Por Manuel Parola

Ezequiel Adamovsky visita Rosario para presentar su nuevo libro, “Del Antiperonismo al Individualismo Autoritario”. La cita será en Distrito Siete (Ovidio Lagos 790), con el formato de una entrevista oficiada por el Concejal Juan Monteverde al autor del escrito. El encuentro propone “reflexionar sobre los discursos de odio, los tonos autoritarios que asumió la política nacional y los riesgos que esto conlleva para la continuidad del sistema democrático”.

Adamovsky es Licenciado en Historia, por la Universidad de Buenos Aires (UBA), y Doctor en esa misma disciplina en el University College London. Desde 2005 es investigador en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y actualmente se desempeña como docente en la UBA y en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). En una entrevista con Conclusión, anticipó parte de la presentación que se desarrollará este miércoles.

-¿Cómo nace este escrito? ¿Qué es el “individualismo autoritario”?

-Yo tenía ganas de reunir textos que fui publicando por separado en entrevistas y en periódicos en estos años, que giran todos en torno de los efectos que ha tenido la ideología liberal sobre la vida social y sobre las subjetividades de todos nosotros. La UNSAM me dijo que estaba lanzando una colección nueva y me invitó a publicar algo con ellos. Lo que hice fue reunir estos textos que juntos, a pesar de que fueron publicados por separado, tienen una unidad. Son textos ya publicados junto con algunas desgrabaciones de conferencias y un texto nuevo, un ensayo nuevo, que es el que cierra el libro.

El individualismo autoritario es un término que estoy proponiendo, que tiene que ver con tratar de entender cuál es la subjetividad que está detrás del apoyo a la derechas radicalizadas en Argentina y en el resto del mundo. Muchas veces se ha caracterizado a estos movimientos como movimientos fascistas. A mí me parece importante destacar, o resaltar, que tienen una conexión bastante directa con la tradición liberal, y con los efectos que ha tenido el liberalismo como pedagogía, como una enseñanza acerca de cómo debe uno comportarse en la sociedad.

-Desarrollá esta idea un poco…

-El liberalismo nos ha enseñado a pensarnos como individuos, cada uno de los cuales tiene derecho a desarrollar su vida de manera independiente sin ser molestado por los demás, y esto lleva implícito que uno tampoco debe molestar a los demás en la persecución de sus propios intereses, y de su propia vida.

-Te referís a esta frase hecha de que el derecho de uno termina cuando empieza el del otro.

Claro, esa frase, que a veces las madres enseñan a los niños, sintetiza un poco esta idea de que uno tiene una especie de espacio de derecho propio, individual, que nadie debe tocar, y tampoco uno debe tocar el espacio de la otra persona. Esta pedagogía, que incluso nos invita a desarrollar una vida con total despreocupación de la sociedad o del resto en la medida en que uno no invada el espacio del otro, pero luego puede despreocuparse completamente. Hay una pedagogía del egoísmo, que viene de la tradición liberal más clásica. 

Juan Bautista Alberdi decía que Argentina iba a progresar en la medida en que tuviese más ciudadanos egoístas. Así, literalmente. Esa pedagogía que hace 200 años nos vienen enseñando tiene un lado B, un lado oscuro que está emergiendo ahora, que es que se supone que uno no invade el espacio de los demás, pero los demás no invaden el espacio de uno. Y en esta etapa del capitalismo que estamos viviendo, que hay una presión implosiva cada vez más hacia adentro, porque ya no tiene forma de expandirse hacia afuera, ya ocupó todo el planeta, su única su único modo de seguir reproduciéndose es aumentando la explotación hacia adentro, es decir hacia las poblaciones que ya están incluidas en el capitalismo. Eso implica que el espacio personal de cada uno, que ya era una cosa ilusoria, se vuelve cada vez menos viable. 

No hay manera de que nuestros proyectos de vida no invadan el espacio de otras personas. No hay manera de que esto suceda, porque en verdad estamos todos interconectados, no hay posibilidad de expandir derechos sin tocar intereses y en este contexto es que los sujetos educados en esta pedagogía de que nadie debe interferir en el espacio propio se sienten con el derecho a defender ese espacio como sea, de manera violenta y buscando un liderazgo como son los de la extrema derecha.

Esos liderazgos que afloran desde estos espacios son una especie de comisario que promete restaurar ese espacio individual de cada uno. Promete decirle al de al lado que se quede quieto, que deje de molestar, que deje de reclamar, que deje de llevar adelante demandas colectivas y que pueda imponer ese orden, incluso pasando por encima por las instituciones democráticas. Lo llamo individualismo autoritario porque combina esas dos facetas.

Javier Milei, líder de La Libertad Avanza

– Esto que mencionás me hace acordar a la “siliconización del mundo” que expone Éric Sadin, en tanto a cómo de alguna manera las plataformas también han invadido no solamente la socialización de las personas sino además también su forma de ver el mundo

– La figura que ha estado en discusión todo este tiempo es la del repartidor de plataformas. Es una persona que tiene una fantasía de independencia. Es decir, regula su propio tiempo y eso lleva a un nivel de auto explotación a veces enorme. Es un trabajo que produce la fantasía de estar trabajando sin patrón, porque uno interactúa con un teléfono celular que no permite ver este vínculo. No permite ver la tajada que se queda esa plataforma de esa auto explotación de la persona.

Es una fantasía de individualidad, de aislamiento e independencia que no es tal, y además un trabajo que requiere que uno no sólo ponga su tiempo libre, sino también su bicicleta, es decir la propia propiedad de las personas puesta indirectamente a trabajar para una gran corporación junto con la sangre y la energía de esa persona, de una manera que borra completamente ese vínculo laboral, lo convierte en una fantasía de independencia y, con esa fantasía, para esa persona cualquier irrupción de lo colectivo en esa dinámica aparece como una invasión. Alguien que le corta la calle, alguien que impide que por algún motivo pueda llegar a destino, cualquiera que interrumpa su camino se convierte en una especie de erupción alienígena, extranjera completamente a un mundo imaginado como un mundo individual.

– ¿El rechazo a la organización en un sindicato puede ser una huella de época de ésto que describís?

– El tema es que no es solamente la imposibilidad de ver los lazos colectivos que permiten que existamos cada uno de nosotros. No solamente eso, sino que en el momento que estamos hay una especie de violencia que se vuelve contra cualquier signo o vestigio de cualquier cosa que no esté controlada por el mercado. 

Cualquier tipo de capital que no responda a la lógica al mercado aparece como el enemigo. Es el planero, pero es también el científico, aquel que tiene alguna autoridad de conocimiento que no está validada por el mercado, que el mercado no puede controlar. Es por supuesto el político, pero es también la mujer que construye un movimiento feminista, y hace reclamos en ese sentido, las minorías sexuales, cualquier manifestación de una lógica colectiva que no esté subordinada al mercado, aparece como enemigo. Eso es uno de los rasgos centrales de este individualismo autoritario.

– Hay algunos analistas de las alth-rights, de las derechas alternativas, que lo que dicen es que estos fenómenos culturales y políticos nacen, entre otras cuestiones, como una contestación contracultural del avance de la última ola del feminismo, donde se ha visto interpelada la identidad del hombre blanco, heterosexual, que toda la vida se orientó con el estereotipo de «macho» ¿Coincidís con este análisis?

– Tanto en Argentina como en Estados Unidos, y también en Brasil, se ha visto esto que mencionás, es uno de los elementos que contribuyen a este estado de cosas, pero no se reduce a esto. El foco en el feminismo tiene que ver con que ha tenido visibilidad en el espacio público y avanzó en sus agendas, lo mismo que el antirracismo o lo mismo que los derechos LGTB. Han avanzado recientemente pero quiero insistir en que el enemigo es cualquier manifestación, cualquier lógica, cualquier estilo de vida que no esté subordinado a la lógica del mercado. Hoy es eso, pero también es el propio conocimiento científico desacreditado como tal, porque es un conocimiento que obliga a adherirse a algo que es intersubjetivo, es una verdad construida colectivamente.

Por eso también atacan a la ciencia con la misma intensidad con la que están atacando el feminismo o las minorías sexuales o a los o a los movimientos de personas no-blancas. 

Quiero ir a la primera parte del título del antiperonismo, vos partís del antiperonismo y en el medio también relacionas el antipopulismo como uno de los elementos desde donde se arraiga esta avanzada violenta que termina en el individualismo autoritario ¿Cómo se relacionan estos movimientos antipopulistas y antiperonistas?

– Quería hacer una especie de genealogía, en el sentido de poder mostrar que hay en el antiperonismo histórico, en el de 1945, y luego en el antipopulismo, que es más reciente y no sólo argentino, hay conexiones. Hay una matriz conceptual común, que es la matriz que aporta el liberalismo, que ya desde sus orígenes europeos fue una ideología que gira en torno a una sospecha muy visible respecto de la participación popular en la política, una sospecha respecto de la soberanía popular. Hoy está un poco olvidado, pero en el siglo XIX el liberalismo era lo contrario a la democracia, no eran compatibles. Luego se inventó esta cosa de la democracia liberal, esta democracia restringida que tenemos, y hubo una suerte de acuerdo entre esos dos términos que inicialmente eran opuestos. 

Hay en la tradición liberal una sospecha respecto del plebeyo, de la participación popular, que uno lo ve plasmado en las narrativas del antiperonismo, que fue, muy centralmente, un rechazo de la irrupción de los plebeyos en la vida política y ese mismo rechazo está presente en el antipopulismo que ya trasciende lo argentino y que lo hemos visto en todo el mundo. Las categorías básicas más elementales de esa forma de conceptualizar lo político tienen una conexión en la tradición liberal y por eso me interesaba hacer esa genealogía que permita dar las conexiones con el momento actual.

– ¿Dónde ubicas a Javier Milei en tu plexo de reflexión? ¿Es el reflejo de este individualismo autoritario?

– Milei es quizás el ejemplo más claro de los que tenemos, porque es un liderazgo que es ciertamente bien autoritario, y lo vemos no sólo el rechazo de las demandas de minorías, de género, el rechazo del cambio climático, sino incluso en la reivindicación, o legitimación o justificación, de la dictadura militar que viene haciendo. Es autoritario con todas las letras y a la vez es un caso bien transparente, porque su discurso es bien liberal. Está bien anclado en los conceptos, los términos, en las referencias de la tradición liberal, como él mismo se ocupa constantemente de repetirlo. Yo creo que hay que creerle esto. Mucha gente trata de negarle ese liberalismo. Lo que dice es una de las manifestaciones posibles del liberalismo y es la que está volviéndose hegemónica en la actualidad. 

Milei es el ejemplo más visible de ese individualismo autoritario, incluso en el tono y en la invitación que hace a sus seguidores de ser los reyes de la selva. La metáfora de la motosierra que con insistencia utiliza tiene que ver con eso. El rey de la selva es aquel que se come a todos los demás animales. Todas las metáforas y las imágenes que organizan sus recursos son imágenes bien autoritarias, que anuncian niveles de violencia social que son realmente muy preocupantes.