A través del tiempo, las diferentes necesidades de las personas a nivel económico, social y cultural han llevado a que, de manera voluntaria, se organicen y formen pequeñas comunidades de proyectos de trabajo, las cuales conocemos como cooperativas.

En un siglo en que se pretende que la gente ya no tenga dioses paganos ni mundanos, a la total deriva espiritual y socioeconómica, pararse desde el trabajo para mirar al mundo es un acto no sólo de dignidad sino casi rebelde.

Este concepto resulta clave para entender el surgimiento de la Cooperativa Textil Ziza, la cual posee una historia que la posiciona como la primera de la ciudad y la segunda a nivel nacional en surgir desde una unidad penitenciaria y traspasar los muros para tener su sede en la zona sudoeste de la ciudad.

Hacia el año 2016, este proyecto colectivo nace en el marco del taller de Comunicación y Periodismo coordinado por miembros de La Bemba del Sur y enmarcado como curso de la Universidad Nacional de Rosario en la Unidad Penitenciaria Nº 6.

Conclusión dialogó con los acompañantes de este emprendimiento, Aylín Salazar e Ignacio Benítez, quienes contaron algunos datos interesantes del funcionamiento y la proyección de Ziza.

Entre encuentros y discusiones entre los presos y los acompañantes, empezaron a reflexionar sobre una nueva manera de pensar el trabajo. En relación a esto, Salazar contó que «la idea de la cooperativa surge en el año 2016 al interior de la unidad en el marco de un taller de comunicación, donde empezamos a cuestionarnos las distintas formas de trabajo a la que estábamos habituados normalmente«.

Respecto a cómo decidieron emprender el camino del taller textil, señaló: «Buscamos que era lo que los pibes tenían en común, y se dio que era el gusto por el deporte, entonces Ziza se orientó primeramente a la indumentaria de carácter deportivo«.

A raíz de esta idea y, sobre todo, las ganas de los internos de superarse, «se fueron capacitando en convenio con la Federación de Cooperativas de la República Argentina«, y como la ley indica que no puede haber una cooperativa con sede dentro del penal, «surgió la idea de hacer la cooperativa extramuros con los familiares de las personas que están privadas de su libertad«.

A partir de los distintos espacios de formación y de encuentro, los familiares dejaron de ser acompañantes para ser actores y actrices con participación activa en la cooperativa textil.

Salazar explicó que «extramuros son 7 familiares que trabajan y en el interior de la unidad son alrededor de 25 personas trabajando« actualmente en la cooperativa.

Por su parte, Ignacio Benítez habló de la proyección laboral del espacio, y dijo: «Hace tres meses comenzamos con el laboratorio de la provincia de Santa Fe, y esta es la segunda entrega de producción de 500 barbijos. También estamos haciendo camisetas de fútbol, bolsas y algunos trabajos más».

Con el objetivo de acceder a las maquinarias y a la capacitación correspondiente, en el año 2018 articularon conjuntamente con el Programa de Educación en Cárceles de la Universidad Nacional de Rosario y el Programa Nueva Oportunidad de la Provincia de Santa Fe, ahora llamado Santa Fe Más.

«Las herramientas que tenemos son una collareta, una máquina recta y también tenemos una máquina para cortar tela«, añadió Benitez sobre el soporte técnico con el que cuentan en el taller.