El gobernador Miguel Lifschitz intenta estirar hasta el final el armado electoral del Frente Progresista para 2019. Podría resumirse en tres las razones que lo mueven a actuar en ese sentido: permanecer en el centro de la escena política lo más que pueda en el tiempo; que el Frente no pierda protagonismo ante las internas de peronistas y Cambiemos; y mantener abiertas hasta último momento (segunda quincena de febrero cierra la inscripción de candidatos) distintas alternativas de juego.

El gobernador alimentó días atrás la posibilidad de un candidato para competir en la primaria del Frente Progresista con Antonio Bonfatti. Si el que lo promueve es el propio mandatario, que es del mismo partido, no hay mucho que agregar. Según fuentes del gobierno provincial, esto se justificaría en mantener atención pública sobre la interna del Frente Progresista (dar todo por cerrado, se dice, quitaría atractivo y regalaría la atención sobre el PJ y Cambiemos).

Otros creen que hay que complementar la figura del ex gobernador con un candidato de perfil más conservador. El ministro radical Pullaro ya dijo que no será candidato a excepción que se lo pida el gobernador, pero no suena azaroso que después de la Fiesta de Colectividades haya puesto el acento en cuidacoches, pungas y mecheras, un clásico que hasta ahora el PRO explotaba hasta lo inverosímil.

La elegida

Por otra parte, esta semana se oficializará la precandidatura del socialismo para competir en la primaria contra Pablo Javkin. La síntesis, tras seis o siete nombres que circularon durante los últimos meses, tiene sus polémicas y “peros”.

En la última reunión de la Junta Ejecutiva provincial del Partido Socialista alrededor de dos tercios de los miembros definieron que haya un único candidato. Al día de hoy ese nombre es el de la concejala y ex secretaria de Economía Verónica Irízar.

Irízar, de 44 años, salvo un cambio radical de opiniones, será promovida como precandidata, dejando atrás a los secretarios Gustavo Leone y Leonardo Caruana, el senador Miguel Cappiello, el concejal Enrique Estévez o el director de Vialidad Pablo Seghezzo radica en que es la que cumple con más requisitos: perfil renovador, sub 45, militante del partido, luchadora, con experiencia de gestión, capacidad técnica demostrada en lo suyo y una proyección política que comenzó a mostrar en su paso por Economía y desplegó como concejala.

Portadora de la herencia del proyecto político (tema central para un partido que viene debatiendo la brecha entre la vieja guardia y las nuevas generaciones) al mismo tiempo juega en el target de los principales candidatos que disputarán la intendencia en 2019: Pablo Javkin tiene 47 años, Roberto Sukerman 43, Roy López Molina 33, Juan Monteverde 33. Hasta ahí en lo que se parece; lo que los otros no podrán igualar es que su sello distinto es ser la única mujer.

La nominación de la concejala se da con coincidencias en el nombre pero con diferencias sobre cómo transitar el camino hasta el cierre de listas a fines de febrero.

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Nadie se baja

Hay sectores de la vida interna del socialismo que acuerdan empujar a Irízar “pero sin bajar a nadie”. Suena contradictorio. Argumentan que falta mucho de aquí a fines de febrero y que no se puede jugar sin red si llegado el momento el o la elegida llegan en inferioridad de condiciones. Por lo tanto, proponen que los demás sigan en carrera, en principio no para disputar la intendencia pero sí el resto de las candidaturas que estarán en juego. “Nosotros creemos que estos meses con varios nombres circulando nos sirvió. Pocas fuerzas tienen esa disponibilidad de opciones”, explica el diputado provincial Joaquín Blanco.

Otra fuente consultada sostuvo que mantener varios aspirantes en juego permitiría incluso que llegado el caso dos socialistas compitan en la primaria contra Javkin. Argumentan que esa dualidad ofrecería un perfil joven, renovador, de género (ejemplo Verónica Irízar) para disputarle el favoritismo de ese electorado a Javkin y por otro lado un precandidato de la vieja guardia que represente la marca registrada del PS en la ciudad (podría ser Miguel Cappiello y, se insiste en hacer circular el nombre de Pablo Seghezzo, actual director de Vialidad provincial y hombre de máxima confianza de Lifschitz).

Una estrategia de este tipo para Rosario no parece tener apoyo mayoritario dentro del partido, entre otras cosas porque es más probable que la coexistencia de dos candidatos socialistas divida los votos y provoque “el efecto no deseado” de fortalecer a Javkin.

En cualquier caso, la contraindicación de mantener abierta la madeja es que debilite a la elegida, sobre la que estará siempre la sensación de que su elección no es definitiva o puede ser revisada ante el primer contratiempo.

Tiempo y decisión

Excepto el ex ministro de Salud y senador Miguel Cappiello, el resto de los nombres que circulan para precandidatos a intendente tienen bajo nivel de conocimiento. Todos requerirán un intenso trabajo de consolidación, asociación de imagen a los grandes referentes y a las gestiones socialistas de los últimos 28 años en la Municipalidad y 11 en la provincia.

La historia más reciente del PS verifica que largar con bajo nivel de conocimiento del candidato no es problema. “Siempre y cuando se trabaje con el tiempo y la decisión necesarias”, aclara un socialista con decenas de elecciones en su curriculum que desaconseja dilatar plazos y dispersar la oferta electoral.

Antonio Bonfatti a concejal en 2007, Lifschitz a intendente en 2003, Giustiniani a senador nacional en 2009, Bonfatti a gobernador en 2011 y Lifschitz a gobernador en 2015, son todos ejemplos que arrancaron de muy atrás en la preferencia de voto, con bajísimo nivel de conocimiento en algunos casos. A tal punto que en 2003 la pregunta más recurrente en la calle era cómo pronunciar el apellido Lifschitz.

Los que argumentan que no hay necesidad de bajar candidatos y que la decisiones definitivas se pueden llevar hasta la raya, a fines de febrero, afirman que la verdadera instalación del candidato se da durante la campaña y no antes. Argumentan que la candidatura de Fein en 2011 se definió sobre el cierre de listas.

Cabe aclarar una diferencia: cuando se definió su nombre, Fein ya había ganado una elección de concejales en 2001, había sido secretaría de Salud y luego fue presidenta de la bancada de diputados nacionales del socialismo.

Lo provincial

En el orden provincial, la candidatura a gobernador de Antonio Bonfatti es un hecho, pero como en Rosario, el gobernador prefiere estirar definiciones. Por el contrario pareciera más inclinado a meterle intriga a la interna partidaria y mostrar que tiene cartas alternativas, incluso insinuando que podría disponer un candidato propio para competirle.

Lifschitz ya dejó en claro su determinación a no ceder protagonismo cuando forzó el tratamiento legislativo de la reforma Constitucional. Perdió, pero consiguió que toda la política santafesina bailara al ritmo de su partitura.

Como todo gobernante encaminado a la puerta de salida, compite contra el tiempo de descuento y la incómoda certeza de que la atención de medios, funcionarios, sectores internos, aliados, futuros votantes y legisladores ya no le es exclusiva.

Bonfatti fue gobernador, se despidió del cargo con la friolera de 750 mil votos en las urnas y es el más conocido de todos los potenciales candidatos. Por lo tanto, el diferimiento de la oficialización de su nombre no representa el mismo problema que el de la candidatura a intendente en Rosario.

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En este caso subyacen otras intrigas. ¿Estira la cuerda Lifschitz para retener poder de negociación con Bonfatti a la hora de definir compañero de fórmula, lista de diputados, senadores y hasta el futuro gabinete? ¿O efectivamente está midiendo el terreno y si lo viera firme hacerle la interna con un delfín de su gestión? para que compita con el gobernador y listas de diputados provinciales, senadores e intendentes?

Nadie dejará de hacerse esas preguntas dentro y fuera del Frente Progresista mientras la posibilidad exista. La pregunta es si esta novela contribuye y potencia al oficialismo o si desgasta innecesariamente a Bonfatti.

En realidad lo mismo podría preguntarse, y se lo preguntaron muchos en 2015, cuando el entonces gobernador resolvió encabezar una lista de diputados provinciales que llevaba su impronta, que por un lado aseguró la mayoría propia en la Cámara de Diputados pero por el otro abrió interrogantes sobre la capacidad de maniobra legislativa que dispondría su sucesor en caso de salir electo como sucedió. Y entonces también circularon nombres de candidaturas alternativas al de Lifschitz hasta poco antes del cierre de listas, situación que el ahora gobernador vivió como un condicionante a su participación del armado electoral.