-Por Marina Vidal- Fotos: Florencia Vizzi- 

Baja el sol y la temperatura parece descender sin escala, sin pedir permiso, dejándole lugar a que el protagonista sea el frío. La noche, la intemperie, la soledad y la angustia se apoderan de la gente en situación de calle. Parece el relato de un capítulo de una novela dramática…y como toda novela tiene un héroe. En este relato, el héroe no es uno solo, son muchos, más de ochenta, y lo más significativo y valedero es que son anónimos.

Las calles de Rosario tiene un grupo de héroes anónimos que salen a recorrerla con el fin de llevar adelante una labor muy difícil de entender: dar al otro sin esperar nada a cambio.

Se trata del grupo de gente que conforma Movimiento Solidario Rosario. Ellos mismos definen la organización como eminentemente solidaria, nacida en el año 2010 para intentar darle respuesta a diferentes situaciones y necesidades que padecen personas, familias y/o instituciones de la ciudad de Rosario y de sus zonas aledañas.

Son un grupo de 80 jóvenes, adultos, profesionales, estudiantes y trabajadores que sienten la responsabilidad de contribuir para que la sociedad sea mejor cada día, y que sienten el compromiso de intentar generar oportunidades para aquellas personas que aún no las han tenido. No pertenecen a ninguna organización política, ni religiosa, ni de otra índole y no reciben subsidios de ningún tipo, ellos mismos sustentan todo lo que hacen y cuentan con la colaboración y la solidaridad de la gente que se acerca espontáneamente para ayudar.

Cada martes y jueves, los chicos recorren las calles de la ciudad para ofrecerles un plato de comida a las personas en situación de calle. Pero no sólo eso, también se ocupan de conseguirles abrigo, facilitarles la realización de algún trámite (como gestionar el DNI), y cualquier otra necesidad que les esté a su alcance solventar.

Todo comienza en un departamentito ubicado en Alem y Montevideo, donde con una cocina tradicional, los voluntarios cocinan lo que distribuirán por la noche a más de cien personas. La premisa es ayudar;  ya sea cocinando, repartiendo en las recorridas nocturnas, en los eventos, en los merenderos o un poco en cada actividad.

Conclusión quiso conocerlos de cerca, saber qué hacían, caminar con ellos y acompañarlos en su accionar.

La ruta comenzó en la esquina de Santa Fe y Suipacha ahí, el pionero de Movimiento Solidario, Ricardo Camarasa, describió como es la logística que emprenden cada noche; “Nos encontramos en Movimiento Solidario y de ahí salimos a las cuatro rutas que cubrimos”.

Están diagramados en cuatro zonas de Rosario, esa noche Conclusión acompañó a recorrer la zona comprendida desde la esquina de la Facultad de Medicina, Hospital Centenario y Terminal de Ómnibus.

El relato no puede expresar a través de líneas, lo que describe a estos chicos, palabras como solidaridad, compromiso, interés por el otro, quedan chicas. Al encontrar alguna persona en situación de calle, el accionar era rápido, organizado y natural. Uno de los voluntarios les acercaba la comida, otro se ocupaba de preguntarle si necesitaba algo, y los demás atentos ante la proximidad de otra persona que lo necesite.

Un dato no menor en esta historia, es que los voluntarios saben todos y cada uno de los nombres de las personas que están en situación de calle. Las miradas de preocupación son latentes pero también de respeto, resaltaba su trato cordial y al servicio de personas que les respondían con gestos de agradecimiento; “Dios los bendiga”, era el denominador común en las respuestas de los indigentes.

Quizá, este vínculo, este diálogo que entabla esa persona que vive en la calle, ese cruce de palabras, es el único acercamiento que tienen con otro durante el día. Los chicos comparten una idea: “No solamente un plato de comida puede ayudar a esas personas, un saludo, una charla, preguntarle como está, esa comunicación tan simple, puede salvarle la vida

Ricardo, o “Richard” como lo llaman todos, insiste en que todos los que forman Movimiento Solidario comparten su mismo sentimiento: “Creo en la oportunidad de igualdad para los demás, creo que a través de la política social se pueden utilizar herramientas para aquellos que lo necesitan, creo en las segundas oportunidades y es todo eso lo que me (y nos) moviliza para hacer algo por la gente que más lo necesita”, define.

En el medio de la recorrida pasó algo inesperado, al pasar por un banco todos los voluntarios comenzaron a aplaudir espontáneamente. La razón se sostenía en una historia que los chicos recordarán siempre. En ese banco, vivía un hombre, Alberto Rolón, un indigente más de todos los que ayudan. Después de un largo y minucioso proceso que llevaron adelante desde el Movimiento, pudieron “sacarlo” de la situación de calle en la que vivía.

“La primera excusa fue la vianda de comida, lo que nos llevó a acercarnos, a partir de allí buscamos la manera de entablar una conversación para conocerlo; luego abordamos su caso preguntándole que necesitaba, le tramitamos el DNI, entre otras cosas para que pueda volver a insertarse en la sociedad. En el caso de Alberto era un hombre que hacía veinticinco años que vivía en la calle y luego de mucho trabajo pudimos ubicarlo en un hogar para que tenga hasta el final de sus días un techo y pueda dormir en una cama. Fue un día de una batalla ganada, relató Ricardo.

La pregunta inevitable hacia los voluntarios fue ¿por qué se unieron?; Valeria March respondió rápidamente: “Me sumé por un amigo y me pareció un trabajo maravilloso, y si bien lo que importa es el otro, a nivel personal es muy gratificante, saber que hay gente que depende de lo que hacemos nosotros para tener en el día un plato de comida te llena el corazón”.

A su vez, no solo hacen las recorridas nocturnas, sábado por medio les dan la merienda  a muchos niños que se acercan al merendero del parque Independencia (Balcarce y Cochabamba). “Es un momento único, los chicos van a tomar la leche, a jugar, ahí se olvidan de la marginalidad, de los maltratos, les enseñamos a lavarse los dientes, las manos, a compartir”, cuenta Valeria.

Otra de las voluntarias, Sofía relató su experiencia remarcando que al principio “le costó adaptarse”, “me hacía mal porque sentía que una bandeja de comida no alcanzaba, llegaba muy angustiada luego de cada recorrida, lloraba pensando que yo en mi departamento tenía una cama, agua caliente, comida, y ellos nada”, describe. Pero la necesidad del otro pudo más, y hoy entiende que esa ayuda que ofrecen “le cambia la vida a mucha gente”.

Por su parte, Lorenzo de 18 años, comentó que se unió porque «sentía la necesidad de hacer algo». «Con la tragedia de calle Salta me hizo un click, ayude y me dije que en vez de quedar ´paveando´ en la computadora podría estar haciendo algo por los demás, en vez de estar quejándome de todo, y sin hacer nada, me tenía que movilizar. Así fue que me acerque al grupo, y no me fui más», cuenta el joven que cada noche acompaña al grupo en su recorrida.

El pedido unánime de todos para los rosarinos es “no ser indiferente ni como sociedad ni como seres humanos”, “no mirar para el costado”.

Todo el que quiera colaborar lo puede hacer a través de www.movimientosolidario.com

Las imágenes que acompañan este informe hablan por sí solas y reflejan una realidad que no es parte de un paisaje, es parte de la ciudad y los protagonistas no son actores, no son “gente de la calle” y nada más, no son individuos que están ahí sin sentir, son personas, seres humanos, como usted lector, como su vecino, como los voluntarios, y como la autora de esta nota.