Por Jennifer Hartkopf

“Un niño que ama a un animal, cuida a un animal y lo respeta, es un adulto que jamás en la vida va a agredir a nadie”, sostiene convencida la psicóloga clínica, psicoterapeuta, profesora de filosofía y rescatista de gatos María Eugenia Chaudesaygues, mientras bebe un café y come una factura en el bar “El Molino” ubicado en Tucumán y Corrientes.

Fanática de los gatos desde pequeña, y una estudiosa de sus comportamientos, hábitos, formas de recuperación y crianza, Chaudesaygues decidió un día combinar sus dos pasiones: los felinos y la psicología. Así, se convirtió en la primera mujer en llevar adelante en Rosario lo que ella denomina la “felino terapia”, un modo inédito de hacer psicología con niños.

“Partiendo de la base de que un gato en su psicología es como un niño de 4 o 5 años, y de la posibilidad empática que tiene con el niño, me animé a trabajar de esta manera -felino terapia-”, contó recordando sus primeros pasos, cuatro años atrás.

gato3Profundizando sobre el tratamiento, explicó que la terapia asistida con el gato se focaliza sobre todo en la enuresis (dificultad para controlar la orina), la encopresis (dificultad para controlar la materia fecal) y las fobias. “Utilizo esas patologías porque necesitan la intervención del humano. El niño se identifica instantáneamente con el gato porque lo ve indefenso, temeroso, narcisista, y el gato no le está encima y no lo molesta, entonces se identifica al animal y vía esa identificación es donde trabajo sobre el animal en las cuestiones de controles de esfínteres, y sobre el niño en las cuestiones puntuales de su problemática. Lo mismo con las fobias”, detalla la especialista.

Bajo la modalidad de taller, los niños que realizan la felino terapia siempre se llevan como premisa alguna producción: “La idea es que el registro de la terapia, individual y de una hora, sea que se construyó y se produjo algo”.

“Hacemos historias, representaciones, máscaras, cuentos, distintas estrategias donde siempre aparece la presencia del gato, porque yo lo utilizo como un elemento de identificación del niño”, amplía Chaudesaygues sobre la modalidad del trabajo y en seguida explica: “Un niño que tiene un conflicto es difícil que haga una transferencia total a uno. Por eso siempre hay que terciarizar la relación, siempre hay que utilizar una herramienta, de ahí la modalidad de taller. Y esto les hace de refuerzo identificatorio y les refuerza el yo, les absorbe la angustia. Yo nunca trabajo con un niño sentado hablándome de sus problemas porque nunca voy a lograr nada; la resistencia es tremenda”.

“Los gatos logran desarrollar en el niño un montón de sentimientos que tienen guardados y que muchas veces, sin este tipo de estímulos, no proliferan”, advirtió.

Luego, hace una pausa y reflexiona sobre los tiempos que corren  y su profesión. “Ahora hay todo un nuevo paradigma en torno a la psicología”.

— ¿Podría profundizar esta idea?

— Ya el psicoanálisis tradicional no alcanza, porque estamos en una nueva era que tiene que ver con el manejo de la energía, con la cuestión del universo, con un nuevo modelo psicosocial y espiritual. Con espiritual me refiero no al espíritu que nos vincula filosóficamente a la religión, sino el que nos vincula con esta energía que nos une a la energía del otro y a una energía del cosmos. La psicología tiende a ese nuevo lineamiento; el diván no sirve más. Hay que abrirse a estas nuevas terapias y la felino apunta, entre otras cosas, a este manejo de las energías. Siempre provoca en el niño grandes efectos. Un niño que ama a un animal, cuida a un animal y lo respeta, es un adulto que jamás en la vida va a agredir a nadie. Son niños que no cometen bullying, que no permiten ser agredidos tampoco, que saben respetarse, que desarrollan un lazo de amor, de empatía, de compañerismo y de responsabilidad con el animal y creo que esos son los valores que se fomentan desde el psicoanálisis nuevo y desde la educación.

Chaudesaygues vive con sus hijos: tres niños y 20 gatos. Los hay bebés, preñadas y discapacitadas. También salvajes y gatos adultos. Unos y otros forman parte de la gran manada.

“De los 20 gatos que tengo, 17 ya son míos porque por distintos motivos no fueron adoptados, así que me hice cargo y ya viven en casa. Los otros tres están en adopción”, cuenta con una sonrisa en el rostro a Conclusión.

A pesar de ser una gran familia, no todos participan en la felino terapia. “Con encopresis y enuresis trabajo con gatos bebés y las fobias, con gatos discapacitados: Leonela y Noel, porque al ser discapacitadas los chicos no le temen porque están quietas y no les representan una amenaza sino que despiertan otros sentimientos y vía esos sentimientos puedo trabajar y canalizar la angustia. No trabajo con gatos adultos”. gato2

— Usted señala que los gatos que participan de la terapia deben presentar determinadas características, ¿pasa lo mismo con los pacientes?

— La felino terapia no se puede usar con todos los pacientes: no con autistas, ni con esquizofrénicos, ni con paranoicos ni con niños que tienen alguna perversión. El trabajo con felinos es exclusivamente con niños neuróticos, de entre 3 y 12 años.

— ¿A qué se debe esta ‘selección’?

— Porque el gato moviliza una energía demasiado fuerte, sobre todo en su mirada. Eso a un niño psicótico, autista, lo sumergiría en el peor de los infiernos, lo haría sentir expuesto y devorado por esa mirada. En casos así, sí se puede trabajar con perros, porque el perro representa más a un par, a un semejante, un doble del yo que refuerza algunas cuestiones. En cambio el gato te absorbe, convirtiéndose en un objeto persecutorio para un paranoico, desarmándolo físicamente a un esquizofrénico y ahogando en la peor de las crisis a un autista. Por el narcisismo que tiene el gato, no es para trabajar con patologías severas en niños, mucho menos en adultos.

— Estas son algunas de las limitaciones de la felino terapia, ¿cuáles podrían ser los principales beneficios?

— He escuchado gente ridícula que ha criticado la terapia asistida con animales, diciendo que se los hace trabajar de la misma manera que un circo, lo cual es una barbaridad porque es todo lo contrario, uno no lo usa como un objeto lo usa como un canal; canaliza al paciente a través del animal, moviliza ciertas cuestiones y beneficia al animal porque por la relación que generan retroalimenta al animal de energía. El animal capta esta energía de sanación que produce y le vuelve a él como sanación propia.

A modo de cierre, la psicóloga Chaudesaygues recomendó que “cuanto más temprano un niño tenga contacto con un animal mejor: desarrollará más la empatía y la autoconfianza, porque siente que alguien lo necesita, que es bueno para alguien y que puede cuidarlo y hacerse responsable. Hace que niños que viven en situaciones tremendas, de maltrato, de abuso, de dolor, puedan superar sus propios infiernos y el día de mañana no se conviertan ellos mismos en el infierno de otros. El contacto con un animal siempre saca lo mejor de uno, más allá de del infierno en que uno viva, nos rescatan”.

Mirá el video de una paciente, de 12 años, con problemas de fobia trabajando con Noel: