Por Jennifer Hartkopf

Llegaron a la Argentina sin saber una palabra de español, pero decididas a ser pioneras en la educación de un país recién fundado. Dejaron de lado un mundo previsible para trasladarse a la aventura. Algunas quedaron contentas con ello, mientras otras lo vivieron como una mala experiencia; algunas se casaron y otras se hicieron amigas. Algunas vivieron en el país hasta el día de su muerte y otras lo abandonaron a penas finalizado el contrato. Pero todas marcaron el diseño del sistema educativo que, a principios del siglo XX, permitió el funcionamiento del gran dispositivo integrador que fue la Argentina con la llegada masiva de inmigrantes.

MAESTRAS_SARMIENTO09En recuerdo de estas seis maestras, Luis Blotta Stengel, por simple motivación personal, decidió realizar una recorrida por la necrópolis de buelvar Avellanda al 1850, Cementerio de Disidentes, donde yacen seis de las 65 docentes que llegaron desde Estados Unidos para implementar la educación normal en Argentina.

En un intento por recuperar su historia, y evitar que la misma quede en el olvido, Luis acudió al cementerio junto a un grupo de personas que él mismo invitó por Facebook y ofició de guía turístico, contando a los presentes, lo que considera “la historia de un vacío”. En una entrevista exclusiva con Conclusión, Blotta Stengel brindó detalles de una etapa casi oculta para los argentinos y describió aquellos años perdidos.

Haciendo memoria

La historia debe remontarse a la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, e incluso antes, cuando el educador fue representante diplomático de Estados Unidos. La historia comienza en 1845. Ese año Sarmiento, exiliado en Chile, viajó a Europa y a Estados Unidos para indagar sobre los últimos métodos de enseñanza. Pero fue en el país del norte donde Sarmiento encontró lo que quería: un sistema con fuerte hincapié en la formación docente para educar a toda la población, poniendo como máximo objetivo que nadie fuera analfabeto.

Asimismo, se encontró allí por pura casualidad con Horace Mann -reconocido posteriormente como padre de la educación estadounidense- y con su mujer, Mary Peabody, quien hizo de intérprete entre ambos, ya que ella, al igual que Sarmiento, hablaba muy bien el francés.

Sin embargo, fue recién a partir de 1868, con Sarmiento como presidente, cuando las ideas comenzaron a concretarse.

Primeros pasos

Entre 1869 y 1898 llegaron a la Argentina 65 docentes: de ellos 61 eran mujeres y sólo cuatro eran hombres. Todos tenían contratos por tres años, pero la historia indica que sólo 16 regresaron a su país cuando concluyó el mismo. En tierra adoptiva cinco murieron en los primeros años, principalmente de fiebre amarilla y cólera. Se sabe que 36 enseñaron durante 13 años en Argentina, y 20 se radicaron y murieron en el país. Al menos cinco se casaron en Argentina, aunque no con argentinos.

El mismo Sarmiento realizó algunas entrevistas a las maestras. El sueldo que les ofrecía funcionó como un gran atractivo: en Seattle era de 50 pesos oro mensuales, mientras que él ofrecía el doble y aún el triple. Debían provenir de buenas familias, ser jóvenes, solteras y bien parecidas. Tales requisitos apuntaban a que actuaran como un atractivo hacia la profesión docente en las niñas argentinas.

Así, el 13 de junio de 1870 se crea la Escuela Normal de Paraná -escuela madre de las demás escuelas normales y la primera creada con base científica- a los fines de formar maestros competentes para las escuelas comunes. Terminado el ciclo, los egresados se comprometían a dedicarse, durante seis años, a la enseñanza pública en las escuelas comunes. 3

“El normalismo sería la maestra descalza, a quien parangono con el médico descalzo de China: la fabricación de un paramédico, que acá sería una paramaestra, realizada en tiempo récord, lo que significa una mujer de 15 o 16 años que alfabetiza”, agrega Luis al relato.

“Las hijas de Sarmiento”

Empezó a llamárselas con ese nombre y debieron soportar prejuicios de algunas damas de sociedad, alarmadas por su credo protestante, ya que “de los 65 docentes que vinieron a la Argentina sólo 5 fueron católicos”, precisó Luis y añadió: “Lo que revela que no había ningún deseo por parte de Sarmiento de que en la convocatoria y en el contrato se especifique de que debían ser católicas. Sarmiento no estaba a favor de mezclar religión y educación”.

Parte de esa historia se desarrolló en Rosario a través de 16 docentes; seis yacen hoy en el Cementerio de Disidentes: Sara Strong, Virginia Disisway, Clara Gilles, Jennie Hunt, Guillermina Tallon, María Ann Gilles.

“Fueron enterradas allí porque estaba totalmente prohibido enterrar a quien no fuese católico en determinados cementerios”, explicó Luis. “Era escandaloso -continuó- el trato de muchas autoridades sobre las maestras estadounidenses. Cuando empezó el ferrocarril, las empezaron a traer a Rosario o a Capital Federal, por eso a lo mejor no hay muertos en otros lugares”.

Sarmiento en la mira

Una de las cosas que más le cuestionaron de esta política fue su “afán extranjerizante y antinacional”. En palabras de Arturo Jauretche: “Para Sarmiento, la cultura que tenía en la raíz (la propia del país) fue incultura en cuanto no coincidía con lo nuevo (las ideas importadas). Ocurrió aquí lo inverso que entre los griegos, para los cuales lo bárbaro era lo exótico a la Hélade, y lo culto lo propio. Esta es la raíz del dilema sarmientino de ‘civilización’ o ‘barbarie’ que sigue rigiendo a la ‘intelligentzia’. Se confundió civilización con cultura, como en la escuela se sigue confundiendo instrucción con educación. La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo al indígena que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa, y no según América.” (“Los profetas del odio”).

No obstante, Luis señala: “Introdujeron cuestiones antes inexistentes en las escuelas de este país como el desarrollo artístico, el sentido de la responsabilidad, la puntualidad, la asistencia a clase, el aseo personal, el orden, el trabajo manual, la gimnasia, cuadernos de trabajo, deberes escritos, bibliotecas escolares, excursiones educativas. Desalentaron el aprendizaje de memoria y contribuyeron a jerarquizar el rol del docente”.

“Además los yanquis tomaron el modelo del sistema educativo de un modelo prusiano, es decir que siempre hay una madre, un modelo a seguir”, apuntó.

Apenas un registro

“Los Estados Unidos han mantenido más historia, y una producción latente sobre las maestras yanquis en Argentina que nosotros, que no hemos hecho prácticamente nada. Desde Argentina hay muy poco trabajo”, admitió Luis indignado.

“Sacando al historiador argentino, Ernesto Ciunne, el esfuerzo que se ha hecho por recopilar información es muy pobre”, se lamentó y siguió: “Estas docentes forjaron las bases del sistema educativo argentino y casi no hay registro de ello”.

La única de todas las docentes emigradas que relató la experiencia fue Jennie Howard, quien publicó un libro relatando su llegada a la Argentina y sus primeras andanzas. Allí puede leerse: “Algunas de estas mujeres -docentes estadounidenses- aceptaron el ofrecimiento inducidas por un espíritu de aventura o por el deseo de cambiar de escenario; otras por las perspectiva de llevar a cabo un trabajo mejor en tierras menos cultivadas, donde los resultados podrían ser reconocidos más rápidamente; otras quisieron ampliar horizontes, en un impulso de ayudar a aquellos menos favorecidos en los adelantos educativos”.

Luis Blotta Stengel, oriundo de San Nicolás, en su infancia, con 11 años, fue designado para hablar de las cuatro maestras yanquis que ejercieron en su ciudad. “Me puse en contacto con el historiador José Emiliano de la Torre, quien había escrito la biografía de estas cuatro docentes, y él mismo había hablado con Howard, por lo que conocí detalles que no estaban en ningún otro lado”, cuenta fascinado.

Tal vez por su infancia, tal vez por pura casualidad, o por simple interés, Luis Blotta Stengel, ingeniero agrónomo especializado en suelo, siente que el país está en deuda con estas docentes y en su memoria, hará todo lo posible para que la historia de ellas no se la “historia de un vacío”.