Por Alejandro Maidana.

«La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo». Eduardo Galeano

El desequilibrio social se ve profundizado de manera sostenida, el horizonte no brinda atisbo alguno de transformación. La médula ósea de la miseria y exclusión, busca sostenerse bajo los velos de una de las excusas más viles que pueden existir, la meritocracia.

La idea de que podemos tener todo aquello que nos propongamos, no hace otra cosa que bajar una línea falaz que no tiene parentesco alguno con las necesidades medulares de los más vulnerables. Discursos que estigmatizan, prejuicios que ensanchan la grieta, un camino deleznable que le cierra la puerta a la empatía, ese sentimiento que podría acortar toda distancia y mostrar una salida necesaria.

Pero existe un hoy y ahora, éste está plagado de incertidumbre y de gritos sordos que se funden en el ostracismo más descarnado. Barrio “La Rana”, también conocido como Arroyito, es un lugar abandonado de Villa Gobernador Gálvez. Sus calles de tierras suelen convertirse en una trampa, cada vez que las lluvias dicen presente anegando su vida aún más. La basura y la falta de oportunidades abrazan al lugar tanto como sus sueños de escaparle al olvido.

“A este barrio le dicen La Rana porque cada vez que llueve, nos inundamos. Estas calles están abandonadas, sólo aparece gente de afuera a la hora de buscar votos”, comenta Marcela Franchini, una de las responsables del comedor y merendero “Carita Feliz” en diálogo con Conclusión.

Marcela tiene su casa adelante y el lugarcito para intentar reconstruir sueños inconclusos detrás. Allí entre libros y juegos, la pelea para poder alimentar pancitas vacías va perdiendo su batalla. “En este lugar alimentábamos a 220 personas de lunes a viernes, lamentablemente tenemos que decir que hace un mes que no podemos cocinar por no tener mercadería”, sostuvo. “Carita Feliz” contiene a niños y abuelos, siendo ellos los beneficiarios de humanidad, pero lo cotidiano se ha vuelto karmático.

“Hace un mes que sólo estamos entregando la merienda, esta realidad dio un viraje terrible de dos años a esta parte. Este comedor hace 9 años que se creó, y hoy estamos atravesando la etapa más dura.  Aparte de comida generamos actividades deportivas como hockey, fútbol, yoga para niños y lo que denominamos desayuno con Jesús todos los sábados. Aquí lejos de imponerles una religión, se guía a los más pequeños en su espinoso camino”, concluyó.

A no muchas cuadras de “La Rana”, se encuentra La Asociación Civil Piecitos Descalzos, un lugar que hace tiempo viene sosteniéndose a duras penas. “En más de una oportunidad pensé en cerrar las puertas, se hace un imposible conseguir una mano, ya que las prioridades de aquellos que colaboraban, hoy son otras”, cuenta María Laura Miranda, responsable de un comedor que otorga 240 raciones diarias de comida.

«La problemática se acentuó de dos años a esta parte, tuvimos que bajar nuestras raciones y tratar de que aquellos que se quedaban sin su plato de comida no se enojen. Una tarea tan triste como difícil”. En Piecitos Descalzos la solidaridad y el empoderamiento se palpan, las mismas madres que reciben su comida diaria, son las que cocinan y se encargan de mantener el orden del lugar.

 

 

Relatos coincidentes, caminos similares, y un sueño que los hermana. La necesidad se hace paso a cómo de lugar, las barreras se han tornado endebles y lejos de ser una barricada, hoy sólo son un espacio de una resistencia que se apaga.

Pérez fue otra de las ciudades elegidas por Conclusión, allí se visitó el comedor “La sonrisa de un niño”. Enclavado en el barrio Cabín 9, Catalina abrió las puertas de su casa en el mes de octubre. En este humilde lugar adaptado para recibir a 60 familias, tanto su anfitriona como su hija Daniela, no dudaron un minuto en brindar sus corazones al barrio.

“Aquí como podrán ver venían a retirar sus raciones 60 familias, unas 200 personas, 3 veces a la semana. Lamentablemente hace dos meses que no podemos cocinar por no tener mercadería ni ayuda alguna”, enfatizó Daniela.

El camino se hace aun más pedregoso, cuando la dignidad supera al intento de utilización política. Claro está que perseguir la autogestión para no depender pura y exclusivamente del Estado genera una asfixia demoledora.

“La ayuda que suele llegar del municipio no alcanza, esto sigue creciendo, hablo de la necesidad de los vecinos. La mayoría no consigue trabajo estable, las changas desaparecieron y sobrevivir a esto se hace imposible”, concluyó.

El espíritu solidario de aquellos que tienen muy poco cobija de sobremanera a los que no tienen nada. Los de abajo, aquellos que lejos de toda estridencia y mezquindad, han entendido que para construir un camino de esperanza, hay que organizarse sin esperar nada de los de arriba.

El asentamiento Cullen, dentro de Empalme Graneros, genera un impacto visual que corroe lo más profundo del alma. Contemplar a los más pequeños corretear entre un enjambre de cartones y chapas a los que llamará casa, conmueve hasta las fibras más duras. En ese cuadro de situación activa Mariana Segurado, quién junto a un grupo de colaboradores lleva adelante un trabajo social maravilloso con NIDOS.

“Basurero a cielo abierto, chicos revolviendo basura, caballos muertos, niños enfermos, narcotráfico, todo esto es el panorama con el que tenemos que convivir para construir una realidad inclusiva. Realizamos diferentes tipos de actividades relacionadas a lo lúdico, talleres de alfabetización y nuestra meta es avanzar en el control de adicciones”, indicó Mariana.

El contexto actual ha sumado un importante granito de arena para hacer aún más álgida la realidad de los desprotegidos, sobre esto fue tajante: “Allí teníamos el comedor y merendero, si bien fuimos a educar, durante un tiempo estuvimos cocinando, hoy nos resulta imposible. El cambio de gobierno caló muy hondo, pero pese a los hurtos no vamos a parar. Seguimos y seguimos con una frase que es nuestro lema, “Más fuerte que la muerte es el amor”, concluyó Asegurado.

Pero la red de voluntades se ha expandido por los cuatro puntos cardinales, existe un proyecto para hermanar a diferentes instituciones con el único fin de generar lazos solidarios entre sí. Facundo Vijande lleva adelante junto a su madre y un grupo de colaboradoras el Comedor y Centro Cultural Dorita en la zona norte de Rosario, consultado sobre esta imprescindible idea relató: “Desde Dorita impulsamos una actividad a la que denominamos Unidad Móvil de Ayuda Solidaria, que consiste en generar un cooperativismo entre instituciones hermanadas. Pretendemos tenderles una mano a todos aquellos que la necesiten, un plato de comida, ropa y talleres culturales serán los puntos que buscaremos cubrir”.

El Comedor Dorita desborda de gente, hoy está cocinando para casi 400 personas y necesita al igual que todos, alimentos no perecederos y perecederos.

“En lo particular para mediano plazo tengo el sueño de contar con un espacio físico que sirva de recepción y distribución de donaciones. Donde seleccionaríamos la mercadería para derivar a todas las instituciones que se quieran unir a la cooperativa para optimizar los recursos”, concluyó Vijande.

Los particulares ya no pueden colaborar, el privado achicó sus donaciones, y lo que brinda el Estado es insuficiente. En matemáticas esta ecuación nos llevaría a un problema casi sin solución, pero apoyados en su inquebrantable espíritu, estos adláteres de la esperanza no piensan en renunciar. Es largo el camino y el sendero muy oscuro, será por eso que aunque la luz se filtre sólo por una hendija, nadie puede negarse a soñar con una mañana de sol.

Contactos para gestionar donaciones:

Comedor “Carita Feliz”: 0341-152812801

Asociación Civil Piecitos Descalzos: 0341-153785266

Comedor “La Sonrisa de un Niño”:0341-152742758

Nidos: 0341-153221470

Comedor y Centro Cultural Dorita: 0341-155988897