Para sustentar esta aseveración, los investigadores seleccionaron a usuarios de iPhone de entre 18 y 24 años, para someterlos a varias pruebas cognitivas con la presencia de su teléfono como variable.

Las pruebas consistieron en que los usuarios debían resolver un ejercicio de sopa de letras en un determinado periodo de tiempo, de modo de quien encontrase más palabras se llevaría una tarjeta de regalo. A esta tarea relativamente habitual le pusieron un elemento sorpresa: después de algunos minutos había que hacer una pausa y colocar los teléfonos en una esquina de la habitación.

¿Cuáles fueron los resultados?

Durante la primera mitad del test, las personas encontraron en promedio 9 palabras, mientras que en la ausencia de teléfonos, sólo encontraron 6 palabras. Los investigadores asocian ese ligero empeoramiento del resultado a la distracción ocasionada por la intranquilidad de no tener cerca el preciado celular.

Además se monitorearon los signos vitales de los voluntarios. Aquellos cuyo teléfono sonó durante la segunda fase del test —y que obviamente no pudieron revisarlo— tuvieron un aumento de tensión arterial. En el estudio se aclara que el test se hizo de manera individual, anulando la posibilidad de que hubiese un miedo a que el el dispositivo fuese robado u otros temores similares.

Russell Clayton, uno de los autores de este estudio, dijo a The Wall Street Journal que aunque hemos llegado a un punto en que los teléfonos inteligentes son una fuente de distracción, no se puede reducir la dependencia de manera tajante, pues debemos aceptar que el teléfono acompaña a todas partes, simplemente hay que usarlo de manera racional.