Por Alejandro Maidana

“Parido desde el barro, curtido en el fuego, vivo en nuestros cuerpos en contra de los palos, en los hormigueros, este carnaval atrevido sigue gritando: ¡Esta es nuestra alegría!”

Carnavaleando, bailando, cantando, buscando ese abrazo que espera agazapado en un hormiguero de gente. Así son los días de los olvidados, el camino de aquellos que entienden que sólo con organización y dignidad, se puede romper la gruesa cadena de la marginalidad.

La batalla por unificar un grito que trascienda las fronteras barriales y estalle contra los oídos sordos de los adláteres de la desesperanza, sigue siendo el sueño de todos aquellos que entienden que para transformar la realidad, hay que exponer el cuerpo.

Así lo entendió Claudio Lepratti, el “Pocho”, quién despojado de aquello que solo alimenta el ego, entregó sus días en pos de los desposeídos. Colaboró en la tarea de contención social de los adolescentes humildes del barrio, donde comenzó a participar activamente de las organizaciones de base, que durante más de veinte años promovió el sacerdote Edgardo Montaldo. Tipo coherente hasta el tuétano, su militancia social se fundía con la sindical, delegado de base de ATE, jamás renunció a la lucha por lograr mejoras en ese combo de reivindicaciones que persigue de manera constante la clase trabajadora.

Ese maldito diciembre del 2001

Con el ocaso de un gobierno antipopular, llegaría la represión, única respuesta que brinda el Estado cuando su statu quo es puesto en jaque. La movilización popular sería el común denominador de un país atravesado por los reclamos que dijo basta y explotó en las calles.

Pocho Lepratti trabajaba como auxiliar de cocina en el comedor de la escuela número 756 José M. Serrano del barrio Las Flores, un humilde lugar del sudoeste rosarino. El 19 de diciembre, en medio de la crisis del 2001, que terminaría con la caída del presidente Fernando De la Rúa, varios policías que llegaron desde la ciudad de Arroyo Seco comenzaron a disparar en el fondo de la escuela. Lepratti subió al techo para defender a los menores que en su interior se encontraban comiendo. Se asomó gritando: ¡Hijos de puta, bajen las armas que aquí solo hay pibes comiendo!

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Esas serían sus últimas palabras, una escopeta policial cargada con balas de plomo acabaría con sus días. Una bestia con licencia para asesinar, le pondría fin a la vida de un soñador, de un luchador, de una persona que era todo amor. Los responsables políticos aún siguen escudados en sus fueros, añejos privilegios que dañan aún más a una democracia atada con alambre.

Mutando dolor por resiliencia y alegría

El 18 Carnaval Cumple de Pocho, encontraría nuevamente al barrio empoderado, un Ludueña que jamás se desprendió de la esencia que aquel pibe entrerriano. Un encuentro movilizador que hizo añicos las diferencias sociales para amalgamarlas en un solo grito que emergió desde las entrañas de la dignidad: “Pocho Vive en la alegría del pueblo”.

Distintos artistas enaltecieron un escenario desbordado de amor, uno  de ellos fue Raly Barrionuevo, qué disparó sus sensaciones en diálogo con Conclusión: “Estoy muy contento de haber vuelto, ya que estuve por acá años atrás. Participar de este carnaval hizo que me reencuentre con amigos y amigas de aquí que trabajan hace mucho tiempo en el barrio y mantienen vivo el fuego de la memoria de Pocho”.

Sobre el difícil contexto que atraviesa el país sostuvo, “cuando no lo ha sido, pero claramente este es por demás de complejo. En lo particular me emociona mucho que este espacio se siga manteniendo y alimentando, es por ello que he venido a brindar mi aporte como artista”.

La justicia nos sigue adeudando la condena de los responsables políticos, sobre esto Celeste Lepratti, hermana de Claudio e incansable luchadora por los DDHH fue tajante: “Hay responsables que no han rendido cuentas, como por ejemplo el actual senador nacional por Cambiemos Carlos Alberto Reutemann. Escudado en sus fueros y privilegios, es uno de los santafesinos con mayor impunidad. Seguiremos señalándolo junto a los familiares de los caídos en el 2001 como el principal responsable de aquella masacre”.

El carnaval como paliativo y combustible del alma, “muchas cosas son las que nos atraviesan, pero por sobre todo mucha alegría por los 18 años consecutivos de esta fiesta que hemos elegido para recordar a Pocho. Nos ayuda a enfrentar de otra manera las vicisitudes de la vida, es un maravilloso espacio de encuentro que me enorgullece año tras año”, concluyó Lepratti.

Muchos y muchas fueron los que trabajaron de manera denodada para consolidar lo que el 26 y 27 de febrero volvería a ser una fiesta de la memoria. Es por ello que es menester resaltar la figura de Milton, que junto a la emisora Comunitaria Aire Libre, desplegarían una transmisión con un estoico trabajo de producción.

“En lo que a mi refiere, estoy desde el comienzo de los carnavales del barrio y vemos como año tras año va creciendo, honrando la memoria de nuestro compañero Claudio Lepratti. Esto nació de golpe, tomamos la alegría como un arma, ya que una de las primeras cosas que surgió cuando lo organizamos, fue que nuestra alegría es la mejor arma”, relató Milton.

Dieciocho años de trabajo y sacrificio, “contemplar la plaza con tantos colores y luces, plagada de gente que se cuida entre sí, éste es un tema no menor ya que venimos insistiendo en la importancia que refiere que todas y todos podemos ser nuestra propia seguridad para hacer de esto una verdadera fiesta”.

“La vida me dio la oportunidad de seguir transitando este camino pero desde otro lugar, ahora desde la radio. Aire Libre transmitió en directo el festival, algo de suma valía ya que consideramos que la comunicación es fundamental cuando se brinda desde el territorio de los hechos”, concluyó.

A «Pocho» no lo mataron, lo multiplicaron…