Por Graciana Petrone

En la debacle de 2001 Carlos Mieres, o “El Manco”, como lo conocían todos en el corazón de Empalme Graneros, pensó en cómo salir adelante con los casi nulos recursos que había en el territorio: quien tuviera un caballo y un carro podía cartonear y vivir del reciclaje, pero para que la actividad rindiera había que saber de separación de residuos, además de cuidar, alimentar y mantener a los animales. En aquel tiempo muchos lo tildaron de loco. ¿Vivir de la basura? Sí. La Cooperativa de Trabajo de Cartoneros Unidos o “La Cope”, anclada en cercanías de Juan José Paso y las vías, en el límite norte de barrio industrial, con el paso de los años le dio la razón. El lugar no sólo es un punto estratégico que funciona de manera organizada con más de 450 familias que viven de su trabajo de recolectores con dignidad, sino que allí además funciona un comedor donde se entregan raciones para más de 600 adultos y niños que van a buscar el almuerzo y merienda para los más chicos.

“Él no había ido a la escuela, no tenía estudios, pero tenía la educación de la calle”, dijo a Conclusión Mónica Patricia Crespo, compañera de vida y militancia de Mieres hasta el final de sus días cuando contrajo covid en 2020. Murió dos días antes de que le llegara el turno para la primera dosis de la vacuna y falleció en su ley: como tenía movilidad y la pandemia no sabe de hambre, él era quien repartía los almuerzos, frazadas o medicamentos a las personas que estaban aisladas o con distintas imposibilidades para acercarse hasta “La Cope”.

>Te puede interesar: Vecinos de zona sudoeste reclaman agua potable desde hace dos décadas

“Abrazar” y entender al otro

“No nos alcanzan las manos para abrazar tanto dolor”, dice Mónica, referente principal de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores en Rosario y también de la Unión de Trabajadores Excluidos (UTE). Militante y luchadora a partir de los fatídicos años 70, que no detuvo su trabajo barrial desde entonces. Con esa frase resume una labor que deja a la vista lo que muchos parecen no ver en donde juegan discursos difusos, y en este punto coincidieron todas las entrevistadas, integrantes de la Cooperativa de Trabajo de Cartoneros Unidos: “Dicen que hay que lavarse las manos para prevenir el coronavirus, pero en los barrios no hay agua…”.

Mónica Crespo

Consultada sobre las carencias que afectan a gran parte de la población de distintas zonas de la ciudad, Crespo dice: “El ser humano nace bueno, pero si lo privamos de los derechos indispensables y necesarios para un ser humanos, se crea resentido y después decimos ‘es un negro de mierda’. Pero nació bueno. La sociedad y el entorno no le dio un lugar mejor. Al pibe se lo trata con amor, al pibe hay que educarlo y darle de comer de verdad”.

Y agrega que en el comedor Micunumi de “La Cope” se les da carne y verdura: “No queremos darle harina porque no vamos a sacar ingenieros dándoles harina. Yo crecí en la zona sur y allá por los años 1978 y 79 salieron grandes abogados de la villa, pero no vivíamos en este estado de desesperación. La gente está mal. Si no partimos desde la base del amor, acá no hay empatía porque esto se vino haciendo desde hace mucho tiempo. Nosotros tratamos de dar vuelta la tortilla”.

La vida de cartonero

“A nosotros nos decían ‘mirá los cartoneros que torturan animales’, y fuimos cambiando la forma, pero no podemos cambiar de barrio porque somos humildes y venimos de familias humildes, pero no por eso tenemos que ser asesinos ni ladrones. Pedimos siempre que se nos diera la oportunidad de trabajar dignamente y ayudamos también a la sociedad porque enseñamos a reciclar, enseñamos a vivir, pero como vivís en un barrio popular ya te señalan”, menciona Crespo, y recuerda que conoció gente que tuvo que poner otra dirección en su currículum para conseguir trabajo “porque si venís de un barrio popular no te toman”.

“Es muy triste. No hay amor, no hay empatía y nada se puede formar si no hay amor. Yo estoy en el sector cartonero porque es donde me siento mejor, defendiendo a los negros, pero yo sola les puedo decir así, porque los amo de corazón y sé que me voy a morir pobre, porque cuando murió Carlos (Mieres), que supuestamente era el empresario de los carros y que vendía droga y que supuestamente era la peor basura, no teníamos ni para el cajón, pero teníamos a mucha gente buena que nos conocía y pusieron cada uno un granito de arena y tuvo una tumba digna”.

>Te puede interesar: Fuerte reclamo por la inseguridad en los barrios: «Estamos en una crisis social mucho más profunda que la pandemia»

Por el trabajo digno

Actualmente la cooperativa reúne a 450 familias. Hay una prueba piloto que funciona en forma conjunta con un área municipal en donde  promotoras pasan casa por casa y les enseñan a los vecinos a reciclar y a separar. También, a través de la Federación de Cartoneros, se trabaja en otros tres puntos de la ciudad.

 

Frente a la situación que se vive en el corazón profundo de los barrios, Crespo no deja de expresar su agradecimiento a quienes desinteresadamente colaboran para poder llevar el comedor adelante, como también a los agentes de Tránsito que les dieron clases a los cartoneros de conducción de las motocicletas con carro para recolectar material reciclable. “Los pibes entendieron por qué tenían que tener el carné y ellos mismos se pagaron con su trabajo lo que vale sacar la licencia”. También destacó “la mano terrible” que reciben de la provincia para poder llevar adelante la cocina del comedor.

“Hoy nos está haciendo falta una galería o una media sombra para que la gente del barrio tenga dónde resguardarse cuando llueve mientras espera por su ración de comida en la puerta. Porque acá te mata el hambre, te mata el plomo, te mata el covid, pero, sobre todo, te mata la indiferencia, sentenció Crespo.

Ser parte de “una familia”

Eli es de Empalme Graneros. Llegó a la Cooperativa de Trabajo de Cartoneros Unidos a pedir ayuda y se quedó, como una forma de devolver todo el apoyo recibido. Cocina y colabora en el comedor comunitario. Cuando cuenta su proceso en la Cooperativa no puede contener las lágrimas. “Es una familia, yo no llegué como estoy ahora, cuando llegué estaba destruida, me ayudaron y hoy puedo decir con orgullo que soy la cocinera y me aceptaron y me recibieron como si fueran mi familia”.

 

>Te puede interesar: Reclamo vital: alarmante falta de agua potable en barrios rosarinos

Por otro lado, la mujer denunció que en la zona donde vive hace cuatro años que están sin agua. Un problema recurrente que padecen los vecinos. 

 

Sole es otra de las colaboradoras de La Cope. Es de barrio Casiano Casas o “de Puente Negro, como lo conocen algunos”.  También trabaja y cocina en el comedor y entrega las raciones a cientos de personas que van cada mediodía a buscarlas. Con esfuerzo pudo pasar de tener una casa de chapa a una de material, lo que cuenta con orgullo. “Hoy miro mi casa y a veces no lo puedo creer”.

 

Juli es militante de la UTE, llegó a La Cope en 2016 para dar un taller de alfabetización y se quedó. Para ella el espacio es parte de su vida. Destacó el relevamiento que se hizo en los barrios para detectar cuáles eran las carencias más urgentes y de allí se dio el puntapié inicial para el programa “Mi pieza”, al que se adhirieron cientos de personas en distintos barrios que pudieron acceder a tener un espacio más en sus hogares.