No estamos de acuerdo. El francés considerado por los mejores chef como el mejor carnicero del mundo, Yves Marie Le Bourdonnec, declaró como “el bife perfecto”, a un churrasco oriundo de un bodegón de España.

Para terminar de herir el orgullo argentino, Bourdonnec asegura además que nuestra carne se merece un lastimoso puesto ocho en un ránking de los diez mejores bifes del mundo.

¿Quién es este francés para decirnos que nuestro bife de chorizo no era tan bueno como creíamos? A la edad en que la mayoría de los niños no saben si serán astronautas o bomberos, el pequeño Ives decidió que él iba a ser carnicero. Tenía apenas 9 años y tan convencido estaba que hoy, a los 46, los más prestigiosos chefs lo consideran el mejor del mundo.

Fue por eso que el realizador Franck Ribiere decidió convertirlo en el protagonista de su documental, Steak R (evolution) en el que cuenta su peregrinaje alrededor del mundo en busca del bife perfecto. Un documental no apto para vegetarianos que ayer se presentó en el Bafici de Buenos Aires.

Durante dos años, Bourdonnec recorrió veinte países y probó churrascos en más de doscientos restaurantes. Pero de todos esos, Bourdonnec se quedó con el de la Bodega El Capricho. “No hay un bistec feliz sin vaca feliz”, dice su propietario, José Gordón.

Bourdennac integra el movimiento “I love Bidoche” que busca recuperar el corte artesanal de la carne y la alimentación con pasto contra los métodos industriales. Con algo de cinismo, pregona también el trato humanitario hacia las vacas que terminara achurando.

“La carne argentina es buenísima. No creo que se merezca un puesto ocho. ¡Hay que meterse con un ícono nacional que nos ha dado tantas satisfacciones!”, opina indignado el chef argentino Guillermo Calabrese, pero también reconoce que a diferencia de lo que ocurría décadas atrás, hoy la Argentina tiene competidores: “El mundo no se ha quedado dormido y ha evolucionado”.

En su carnicería de la rue Víctor Hugo, Bourdonnec ofrece sus piezas envasadas al vacío. Los clientes entran allí como quien busca una cartera de Louis Vutton. Cada trozo está cubierto por una costra negra, símbolo del punto perfecto de putrefacción, arte que Bourdonnec maneja a su antojo. Después de que los cocineros abandonaron sus cocinas para convertirse en estrellas de TV, Bourdonnec reclama ahora algo de ese estrellato. Al fin y al cabo, que sería del asado sin un carnicero amigo.