecto, Pinillo explicó que «Ahora está todo aggiornado. Quizás sea acá porque atiende una mujer y tenemos un público femenino bastante grande. Al principio era un público masculino, pero ahora es súper variado. Las edades también. Hay muchos jóvenes incursionando en el mundo del vino, por lo que podemos decir que es un público súper mixto en ese sentido».

«Yo creo que el tema del vino, que estaba como estancado en comparación de la cerveza, si se deja de enfocar tanto el malbec y hacen buenos vinos de otras cepas va a ser un mercado más interesante para los clientes», comentó la dueña del local de ventas.