Leonardo tiene 35 años y padece una patología neurológica: epilepsia refractaria emocional. A pesar de la misma, trata de llevar una vida normal. A diario se levanta y toma el colectivo desde su casa, en Cafferata al 3900 hasta su lugar de trabajo, en 3 de febrero y Laprida. A la tarde, con la misma línea, la 126, hace el camino de vuelta. Sin embargo, desde hace un tiempo ya viven una situación de maltrato, tal cual la define su madre, con uno de los choferes de esa línea que se niega a llevarlo a causa de la patología con la que convive.

«El 9 de septiembre Leo tuvo una crisis en el colectivo, en Doctor Riva y Cafferata, me avisó una vecina que estaba descompuesto. Cuando llegué, lo vi que estaba en el asiento golpeándose, a causa de los movimientos involuntarios que le produce la epilepsia. Ese día, el chofer que estaba me dijo que él no lo llevaba más», contó a Conclusión, Adriana, mamá de Leo.

Según el relato de la mujer, esto comenzó unas semanas antes, cuando su hijo tuvo otro ataque y uno de los pasajeros llamó al 107, lo que provocó un problema con la empresa de colectivos. Y a partir de ese día, ella y su hijo sufren la misma situación de discriminación cada vez que les toca ese conductor.

«El jueves pasado volvimos a tomar el colectivo después de un largo tiempo y yo me tuve que bajar en Avellaneda y 27 de Febrero. Pero Leo seguía», relató la mujer. Y continuó: «Ese día el chofer me dijo que él no lo podía llevar, que no quería problemas. En ese momento le recordé que era un transporte público y él no le puede prohibir viajar. Mi hijo puede hacer una vida normal y puede viajar en colectivo. Después me enteré que todo el viaje, hasta que Leo llegó al trabajo, le estuvo diciendo que era la última vez, que él no lo iba a llevar más y que no podía estar en el colectivo».

Con lágrimas en los ojos y la voz quebrada, Adriana dice entender que algunas personas no saben de qué se trata la patología que tiene Leo, «pero no por eso y porque se haya descompuesto, le van a prohibir viajar en colectivo».

Leo toma el 126 de martes a viernes, a las 8.20 y vuelve en la misma línea a su casa a las 12.40. Son muchos los choferes que lo conocen e incluso, le han preguntado a Adriana como manejarse en caso de que Leo tuviera alguna crisis cuando ellos estuvieran al volante. «Por eso te digo, yo no se que le pasa a este muchacho, a este chofer, yo le ofrecí explicarle qué y como hacer, pero no quiso saber nada«.

«No quiero seguir bajando la cabeza»

«La epilepsia es horrible, nadie sabe lo que es ver a tu hijo convulsionar, salvo los que lo vivimos. Pero nadie sabe lo que nos pasa. Entonces, yo no entiendo por qué este maltrato, porque nosotros lo vivimos como un maltrato, no entiendo por qué tenemos que vivir estas situaciones» se quejó Adriana.

También reconoció que hay gente solidaria, que quiere colaborar y ayudar, que han ayudado a su hijo cuando ha tenido algún ataque en la calle o estando solo.

«Leo vivió muchas situaciones de discriminación por esta condición, y su hermano también. Hace 35 años que la venimos peleando y lo que yo busco es que mi hijo pueda tener un poco de libertad, una vida lo más normal posible. Yo no quiero seguir agachando la cabeza cuando me pasan estas cosas, y no quiero que él tenga que seguir agachando la cabeza. Las personas que tienen epilepsia tienen una patología pero tienen todo el derecho a tener una vida normal».