La realidad de los comedores y los merenderos del Gran Rosario se ha modificado. La falta de trabajo, aumento de la inflación e incremento de tarifas agravaron la realidad social de los barrios en la región.

Desde hace unos meses se incrementó notablemente la cantidad de personas que asisten a buscar su ración de almuerzo o merienda. En algunos comedores la cifra se duplicó con respecto al año pasado. Por lo que, con escasos elementos, los comedores deben atender a una demanda que crece mes a mes.

Julio Vallejos, presidente de la Agrupación 16 de Abril, en diálogo con Conclusión manifestó que “hay mucha gente que no tiene para comer”. “Hay un crecimiento del hambre. Es una cruda realidad la que se vive. Es muy duro, está difícil la cosa. Este año explotó la situación”, sentenció.

“En los últimos meses se duplicaron la cantidad de chicos que asiste a los comedores. Pasaron de cerca de 40 a 100 e inclusive tenemos pedidos de gente de implementar comedores en otros barrios, por lo que la situación se va a poner muchos más difícil”, indicó a Conclusión semanas atrás el coordinador de Barrios de Pie, Gabriel Báez. “Lo que vemos en los barrios es una situación compleja en el marco que las cosas están mas caras, y el ingreso tiene menos valor”, agregó.

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En el mismo sentido, el ministro de Desarrollo Social de Santa Fe, Jorge Álvarez, confirmó a este medio que “hay un aumento significativo de las personas que asisten a comedores. Muchas gente que antes iba solamente a la copa de leche ahora también va al comedor”, completó el funcionario.

Desde 2016, se aumentaron un 40% las raciones, según indicó el titular de la cartera. Mientras que en lo que respecta a actualización de precios los gastos subieron un 130%.

Conclusión realizó un relevamiento de la situación de los comedores de Rosario y Villa Gobernador Gálvez en donde pudo constatar la acuciante  realidad que viven estos espacios. El denominador común que aparece en todos los comedores es el incremento de raciones en los últimos tres meses por el aumento de las personas que se acercan a pedir por comida.

En el comedor Mujeres Poderosas del barrio Los Pumitas, de la zona noroeste de la ciudad, María Rosa expresó que “se hace cada vez difícil sostener las necesidades que reclaman los niños y las niñas que vienen a por su merienda, más con el poco dinero que recibimos desde el Estado. Sinceramente, cada vez se hace mas difícil atender tantas raciones”.

Además de funcionar como merendero, Mujeres Poderosas actúa como espacio cultural en donde convive una pequeña biblioteca, un espacio de expresión artística y una futura cooperativa de trabajo. En el centro se pretende generar autosuficiencia económica para poder llevar adelante los costos que el espacio necesita para funcionar bajo las mínimas condiciones y atender las necesidades que día a día aumentan.

El comedor Cristian de la zona sur de la ciudad de Rosario es otro de los espacios que manejan un presupuesto mucho menor al que necesita para realizar su labor.

En él trabajan tres mujeres a la par en el merendero que funciona tres veces a la semana, en donde las familias retiran su ración junto a sus hijos. Romina, una de las responsables del lugar comentó que “es muy complejo y muy estresante” saber que no pueden darles a todas las familias la cantidad de raciones necesarias para cubrir la merienda de las familias que allí asisten.

Por su parte, el Comedor y Centro Cultural Dorita, que se encuentra en Pacheco y Travesía (zona norte), cuatro veces a la semana (lunes, martes, jueves y viernes) cocina 400 porciones de comida. En sus comienzos hace dos años el comedor asistía a unos 70 vecinos, y ahora ese número se quintuplicó.

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El lugar se sostiene con donaciones y con dinero del bolsillo de quienes lo llevan adelante. Reciben sólo 3.500 pesos de la Municipalidad que les alcanza para abonar la factura de electricidad.

“Llegamos a una situación límite de atender a casi todo el barrio”, cuenta Facundo Vijande, quien con su familia administra el Centro. “El único plato de comida de muchas familias es el que le damos nosotros, así que tratamos de que sea abundante”, comenta. El comedor proporciona 18 comidas al mes, “para cualquier familia eso es un montón de plata, así que imaginate para el que no tiene trabajo”, dice Facundo.

“La mayoría en el barrio no tiene empleo porque la gente acá vive de changas y la clase media ya no tiene para darles trabajo”, detalla Facundo. “La gente se acerca cada vez con más necesidades, no solamente a buscar un plato de comida, sino que también les gestionamos ropa y muebles, entre otras cuestiones”, añade Facundo.

En el espacio también funciona un taller de apoyo escolar, al que asisten unos cuarenta chicos, que anteriormente iban solo a hacer la tarea, pero hace unos meses debieron sumarle una copa de leche. Dorita, además, almacena y redistribuye las donaciones que recibe a otros diez comedores de la ciudad.

Por su parte, Nélida Benitez, la responsable del comedor Matías del barrio La Tablita, en Villa Gobernador Galvez, contó que “cuando comenzamos teníamos 130 niños, pero hoy las raciones bajaron a 90. Esto se debe a que no tenemos muchas opciones para brindarle a los chicos, solo podemos darle leche con mate cocido y masitas, porque recibimos nada más que 2.000 pesos mensuales”.

“Hoy estamos cocinando con leña porque no tenemos para cubrir el gas, así que cocinamos a fuego y no tenemos la matrícula de comedor social así que no podemos recibir grandes donaciones, necesitamos mantener el comedor con artículos de limpieza, con verduras, galletitas, necesitamos una bomba de agua y realmente no podemos mantener todo lo que necesitamos para que el comedor funcione”, completó Nélida.

Muchos de los vecinos acuden al otro comedor del barrio, Ojitos felices. Ahí asisten unas 250 personas por día a recibir alimentos tres veces por semana. Y los domingos se brinda una merienda para los chicos.

Aldea Solidaria, en Pasaje Franco y Juan José Paso (zona noroeste), como todos los comedores trabaja “a pulmón”, pero no reciben ningún aporte estatal. Se manejan solamente a partir de donaciones. Pero Aldea no es un comedor como el resto, ya que no posee un lugar físico, por lo que desde hace un año cocinan en la calle todos los fines de semana.

Cada fin de semana se acercan más de 200 personas. Para el locro del 20 de junio se repartieron 400 raciones y para el festejo del Día del Niño esperan a unos 300 chicos. Desde que comenzaron con la actividad hace un año, el número de personas llegó al doble. Por la situación de la zona y porque su presencia se fue dando a conocer de boca en boca.

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Una de sus impulsoras, Gisela Fioretti observa un crecimiento de la cantidad de gente que va a solicitar comida, pero también una baja en el volumen de las donaciones. No por falta de solidaridad, sino porque quienes entregaban alimentos, ya no pueden hacerlo.

“Estamos cada vez peor, es cada vez más duro. La gente está sin laburo. Hay mucha gente que hace changas o tienen plantes. Se siente más la necesidad”, cerró Gisela.

Las condiciones para cumplir la tarea social de quienes manejan los comedores -en su mayoría mujeres- no son fáciles, ya que cuentan con un escaso aporte estatal, por lo que gran parte de sus insumos provienen de donaciones e incluso del bolsillo de los colaboradores. Ellos con casi nada alimentan a una multitud.

Para donaciones

Cristian: 3416629764

Mujeres Poderosas: La Garganta Poderosa

Matías: 3416612031

Aldea: 3416042682 Aldea Solidaria

Dorita: 3415988887 Comedor y Centro Cultural Dorita