Por Marina Vidal

Olor a café, las paredes de ladrillo visto y los grandes ventanales invitan a acompañar el movimiento de la agitada esquina de Tucumán y Corrientes. Los mismos de siempre, los desconocidos que todos los días eligen compartir el mismo sitio. Amigos, un buen cortado y un diario, acompañan el paisaje que se vive a diario en un bar histórico, tradicional de Rosario. De lunes a sábado, El Molino, abre sus puertas para seguir siendo parte de la ciudad.

En el 2016, una metrópolis como Rosario cuenta con cientos de bares y resto bares de todo tipo, estilo, color y especialidades. En los últimos años, los comercios han optado por desprenderse de la idea tradicional del «bar» y encaminarse por la innovación de ofrecer pastelería, delicatesen, comidas vegetarianas, al paso; determinando siempre si es un bar para desayunar, almorzar, cenar o «bolichero».

Sin embargo, hay quienes aún mantienen la esencia de los bares de la vieja escuela…y Conclusión visitó uno de ellos. Se trata de El Molino, ubicado en la esquina de Tucumán y Corrientes.

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En la mesa se sentó Claudio Friggeri, quien junto a su socio, Miguel Ángel Gregori levantan la persiana del local desde 1992.

«El bar está desde 1938. Primero era un bar despensa, hasta el 60 hasta que el dueño cerró. Luego, pasaron por muchos rubros como concesionarias y burlonerías de autos. Con mi socio estamos aquí hace 24 años y siempre quisimos que siga siendo tradicional, el bar de siempre», comentó relatando el dueño, café de por medio.

Claudio, remarcó que ellos si fuese por ellos hubiesen continuado con el bar «donde vos venías y tomabas caña, o te pedías un vaso de vino». «Hoy todo eso se perdió, de golpe empezaron a crecer las confiterías y otros estilos de negocios. Obviamente nosotros no ofrecemos más ni la caña ni el vaso de vino porque no se consume pero nuestra preferencia es siempre el bar donde te podes pedir un familiar de milanesa, o una picada con una cerveza a las ocho de la mañana, o café con leche al mediodía…es decir ponemos énfasis en la calidad de cosas», describió.

Así como todos los días hay locales nuevos y restaurantes de todos los estilos, también cada vez son más los lugares tradicionales que cierran sus puertas. Según Claudio, «mantener un bar hoy en día cuesta, antes trabajábamos de lunes a lunes, los domingos a la madrugada trabajamos tanto o más que un día se la semana. Después se pusieron de moda los bares de noche o confiterías y tuvimos que acortar trabajo porque no había clientela».

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A pesar del cambio de época y de la confluencia de estilos, ellos siguen apelando a confiar en la clientela fiel que los acompaña mañana a mañana.

«Lo fundamental siempre fue el desarrollo del barrio. Gracias a la Asociación de Empleados de Comercio o a los bancos de la zona, el bar remontó y hoy se puede mantener como lugar de encuentro y de paso. Trabajamos con muchos jubilados, gente de laburo, nos conocemos todos y somos como una gran familia», relató Claudio.

Retomando la dificultad de mantener las costumbres, las formas y la esencia del bar tradicional, el dueño de El Molino manifestó que a su criterio la «fórmula es estando». «Ahora vez que los dueños les encargan a chicos jovencitos que se ocupen del negocio y se van toda la tarde y no están nunca. Por otro lado creo que la mercadería es fundamental. Debe ser de buena calidad y estar controlada. Los dueños tienen que estar, ver, controlar. Y tener bien claro que no queremos modificar esto, queremos trabajarlo bien y ser fieles a nuestros clientes«.

Cambios de época, de clientes, de historias.

«El cambio de clientela se va dando en base al barrio. En el 92, había mucha variedad de negocios, que atraían viajantes y movilizaban mucha gente. Esta zona se fue muriendo. Donde estaba el cine, había un Templo Evangelista y los domingos salían de allí y se venían a comer acá. Era bárbaro porque trabajamos hasta tarde y con mucha gente. Luego eso se cerró y todo se fue modificando».

Una graciosa anécdota que compartió Claudio con Conclusión tiene que ver precisamente con la llegada de los nuevos productos al mercado de los bares: «Apenas salieron los energizantes, nosotros estábamos trabajando en pleno día y entra una promotora y me dice: me presento, soy tal y tal y vendo tal producto…¿cuál es el promedio de edad de tu clientela?… yo le digo mirá…señalándole el salón… que estaba lleno de jubilados…un chiste»

Para él, lo fundamental para que un negocio funcione tiene que ver con «tratar bien a la gente, tener buena mercadería, darles buen trato». «Hola, buen día, buenas tardes, por favor y gracias. Escuchar al cliente y ser respetuoso. Eso es todo, pero aunque parezca lo normal no lo es…y se perdió», continúo Claudio.

– ¿Qué es el bar para vos?

«Es parte de mi vida. Si no tuviera un bar no sé qué haría. Esto surgió cuando éramos compañeros de trabajo con mi socio y no sabíamos que hacer. De esto hace 30 años. Acá nos conocemos todos, vos le guardas la medialuna a un cliente porque viene a tal hora, sabes cómo toma el café otro, y eso te reconforta».

«Si me fuese del Molino…pondría un barcito», cerró.