Por Santiago Fraga

El nombre de Víctor Buso ya trascendió completamente al barrio Hospitales. Este hombre, al que sus vecinos lo conocían más por su trabajo como cerrajero, se transformó en el personaje a entrevistar por lo principales medios de todo el mundo y una figura para la más prestigiosa revista científica Nature por lograr lo que ni la Nasa había conseguido: capturar la explosión de una Supernova.

La noticia se expandió como pólvora a fines de febrero de este año, y los ojos del mundo se centraron por un momento en la ciudad. Ahora un poco más tranquilo tras el aluvión de entrevistas y contactos, Buso continúa con su vida normal y espera servir de inspiración para todos aquellos que realizan una profesión de manera aficionada, al demostrarles que pueden lograr cosas increíbles.

En Rosario, donde lo más predominante en materia de astronomía es el Complejo Astronómico Municipal (más conocido como el Planetario), existen muchas cúpulas repartidas en casas que son utilizadas por astrónomos aficionados, tal como la que Víctor construyó en su hogar de Entre Ríos al 2900. El problema, consideran, es que “no son muy difundidas”.

“No estamos muy difundidos, pero hay muchas cúpulas en Rosario de actividad privada, y cada vez va a haber más”, anticipó Buso, en la entrevista que brindó en los estudios de Conclusión. Entre todas las que existen, destacó que una se está fabricando ahora, por la zona del ex Regimiento 11, y otra de su amigo José Luis Sánchez, en barrio Matheu, quien es además quien en aquella noche en donde Víctor se da cuenta que la estrella es brillante como una Supernova, le cumple el favor de sacar con su telescopio algunas fotos más para confirmar el descubrimiento.

Muchas personas piensan que Rosario al ser una ciudad que por sus características posee un nivel de contaminación lumínica, se transforma en complicado para la práctica de la astronomía. Justamente, por este motivo, fue que Víctor para su trabajo de observación y captura debió usar tiempos de exposición cortos, y gracias a eso también consiguió captar con total claridad la secuencia que lo haría famoso.

“(La contaminación lumínica) me obliga pero no me anula. Tengo tácticas y hay filtros para eliminar la luz”, contó Víctor.

Cuando aún estaban los dinosaurios

Para explicar la magnitud del descubrimiento de Víctor de una manera simple, él lo detalló de esta manera: “¿Cuánto vive una persona? 80 años… Bueno, hacé de cuenta que nace esa persona y no va a pestañear nunca en su vida, solamente una vez y lo que dura un pestañeo. Yo tengo que estar con la cámara fotográfica esperando toda su vida para que haga el único pestañeo que va a hacer. Es para tener una relación tiempo y magnitud. Esta estrella normalmente vive más de 10 mil millones de años, y la duración de lo que yo registré de la explosión son entre dos y cuatro horas a lo sumo. Esas horas, a diez mil millones de años al lado, la relación es terrible”.

“Cuando salieron esos fotones de esa explosión, de setenta millones de años atrás, acá en este lugar estaban caminando los dinosaurios, pero ahí no termina la cosa. La estrella explotó en ese momento, tuvo que llegar el fin del mundo para los dinosaurios, después nacer de nuevo todas las especies de vida y recién aparecer el ser humano. Pasar toda la evolución del mismo hasta que vino mi abuelo de Italia, él lo tuvo a mi papá, mi papá me tuvo a mí y yo a la noche estaba con el telescopio justo apuntando ahí donde estaban esos fotones con un chiche que tiene el tamaño de una uña”, continuó. Increíble.

Érase una vez…

Toda esta sucesión de hechos fortuitos tuvo un comienzo que se remonta hace muchos años atrás. Cuando Víctor tenía 18 años, un ex alumno del Colegio Cristo Rey, llamado Manzur, le presentó al padre Rogelio Pizzi, un sacerdote aficionado a la astronomía.

En aquel entonces, Buso y Manzur realizaban un curso en el Planetario cuando el mismo todavía no existía.
“Esos cursos eran para preparar a la futura gente que sería empleada del futuro Planetario que se iba a construir. Entonces, Victorio Capolongo hacía un curso de astronomía para que la gente supiera; que no fuera solamente un empleado municipal, sino que tuviera los conocimientos de astronomía. Como no había facultad de astronomía y contratar un astrónomo en ese momento era muy costoso y no tenía sentido, se capacitó a esas personas y los de mejores notas entraban ya como personal y parte del Planetario”, comentó Víctor sobre aquel momento.

Si bien con el tiempo ha leído en muchos libros de historias que las personas del estilo de los sacerdotes, los jesuítas, desarrollaban mucho la astronomía, en aquel entonces le parecía curioso que un sacerdote se dedicáse a la práctica.
Buso, finalmente, conoce al padre, que tenía un telescopio que pertenecía a una cúpula que estaba en La Florida. Al poco tiempo, unas monjas compraron ese inmueble para hacer un hogar y no sabían qué hacer con el aparato, sabiendo que la cúpula la iban a utilizar para la capilla. El mismo, un Stanley de 150mm, inglés, llegó a las manos de Pizzi gracias a que ellas ante su duda contactaron con un sacerdote amigo del padre Rogelio, que decidió comprarlo y regalárselo.

“El padre estuvo años subiendo y bajando el telescopio del piso a la azotea, guardando y sacándolo. Yo lo conocía y ya tenía conocimiento de mecánica, estaba yendo a una escuela técnica, y le digo ‘Mire que yo sé herrería padre, le puedo armar una cúpula así no tiene que armar y desarmar más’. Él me miró con desconfianza, era muy joven yo. Ccomo veía que no aceptaba, le ofrezco pagar la primera parte de los hierros, armarle la mitad de la estructura, para que la vea presencialmente, y si le gustaba él pagaba la segunda parte del hierro y terminábamos de armar la estructura, el esqueleto de la cúpula”, contó Buso sobre lo que sería el armado de otra de las cúpulas más famosas de la ciudad, la del colegio Cristo Rey.

“Ahí aceptó y cuando armé la primera parte se convenció y compramos y terminamos todo el caparazón. Con eso ya armado decidimos entre hacer el techo -de chapa o de lona-. Él habla con el padre rector del Cristo Rey, el padre Moisés, para ver si le permitía, y cuando le muestra lo que habíamos construído lo pone en una encrucijada. Ahí el padre Moisés le dijo que iban a hacer el sacrificio para hacerla de chapa, más costosa pero más duradera y así se comenzó a construir, con la ayuda de unos camioneros amigos, subiendo con soga tres pisos. Cuando estaba ya todo terminado no lo podía creer nadie”, culminó Buso su narración.

Ahí pusieron el telescopio, comenzaron a trabajar y se armó un equipo de trabajo que realizaría campañas de eclipses y fomentaron el armado de observatorios en otros lugares como Funes (donde hicieron y después ellos se independizaron), Arequito y Río Cuarto. Todo esto sería, oficialmente, el inicio de Víctor en la práctica de la astronomía

Un ejemplo de que todo es posible

Más allá de la fama y de ya haber entrado en la historia de la ciencia (por más que en el futuro alguien más logre capturar un momento similar), a Víctor, con toda su humildad, lo que más le interesa es lograr ser un referente para aquellos que practican a alguna profesión de manera aficionada, sin más herramientas que la pasión por lo que hacen.

Buso está en contacto con muchos científicos, ingenieros y astrónomos aficionados del país, y comentó que la alegría de que “uno de los suyos haya logrado esto” es gigantesca.

“Ayer me llamó un muchacho que le gusta la ingeniería, es ingeniero químico, y no anda bien económicamente. Lo incentivé para ayudarlo, a ver que se pueda armar un aparatito mejor, tiene dos chiquitos de un año y meses, y me llamó para decirme que le gustaría hacer algo más grande”, contó el titular del Observatorio Astronómico Busoniano, asegurando que un aficionado siempre pasa por etapas y muchos no se animan a dar el segundo paso.

“Esto es como el Apolo. No es que salió todo el cohete y llegó a la luna. Tuvo que ir quemando etapas hasta donde llegó. Y lo mismo pasa con el aficionado. Tenés la etapa en la que primero comprás un telescopio y ni loco hacés lo que yo hago, te vas a poner a mirar primero, pero yo ya hace más de 20 años no miro más. Ahora miro un monitor, hago todo digital. Empecé con las máquinas baja resolución y ahora cada ocho años cambio o intento cambiar las máquinas, y lucho para ello”, narró.

De esta manera es que él busca incentivar a la gente que realiza actividades mucho más allá de la astronomía. “Hay un montón de gente que calladita está investigando sobre semillas, remedios, o químicos, o metalurgia, o está haciendo un proyecto de una máquina. Estás levantando el ánimo de todos ellos al decirles que un tipo común de la calle logró esto. Yo estoy tratando de tirar muy buena onda con esta Supernova”, concluyó Buso, señalando que lo de él va mucho más allá del simple descubrimiento.

Para ver más sobre la actividad que Víctor realiza, además de contactarlo en su Facebook personal lo pueden seguir a través del Face “Astro Asa”, donde están subidos los desarrollos de todas sus investigaciones y registros.

Mirá aquí la primera parte de la entrevista.

De Rosario al universo: Víctor Buso y la explosión de una Supernova