VIERNES, 29 DE NOV

Rosario sin Secretos: “mensajes” de la historia urbana, de la “navidad” a la “restauración”

Los cambios en la nomenclatura de nuestras calles nos ayudan a comprender los vaivenes de los momentos sociales y políticos que fuimos atravesando a lo largo de más de 300 años.

 

El cuerpo es un organismo que trabaja ordenada y armónicamente, donde son necesarias todas sus partes, salvo la “muela de juicio” que cuando crecemos, en algún momento hay que sacar. Este proceso natural de la última dentición puede llegar a quedar retenido en la mandíbula, provocar una infección o causar un quiste que dañe el soporte óseo o las raíces de otros dientes.

La ciudad es un cuerpo y las calles sus arterias. Hoy vamos a ir a la más antigua de todas: Mensagerías, con g, que así se la escribía por entonces, mucho antes que don Estanislao Zeballos organizara los nombres de las calles.

Nos llegamos al inicio de su trazado. Queda a nuestras espaldas el primer ensayo en Latinoamérica del renacimiento de la arquitectura monumental, anteproyecto de Alejandro Bustillo y obra de Ángel Guido, Alfredo Bigatti, José Fioravanti, Eduardo Barnes y cientos de manos anónimas que cumplían, en 1957, el sueño de la piedra fundamental colocada en 1898. Presidían el palco del acto inaugural el cordobés Aramburu y el porteño Rojas. A Guido es difícil encontrarlo en alguna foto. ¿Habrán olvidado invitarlo? Daniel Balmaceda, el colega porteño también consideró un “imperdonable descuido” cuando escribió en su nota: “Esa noche en Buenos Aires, Manuel Mujica Láinez y varios amigos agasajaron a Fioravanti y Bigatti en el restaurante La Corneta del Cazador, donde celebraron la inauguración del monumento”.

Volvamos al Pago: con el Monumento detrás nuestro, a la izquierda se erige un Cóndor, uno de los edificios que ya estaban en 1957 sobre Córdoba, que nunca cambió de nombre, por fortuna. Era la ruta que llevaba a la Docta.

Seguimos y al 900 encontramos una placa que nos recuerda el origen del nombre de la que hoy es Juan Manuel de Rosas y ayer nomás fue 25 de Diciembre. ¡Eureka! Acá descubrimos el porqué del título de la nota que nos ayuda a pensar que nada tenía de Navidad nuestra 25 de Diciembre devenida con el tiempo en el homenaje al Restaurador de las Leyes. “Cosas veredes”, dice la leyenda que dijo el Quijote a Sancho, pero que nunca escribió el Manco de Lepanto. Tal parece que es una distorsión de lo escrito por Rodríguez Díaz de Vivar al hacerle decir al Mío Cid en su cantar a Alfonso VI: “Muchos males han venido por los reyes que se ausentan”, a lo que el monarca responde: “Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras”.

¡El lenguaje antiguo que usaba la efe en lugar de la hache, nos dice que a Formosa alguna vez se la descubrió Hermosa!

Nosotros hoy no haremos “hablar las piedras”, pero sí a las placas frente a las que pasamos muchas veces y en nuestro rápido paso por las calles de la ciudad, a veces, no advertimos.

Un día como hoy, en 1856, Santiago Derqui, entonces ministro del Interior, firmaba un contrato con Rusiñol, Fillol y Cía, directores de la Administración e Inspección General de Correos y Postas de la Confederación, para que –entre otras cláusulas– se cumplieran dos viajes ida y vuelta Rosario – Córdoba, y otros dos Rosario – San Juan.

Los pioneros pasaron por Mensagerías, la calle más antigua del Rosario…

Tal vez colocando el nombre correctamente, con jota, ¿no ameritaría volver al origen para poner en valor nuestra historia y proponer a la Comisión de Nomenclatura del Concejo que revea las medidas adoptadas por decretos y ordenanzas entre 1974 y 1976?

Es sólo un mensaje. Si se produce la comunicación, ¡el tiempo lo dirá!

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