Por Franco Albornoz

Una salida, un camino y una oportunidad. Los desafíos de plantearse terminar el secundario cerca de los 50 años son múltiples. Se mezclan sensaciones como inseguridad, miedo e incertidumbre. A los que se suman responsabilidades familiares y laborales. Por eso, cada clase guarda historias de esfuerzos de hombres y mujeres que logran saldar una cuenta pendiente consigo mismos.

Una de esas instituciones que ofrece la doble posibilidad de desarrollo laboral y académico, es la Asociación Empleados de Comercio de Rosario a través de su Escuela de Enseñanza Media Para Adultos (Eempa), que abrió sus puertas en 2015 con el objetivo de que decenas de alumnos puedan culminar sus estudios. Así, Leo de 43 años, y Justo de 52, decidieron retomar la secundaria y en diálogo con Conclusión contaron su experiencia.

“Hice el secundario en varias escuelas, pero no me fue bien. Luego seguí en escuelas de oficio. Y después comencé a trabajar y terminé dejando definitivamente”, comentó Leo, y remarcó que fue lo que lo movilizó para volver al secundario: “Era horrible no poder darle una mano a mi hijo para hacer la tarea. Me daba mucha vergüenza no poder ayudarlo”.

El hombre, que trabaja en la farmacia del gremio, agregó que su vida cambió para bien luego de la decisión. “Ahora les puedo explicar todo, es un regalo al esfuerzo. Además, pensé mucho en mi vieja, ella sufrió que haya dejado la secundaria”, expresó.

Por su parte, a Justo, trabajar “desde los 12 años”, le complicó sus posibilidades académicas. “Tuve que dejar por necesidad. De más grande intente hacer la escuela nocturna, pero entraba a las 6 y media a trabajar y se me hizo imposible”, puntualizó.

En este marco, consideró “clave” el apoyo incondicional que recibe de su familia. “Mis hijos están muy contentos. Recibí una ayuda fenomenal de ellos. Nunca me voy a olvidar de los nervios de la primera prueba. Hacía 40 años que no agarraba un libro. Hoy con el nene más chico nos toreamos con las notas”, bromeó.

Ambos, serán la primera promoción del Sindicato e invitaron a que muchos trabajadores más puedan sumarse a este proyecto educativo y social. “Lo importante es que sigan participando afiliados para sostener la escuela”, coincidieron.

“Todo esto sirve de un motor de impulso. El tiempo te lo tenés que hacer. Es cerrar algo que quedó pendiente. A mí esto no me cambia la situación laboral y económica, es parte de un desafío personal y poder entregarles este regalo a mis hijos”, cerró con emoción Justo.

“Decir Presente”

Tanto la historia de Leo como la Justo se reflejan en el libro Decir Presente, una obra que recopila voces y miradas de algunos de los 15.000 estudiantes que volvieron a la escuela con el plan provincial “Vuelvo a Estudiar”.

“En el libro se plasman las historias de aquellos que quisieron y no pudieron, y también de los que no pudieron. La posibilidad de un estudio te engrandece como persona para que nadie te pueda pisotear”.

“Aquellos que piensen en volver a estudiar no lo duden. La situación que se vive ahora a nivel nacional es muy complicada, y esto es una salida para no quedar tan limitado. Para crecer y estar bien no hay otro camino que el sacrificio”, concluyeron.