Por Santiago Fraga

El 20 de septiembre de 2016, la vida de Víctor Buso estaba a punto de revolucionarse por completo. Este cerrajero rosarino de barrio Hospitales iba a divisar en el cielo aquello por lo que astrónomos, científicos y astrofísicos de los principales países del mundo llevaban invirtiendo millones de dólares para poder capturar: la explosión de una Supernova.

Para describir de una forma sencilla la magnitud del descubrimiento, que a simple vista fotográfica es solamente la aparición de un puntito brillante dentro de una imagen, Víctor lo comentó de esta forma: “¿Cuánto vive una persona? 80 años… Bueno, hacé de cuenta que nace esa persona y no va a pestañear nunca en su vida, solamente una vez y lo que dura un pestañeo. Yo tengo que estar con la cámara fotográfica esperando toda su vida para que haga el único pestañeo que va a hacer, como para hacer una relación tiempo y magnitud. Esta estrella normalmente vive más de 10 mil millones de años, y la duración de lo que yo registré de la explosión son entre dos y cuatro horas a lo sumo. Esas horas, a diez mil millones de años al lado… la relación es terrible”.

El impacto que tuvo la noticia fue mundial. Medios de comunicación de todo el planeta buscaron al primer hombre en la historia en capturar fotográficamente la explosión que causa el nacimiento de una Supernova, a raíz del artículo de la prestigiosa revista internacional de ciencia Nature que dio cuenta del hecho el 21 de febrero de 2018.

¿Por qué tardó casi un año y medio en conocerse la noticia? Según explicó Buso en los estudios de Conclusión, esto se debe a las distintas etapas por las que pasaron sus fotos y al procedimiento con el que se maneja la destacada revista. La publicación, que lleva la firma de Davide Castelvecchi, fue desarrollada por científicos argentinos y tomó carácter exclusivo para toda la prensa mundial.

Dicho artículo, además, estaba bajo embargo, lo que significó que nadie pudiera publicar sobre el tema hasta que Nature Press diera la orden. Cinco días antes de que esa edición de la revista viera la luz, se dio aviso a los medios más prestigiosos del planeta para que comiencen a elaborar su respectivo artículo, lanzándose luego en simultáneo. Si cualquiera, incluso el mismo Víctor o los científicos, hubieran roto ese pacto de silencio, el artículo no hubiera salido publicado.

“La noticia explotó como la Supernova”, bromeó Buso, que incluso durante la propia nota para este medio no pudo esquivar los constantes llamados y mensajes que saturan su teléfono celular.

Amor, me parece que descubrí algo groso”

Al ser consultado por cuándo fue el momento en que se dio cuenta de lo que había capturado, el titular del Observatorio Astrónomico Busoniano (Entre Ríos 2900) contó que al ver las fotografías que había tomado, en el momento en el que él comienza a ver la aparición de un punto brillante entra en duda, ya que una supernova “normalmente, por lo que tenemos entendido, brilla casi como el núcleo de la propia galaxia”, algo que lo que había capturado no hacía.

“Entonces, puede ser por lo menos tres cosas: una Nova, que es una explosión mucho más chica y por eso es chiquitito el puntito ese que yo estaba viendo en el monitor; que pueda ser una estrella variable de rápido período, que por ahí tiene una crisis en la atmósfera y produce un encendido y después se apagan; o lo que finalmente fue, el comienzo de una explosión de una Supernova”. SN2016gkg sería llamada.

Aquel viernes de septiembre

Ocho días antes, el 12 de dicho mes, Buso se encontraba estudiando una galaxia a la que le notaba algo extraño, pero que no podía resolver con su instrumento. Como una nueva cámara se encontraba en camino a su hogar, Víctor optó por desistir de continuar observando vanamente esa incongruencia que percibíá y esperó hasta que llegara la nueva herramienta para dilucidar el enigma.

Finalmente, dicha cámara llegó el día 20, un viernes, y apenas llegó a su casa, cerca de la medianoche, decidió probarla y logró resolver aquella duda que se le presentaba: “no había nada raro, simplemente era falta de resolución de la cámara”.

Aprovechando que tenía todo el equipo montado, la cúpula abierta y poco sueño, con el impedimento de poder mover la apertura de la estructura para no hacer mucho ruido en el barrio (“parece que pasa un tren”, describió), decidió buscar otra galaxia en el mapa celeste y eligió una que le pareció bonita y con buen brillo: la espiralada NGC 613, que se encuentra a una distancia de 85 millones de años luz.

“Cuando apunté, empecé a fotografiarla. Después de varias fotos yo voy viendo las comparaciones con imágenes de Internet tomadas por otros observatorios en cualquier otra fecha, y veo que empieza a aparecer un píxel que se pone cada vez más brillante a cada foto que baja, pero que no brillaba como una Supernova. Entonces ahí fue la duda de estar viendo algo nuevo pero no saber qué es”, explicó Víctor en los primeros pero más decisivos instantes del largo proceso de su descubrimiento.

Con una pequeña ayuda de mis amigos

Ante su duda y las distintas posibilidades, el astrónomo aficionado, que se gana la vida como cerrajero, luego de elaborar el proceso de fotografía intentó dar aviso a los observatorios argentinos para que pudieran apuntar sus telescopios y confirmarle el evento.

“Resulta que empecé a llamar y no daba con ninguno. Llamaba y no atendía nadie. Entonces llamo a un aficionado de Córdoba y le pregunto qué pasaba que no atendían o si no andaban los teléfonos. Resulta que no iba a encontrar a nadie porque en ese momento es el día donde anualmente se reúnen los astrónomos en Capilla del Monte y ahí no hay observatorio donde pudieran ayudarme, sólo son salas de conferencias donde presentan su trabajo anualmente para que se entere el resto de la comunidad”, narró Buso a Conclusión.

En ese momento el llamado se direccionó a un chico también amateur, autodidacta, que trabaja por Internet desde Buenos Aires para una oficina de Estados Unidos de estrellas variables, llamado Sebastián Otero. Ya había pasado la medianoche, cuándo él atiende su llamado y Víctor le cuenta su duda. Es entonces cuando Otero compara las imágenes que Buso le manda por Whatsapp con las de sus catálogos.

– “No Víctor, donde estás sacando eso no hay nada, es algo nuevo esto. Supernova no es porque no brilla”.

– “No, eso lo sabemos perfectamente, por eso te llamo. ¿Qué será?”.

Es allí cuando Otero le da la idea de reportarla, y que Buso le pide su ayuda a cambio de ponerse como coautor para que no se escape el descubrimiento.

“Me hizo mandar un mail para registrarme en el servidor de una comunidad que reporta alertas, y ahí mandamos una sin decir que era una supernova. El motivo de esto era que si mandábamos la alerta, y alguien descubría lo mismo después de ello, ya queda sentado que el descubrimiento es nuestro”, explicó Víctor.

Una vez que realizaron el registro y enviaron una planilla de reporte del descubrimiento, con los datos de brillo, magnitud, tamaño, horarios, etc. (todo durante la misma noche en caliente, mientras la máquina seguía bajando las históricas fotos de la Supernova), el mismo ingresó en un sistema robotizado, que a su vez ingresó en otro sistema llamado Asas. Éste, al leer el alerta, revisó en sus archivos y resulta que una hora antes de que Buso sacara las fotos pasó por esa misma galaxia, sacó fotos y se fue, al no haber encontrado nada. “Eso queda registrado en el sistema robotizado que va diciendo dónde pasó, a qué hora y qué foto tomó. Ese robot se la perdió raspando”, relató entre risas.

Hoy puede ser un gran día

Con todo el proceso de reporte realizado, los dos astrónomos aficionados argentinos decidieron irse a descansar, siendo las 4 de la mañana: “Le cuento a mi señora (Viviana), que estaba entredormida: ‘Me parece que algo groso descubrí, pero vamos a ver mañana’”.

Al anochecer siguiente, Víctor apuntó con ansiedad el objeto y percibió que brillaba fulgurante, como debe brillar una Supernova.

“Ahí empezaron los saltos y el festejo, y cuando entro a Internet encuentro que la Unión Astronómica Internacional le pone la cifra que corresponde y ya estaban llamando de otros países a Sebastián, quien es quien hizo el reporte, diciéndole que se apure para dar un ‘Okay’ que hay que poner para cerrar la alerta, como si fuera la firma tuya, porque sin ese ‘Okay’ no pueden largar los otros los datos que habían recabado de lo descubierto. Cuando Sebastián marcó el ‘Okay’… estalló todo”; aquel momento fue el ‘Eureka’ de Víctor y Sebastián.

Un tiempo después

Posterior a la emoción, los días fueron transcurriendo mientras en el mundo distintos telescopios apuntaban y estudiaban el reporte de Buso y Otero. Un norteamericano llamó a Víctor y le consultó por las imágenes originales, pero el rosarino le respondió que primero prefería realizar el intento de dárselas a algún astrónomo argentino.

“Casualmente, el hijo de un amigo que estudiaba el doctorado en astronomía y vive en San Rafael, le pide a su padre si le podía pasar las imágenes para estudiar junto con una amiga suya que es especialista en eso y trabaja en Japón qué era lo que habíamos tomado”, contó Buso en Conclusión. Ese sería el primer paso para que los científicos argentinos comiencen a trabajar el descubrimiento. A todo esto, el cerrajero mantenía cubierto y sin chance del más mínimo movimiento los instrumentos con los que había fotografiado el descubrimiento. Si un tornillo hubiera sido tocado, hubiera producido un corrimiento de píxeles, aunque sea de uno, que hubiera provocado que las imágenes no valieran más, al no ser la misma cuadrícula.

Los megas y megas de fotos tardaron cinco días de transferencia de datos en ser enviados rumbo a un servidor de la Universidad de La Plata, donde los estudiantes podrían comenzar a trabajar sobre ellas. “Hay que sentirse orgulloso de estos astrónomos de la escuela argentina, porque son lo máximo de representatividad de la escuela, y universidad pública para colmo”, expresó Buso en la entrevista, con mucha razón.

Mientras las imágenes estaban siendo subidas, Víctor Buso le contó al astrónomo, en base a los estudios preliminares que había hecho, lo que le parecía haber visto en esas curvas. “Mirá, si vos viste esto, yo te hago un monumento en el Parque Independencia”, fue la respuesta que escuchó. “Esto es colosal”, fue lo que expresarían más tarde al ver el descubrimiento. Tan lejos del parque no estaban.

Todo el proceso de estudio con las imágenes, que consistió en perfeccionarlas, purificarlas, calibrarlas, y recopilar los datos y las estrellas de calibración, entre otros pasos, valió que tiempo después Omar Benvenuto, investigador principal del Conicet y director del Instituto de Astrofísica de La Plata, le escribió un mail en el que expresó: “Víctor, lo que usted tomó es sorprendente. No alcanza nuestro conocimiento a descifrar lo que usted fotografió”.

“Me hizo lagrimear esa carta, se la mostraba a todos mis amigos, a mi señora”, contó conmovido Buso.

Un cohete a Japón

En ese momento, Melina Bersten, especialista en supernovas del Instituto de Astrofísica de La Plata que trabajó junto a Gastón Folatelli y un equipo de investigadores, llevó el trabajo a Japón con la intención de mostrárselo a su jefe, recordando que la escuela japonesa es de las más avanzadas del mundo, con trabajos presentados en Nature.

“Cuando llevan allá el trabajo y lo agarran al profesor, el tipo no les llevó mucho el apunte. Como no lo quería mirar, lo agarraron en el subte de Japón en el momento en que se relajaba durante el viaje entre la universidad y el hotel”, narró Buso.

– “Perdone que le insista, profesor. Mire lo que tenemos”, le dijo Melina, casi acorralando al profesor, que sin escapatoria debió mirar el trabajo que venía esquivando.

– “Pero esto es terrible, ¿este chico hizo esto? Es un dato único en la historia. No existe. Toda la vida estuvimos buscando esto y no lo pudimos encontrar”, fue la respuesta.

¿Ya caiste en la magnitud de este descubrimiento?

Sí, pero yo ya he trabajado mucho con la prensa, sobre todo en la época del Cometa Halley. También descubrimos una estrella variable que estaba en el Cristo Rey e hicimos una bulla bárbara. El Cometa Halley fue espectacular, éramos todo un grupo de chicos con el padre Pizzi, y en esa época no había tantos astrónomos aficionados en Rosario así que éramos prácticamente los únicos que teníamos la noticia. Al día siguiente llegó La Capital, Canal 3, Canal 5, todos los reporteros de la radio, llevamos nosotros las fotos a Télam. Eramos bochincheros, por eso ya estoy acostumbrado a ello.

Mirá la segunda parte de la entrevista en www.conclusion.com.ar.

“No estamos muy difundidos, pero hay muchas cúpulas de astronomía en Rosario”