“Acá violaron a mi hija de 8 años”, comenzó diciendo Ángela Robiola. A su alrededor una decena de personas reclamaba estruendosamente en la puerta de una pensión de Laprida al 1100, pleno microcentro de Rosario.

Los manifestantes cortaron la calle, quemaron gomas y pintaron con aerosol las paredes del inmueble con la leyenda: “Violador”.

En el lugar vive la hija de Ángela con su padre y su abuela. Las violaciones, por parte de un hombre de 44 años amigo del padre, habrían comenzado hace tres meses, pero recién el miércoles la niña lo habría contado a la madre, según indica la propia mujer.

De acuerdo a la información recabada, el lugar es administrado por un cura, quien cobra por el alquiler de las habitaciones.

«El cura, con total cinismo, le preguntó al violador qué intenciones tenía con mi hija. Y le dijo que cuando fuera grande se podían casar. ¿En qué cabeza cabe eso?”, expresó en diálogo con Conclusión, la madre de la niña presuntamente violada.

La mujer afirma que realizó ya realizó la denuncia. E incluso dice que fue a buscar al supuesto abusar a su trabajo pero la policía la sacó del lugar.