Por Alejandro Maidana

Las y los pibes, nuestras pibas y pibes, los más vulnerables, los invisibilizados en muchas oportunidades, y en otras decididamente corridos a los márgenes de un mundo adulto-centrista que avanza indefectiblemente a condenarlos una y otra vez a transitar un presente atravesado por la insensibilidad.

Mientras que el deleznable contexto pandémico dejó al desnudo a las muchas veces maquillada desigualdad, las decisiones de fondo (políticas) para poder torcer un rumbo deshumanizante, siguen brillando por su ausencia. La condena de los oprimidos, de los olvidados, de los desechables, tiene sentencia firme.

Según el informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, el 60% de los niños y jóvenes del país es pobre. Un dato, un mazazo al individualismo, la mezcla justa de desidia y mezquindad arrojaría el más dañino de los resultados, ese que suele hacernos refunfuñar por lo bajo, pero tan solo unos segundos.

 

Unos de los países <potencialmente> más ricos del mundo, pero a la vez uno de los más desiguales, alcanzaría un nivel de pobreza del  44,2% mientras que la indigencia arrojaría un demoledor 10,1%. Por otro lado, los niveles de desempleo están alrededor del 14%. Estos porcentajes significan que 20,3 millones de personas no pueden acceder a todos los elementos de la canasta básica como los alimentos necesarios para una buena nutrición, al sistema de salud y a la vivienda digna. Además, cerca de 2,7 millones de ciudadanos se encuentran sin trabajo.

Sin embargo, lo verdaderamente indigerible tiene su anclaje en la pobreza de los niños y jóvenes de hasta 17 años que llega al 60,4%. Es decir que 6 de cada 10 chicos en Argentina son pobres. Cuesta creer que el sector político y empresarial no sienta al menos un miserable vestigio de vergüenza y desazón, la inviabilidad de este país se consolida a través de cimientos que parecerían inamovibles.

La matriz productiva ha demostrado con creces ser un verdadero fracaso, el modelo agroexportador solo ha servido para concentrar privilegios y cosechar pobreza y exclusión. No hay más tiempo, mañana será tarde, los eslóganes deben ser desechados definitivamente de un debate que necesariamente, debe nutrirse de herramientas concretas que empujen un cambio de paradigma a la hora de relacionarnos como humanos.

Un arcoíris que promete ponerle color a una lúgubre existencia

En Rosario como en cada punto de este expoliado país, las trincheras solidarias se siguen levantando como verdaderos muros resilientes que buscan transformar la desesperanza en sueños. Así es como en Barrio Bonano (Campbell 4113) un grupo de seis personas convirtieron las palabras en hechos, dándole vida en plena pandemia a un taller al que denominaron Arcoíris.

El taller arcoíris nació en plena pandemia, fue y es un espacio de contención para los niños, empezamos con 30 chicos y hoy son casi 75

 

“El taller arcoíris nació en plena pandemia, fue y es un espacio de contención para los niños, empezamos con 30 chicos y hoy son casi 75. Comenzamos una vez a la semana, siendo el  sábado el día elegido, pero por la demanda debimos agregar martes, y jueves (con apoyo escolar)”, le dijo a Conclusión Graciela, integrante de un sueño que busca romper con la superestructura de la marginalidad.

 

Los tres días de la semana realizamos juegos con maderas recicladas, y a la merienda la elaboramos con donaciones que nos fueron llegando

Un camino independiente del Estado, un sendero que persigue expandirse desde el apoyo mutuo y la solidaridad. “Los tres días de la semana realizamos juegos con maderas recicladas, y a la merienda la elaboramos con donaciones que nos fueron llegando. Somos totalmente independientes, no recibimos ningún tipo de ayuda por parte del Estado”, enfatizó.

Nuestro objetivo es que haya menos niños en la calle, y que estos puedan disfrutar de su infancia sin condicionamientos.

Desde el Taller Arcoíris están llevando adelante una colecta de útiles escolares con la intención de fortalecer las actividades culturales. “Es menester contar con los mismos para que las y los niños que se acerquen al taller puedan tener a su alcance todo lo necesario. Por ello necesitamos lápices, pinturitas, gomas, sacapuntas, ceritas, tijeras, plasticolas y todo tipo de hojas. Nuestra idea es fomentar la lectura en los niños, y que también puedan disfrutar de pintar y dibujar. Nuestro objetivo es que haya menos niños en la calle, y que estos puedan disfrutar de su infancia sin condicionamientos”, concluyó.

Para donaciones  comunicarse al 341-3814909