Por Diego Mussetta

Llegó el día. Y no es un día más. Es el día de Rosario. El día donde la ciudad se paraliza. El día donde todos hablan de un solo tema: el clásico.

La ciudad más futbolera del país cuenta las horas para su gran fiesta. Una fiesta que desde hace unos años no es completa porque en el escenario donde se juega el clásico no pueden concurrir hinchas de ambos clubes. Pero igual la ciudad lo vive como su fiesta.

En cada sorteo de campeonato la pregunta es la misma y se repite con asiduidad: ¿cuándo es el clásico? Y el clásico es hoy. Con un Coloso que estará colmado de hinchas rojinegros y con los simpatizantes auriazules alentando pero desde sus casas.

La previa no fue de las más tranquilas. Las pintadas que aparecieron en el barrio donde vive la abuela de Maximiliano Rodríguez y el atentado que sufrió el frente del diario El Ciudadano son el reflejo de lo que se vive en esta sociedad: intolerancia, violencia, falta de respeto y convivencia. Ojalá que estos hechos no vuelvan a repetirse porque lamentablemente Rosario fue noticia en la semana por estos acontecimientos y no por lo que más nos gusta: el fútbol.

El clásico es nuestro. Es la esencia del rosarino. Es la apuesta previa, los nervios en el durante y la cargada, tristeza o alegría tras el pitazo final del árbitro.

El clásico es nuestro. Es pasión, folclore y fútbol. Sí, es un partido de fútbol. Un juego. Sólo eso. No es la muerte. Se gana, se empata o se pierde. Simplemente eso. No lo destruyamos. Defendámoslo con uñas y dientes pero desde la pasión y el aliento. Con respeto y con razón. Demostrémosle al país y al mundo que nuestro clásico es el pasional del planeta. Está en cada uno de nosotros en aportar nuestro granito de arena. Hoy es nuestro día. La fiesta de Rosario ya se vive. Disfrutemos.