Por Florencia Vizzi

Juan Carlos y Gisela se conocen de toda la vida, crecieron en barrio Industrial, se cruzaron en la secundaria y tiempo después en la escuela de cocina. Él está desocupado y sobrevive con alguna que otra «changa» de albañilería, ella es madre soltera, empleada y también se las ve en figuritas para llegar a fin de mes. Pero no terminan ahí los puntos en común y los intereses compartidos, sino que hay una onda vocación solidaria que los ha unido en este último tiempo, y también, los ha transformado.

Tras el cierre de un merendero en la zona, desde hace poco más de un mes ambos empezaron a construir un gran proyecto colectivo: La Aldea Solidaria.

El puntapié inicial lo dio Juan Carlos. «A veces uno ve que está todo mal, que hay grandes necesidades y surge ese deseo de ayudar. Yo nací en ese barrio, hace 41 años, en la zona de Juan José Paso y Travesía, y el comedor está a cinco cuadras de allí», relata.

«Todo empezó casi de casualidad. Yo soy cocinero y había juntado una gran cantidad de comida para una actividad solidaria, de la que me sobró bastante. Entonces, hablé con un muchacho del barrio y le dije que le parecía si agarrábamos todo eso y se los llevábamos a la gente de la zona que está sin trabajo».

Y así se plantó la semilla. Juan Carlos cuenta que ese vecino les prestó su casa y ahí organizaron la repartija. «El tiene una casilla muy chiquita y humilde. Ahí pusimos todo arriba de una mesa y fuimos avisando a los que a él le parecía que más necesidades tenían».

Ese día repartieron todo lo que había, pero quedó mucha gente que no recibió nada. Entonces, Juan Carlos tuvo otra idea. «Estábamos a tres días del 20 de junio. Así que les dije a todos: ‘esto no queda acá, el martes festejamos el Día de la Bandera con un locro para todo el barrio».

El muchacho reconoce que «se mandó un poco sin pensarlo». «La verdad es que me fui de ahí re contento, por lo que se había generado ese día, pero a la vez, preocupado, pensando cómo iba a conseguir todo lo que necesitaba porque si bien a veces se consiguen donaciones, está claro que es mucho más difícil conseguir carne y esas cosas», contó. «Y bueno, relata Juan Carlos con una sonrisa, obviamente terminé comprando la carne yo, pero el locro fue todo un éxito. Cocinamos en la calle, con una olla prestada y leña, la gente del barrio se sumó a ayudar… salió riquísimo y desde ese día, seguí volviendo».

La red solidaria

Todos los sábados, desde el día el locro, Juan Carlos y Gisela llegan al barrio Industrial, en la cercanía de Juan José Paso y las vías, poco antes del mediodía, y con un poco de leña, en el piso, y  una olla prestada, cocinan con lo que se puede. Pero eso es parte de un largo proceso que se desarrolla durante toda la semana. Conseguir donaciones y a partir de eso armar un menú, recorrer verdulerías, mercados, sindicatos, instituciones públicas y privadas, conseguir vehículos para trasladar esas donaciones, buscar ropa, contactar con otra gente que se dedique a lo mismo y que los pueda asesorar…

«Yo creo que lo más increíble es ver lo que ocurre con la gente, la respuesta, la solidaridad, las ganas de ayudar» señala Gisela.

«Fabián, un vecino del barrio abrió las puertas de su casa, dónde se cocina y se reparten las raciones, el comedor Corazón Solidario, de barrio Cristalería, nos prestó ollas, Facundo, que dirige el comedor Dorita, comparte con nosotros sus donaciones y nos prestó sillas y tablones», relatan. Es como una red de seguridad, casi invisible pero siempre presente.

«Empezamos cocinando para 50, hace 40 días. Pero ya son más de 100 personas las que vienen a buscar su ración de comida. Es un barrio en el que hay mucha necesidad, es gente que antes sobrevivía haciendo changas y pequeños trabajos informales, y que ha perdido esa pequeña fuente de ingresos en los últimos tiempos», cuenta Juan Carlos, sin poder evitar que se le llenen los ojos de lágrimas. «La verdad es que es un hecho traumático en algún punto, pero a la vez, uno también recibe, recibe muchísimo».

«Es algo muy contradictorio lo que se siente, agrega Gisela, porque no está bueno que nosotros tengamos que hacer esto para que toda esa gente pueda tener un plato de comida caliente, lo ideal sería que nadie necesitara de esta ayuda y tuvieran su trabajo digno que les permitiera vivir dignamente. Pero a la vez, hay esa sensación de contención, de estar juntos, de ver que todos quieren colaborar… »

En ese punto, Juan Carlos recuerda que la gente que presta el lugar para que puedan preparar la comida también están desocupados y tienen una nena que cumplía años hace unas semanas atrás. «No tenían nada de nada para festejarlo, así que se me ocurrió hacer una torta. Y bueno, no sé si es mucho, pero ellos cuando vinieron  a buscarla se emocionaron muchísimo o sea, les significó algo importante. Entonces eso quiere decir que siempre se puede hacer algo, siempre, aunque sea una torta, siempre se puede» enfatiza. «Hay que salir de ese lugar de comodidad, de decir no se puede hacer nada o de esto se tiene que encargar del Estado. El Estado no se encarga, es un Estado ausente. Hay que recuperar la preocupación por el otro, eso de poner la mirada en quien está a nuestro lado».

«Y claro, asiente, Gisela, y eso es lo que nos conmueve, la solidaridad que hemos encontrado en el camino. ¿En qué te puedo ayudar? ¿que necesitan? esas son preguntas que nos siguen donde vamos. Y te puedo asegurar, afirma, que los que menos tienen, son los que más voluntad de colaborar muestran».

Siempre hay alguno que se va sin nada

«Esto es un trabajo de hormiga, como tenemos una sola olla y una sola hornalla, a veces cocinamos algunas cosas durante la semana, congelamos y luego llevamos y terminamos de preparar el sábado en el barrio», explican.

«Nosotros nos dedicamos toda la semana a esto. Cocinamos un sólo día, pero de domingo a viernes nos dedicamos de lleno a buscar donaciones. Y cuando llega el sábado, se concreta», dice Juan Carlos. La verdad es que allí hay gente fantástica maravillosa, que vive muy estigmatizada, pero en su gran mayoría son trabajadores llenos de necesidades»

La gente que va a retirar raciones de comida crece semana a semana. Y cuando la olla se vacía es, probablemente,el momento más difícil. «Nosotros llenamos un recipiente por familia, pero siempre falta comida y hay mucha gente que se va con las manos vacías», relatan entre los dos. «Cuando no hay más tratamos de darle aunque sea algunos de los paquetitos que nos han quedado de las donaciones, y tratamos de que puedan llevarse algo. Pero la verdad es que no alcanza, y siempre hay alguno que se va sin nada».

Día del niño

El sábado 12 de agosto, la Aldea Solidaria planea festejos del  Día del Niño para todos los chicos de Barrio Industrial. «La idea es que todos los niños puedan ver títeres, disfrutar un pelotero y al menos, llevarse una golosina», cuentan los amigos. «Por eso, más que nunca, pedimos que nos den una mano y colaboren con lo que tengan. Juguetes, leche, ropa, golosinas, todo es bienvenido».

«Para sumar al mediodía para cocinar necesitamos latas o botellones de tomate … LECHE EN POLVO con mas urgencia», cuentan en su Facebook. «Pero sabemos que los chicos merecen más que eso por eso invitamos  a todos a darnos una mano:necesitamos  golosinas, juguetes, galletitas, turrones, juguetes,útiles escolares, jugos ….todo es bienvenido. Ese día, además, habrá pelotero y  show de títeres.

Para colaborar con el proyecto de la Aldea Solidaria, pueden comunicarse desde el facebook La Aldea Solidaria.