Por Florencia Vizzi

Con una gran convocatoria, se realizó ayer por la tarde, la movilización que pone fin a la agenda de actividades  en Rosario de los familiares de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.

Cientos de rosarinos marcharon por los 43 de Ayotzinapa. Foto: Florencia Vizzi

Cientos de rosarinos marcharon por los 43 de Ayotzinapa.

Al grito de las consignas «Vivos los llevaron, vivos los queremos» y «Se hace indispensable presentación con vida y castigo a los culpables», cientos de rosarinos, con gran presencia de organizaciones políticas, gremiales, sociales y de derechos humanos,marcharon codo a codo con familiares de los desaparecidos y uno de los sobrevivientes de la masacre.

La convocatoria partió desde la Plaza Pringles (Paraguay y Córdoba), recorrió la peatonal hasta Corrientes, y siguió su marcha por hasta San Lorenzo y desde allí por Entre Ríos hasta la facultad de Humanidades y Artes dónde se realizó el acto de cierre.

La Caravana Sudamérica 43, con el lema #AyotzinapaSomosTodos  llegó a Rosario el miércoles 20 de este mes. La misma, es parte de una gira que emprendieron familiares y sobrevivientes de la masacre de Ayotzinapa, ocurrida en septiembre de 2014, en el estado de Iguala, México, con el fin de sumar voces y solidaridad con la búsqueda de los 43 estudiantes desaparecidos esa noche. El viaje, incluye, además de Rosario, Córdoba y Buenos Aires en Argentina, algunas ciudades de Montevideo y Brasil. Durante la campaña, quienes componen la caravana, realizarán conferencias de prensa, encuentros con organizaciones sociales y políticas, intercambios con agrupaciones estudiantiles y sindicatos, movilizaciones, pintadas de murales, en una apretada agenda que pretende poner fin a la invisibilización del tema y universalizar en el continente el pedido de justicia.

Las escuelas normales mexicanas y la génesis del horror

“México es un país donde los policías municipales se dan el gusto de matar a los campesinos. De matar a personas que levantan la voz”, señaló Francisco Sánchez Nava, estudiante de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, compañero de los desparecidos y sobreviviente de la masacre, en la conferencia de prensa que se realizó en Rosario, en compañía de Hilda Legideño, César González Contreras e Hilda Hernández, padres de Jorge Antonio Tizapa Legideño y César Manuel González Hernández, ambos desaparecidos la noche del 26 de septiembre en Iguala, dónde se sucedieron los hechos.

Cientos de rosarinos marcharon por los 43 de Ayotzinapa. Foto: Florencia Vizzi

Francisco Sanchez Nava. Sobreviviente. Foto: F.Vizzi

Ayotzinapa es una localidad del estado mexicano de Guerrero, en la cual se encuentra la escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos. La misma, así como la mayoría de las escuelas normales rurales de México, se inscribe en una tradición que remonta sus orígenes a principios de siglo pasado y que recibieron fuerte impulso durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. Dichas escuelas tenían un sentido muy profundo, nacieron con la idea de dar la oportunidad a las comunidades más pobres de México de acceder a una educación de calidad, contribuyendo al mejoramiento de sus vidas.

Más allá de enseñar las letras y las matemáticas, eran los agentes de modernización de las poblaciones rurales en las que se instalaban. Uno de los requisitos fundamentales para acceder a las mismas es que los estudiantes sean de bajos recursos, y se les otorga una beca que cubre los estudios y la alimentación.

Actualmente existen 245 Escuelas Normales Públicas en las 32 entidades federativas del país, 17 de las cuales son Escuelas Normales Rurales. De éstas últimas, llegaron a existir 36.

Luego del gobierno de Cárdenas y la reforma educativa del país, las normales rurales fueron sometidas a un proceso de estrangulamiento progresivo que se fue acentuando en los últimos años, particularmente en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Cada año, los maestros y alumnos de las normales rurales se ven obligados a dar una dura batalla por la supervivencia de la escuela, que comienza con el pedido a las Secretarías de Educación Estatales que abran la convocatoria para el nuevo ingreso de alumnos, y una vez conseguido ese objetivo, la pelea continúa por más recursos y material didáctico para poder continuar dando clases.

Los normalistas de Ayotzinapa se organizan cada año para protestar y presionar a la Secretaría de Educación del estado de Guerrero para que lance la convocatoria a las becas. Si no se abre, se declara desierta la escuela lo que la hace susceptible, en un plazo de dos años, de ser cerrada.

Más del 46% de la población mexicana vive en la pobreza, mientras que el 11% sobrevive en condiciones de pobreza extrema, de acuerdo a datos oficiales.

Guerrero, en el suroeste del país, es uno de los estados con más niveles de violencia, pobreza y corrupción. Así es que, ante esta realidad, una larga tradición de lucha se arraiga en los estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa.

Provienen de familias de campesinos muy humildes que viven del cultivo de maíz y frijol. Estudian y duermen en habitaciones compartidas, y todas las decisiones internas se toman en asamblea. Se reivindica la lucha obrera y campesina, y en la entrada, un cartel da la bienvenida con la inscripción “Cuna de la conciencia social”.

Ese nivel de politización de las escuelas normales es visto con absoluto desdén y señales rojas de peligro por un estado nacional que convive con el crimen organizado y la violencia cotidiana, cerrando los ojos a esa realidad.

El sangriento viernes de septiembre en que se desató la tragedia, los estudiantes de la Normal Ayotzinapa, regresaban en tres colectivos luego de una actividad para recaudar dinero. Fuentes oficiales informaron que los colectivos fueron “tomados” por los normalistas (como ocurría con frecuencia), y la policía municipal de Iguala los emboscó dejando un patrullero vacío en medio de la ruta.

Al bajar de los colectivos para mover el auto, los estudiantes quedaron en medio de una balacera

Cientos de rosarinos marcharon por los 43 de Ayotzinapa. Foto: Florencia Vizzi

Vivos los llevaron, vivos los queremos. Foto: F. Vizzi

“Todo fue muy rápido. Un grupo de policías municipales nos impidió el paso en el periférico de Iguala, nos hizo bajar de los tres camiones en los que íbamos y se llevó a nuestros 43 compañeros. Más tarde llegaron personas armadas del grupo de la delincuencia organizada Guerreros Unidos y comenzaron a dispararnos y murieron otros tres de nuestros compañeros” relató Sánchez Nava.

Luego de ese primer tiroteo que resultó con dos muertos, llamaron una ambulancia, con la que llegaron algunos medios y más policías municipales, y allí se desató la verdadera carnicería. La segunda balacera duró más de 20 minutos, algunos lograron escapar entre los cerros y refugiarse. El resultado del sangriento operativo fueron 6 muertos, uno de ellos con evidentes signos de tortura (le arrancaron la piel y los ojos con un cutter), cinco heridos de gravedad, y más de cuarenta y tres desaparecidos. De ellos, no se supo más.