La iniciativa de los legisladores olimareños fracasó. Si bien el trámite permanece dentro de la comisión del Ministerio de Educación y Cultura que estudia estos casos, verbalmente los diputados fueron notificados que no será posible cumplir con su planteo.

Con sus 111 años, Jacinta integra el club mundial de los «supercentenarios», un reducido grupo de personas mayores de 110 años de edad. Se estima que hay entre 350 y 400 casos en todo el mundo pero hay apenas unos 50 certificados.

La mujer vive en una pequeña casa del barrio Piedras Blancas junto a dos de sus nueve hijos: Francisco, que tiene 72 años, y Víctor Hugo, que cumplió 80. Desde sus primeros años trabajó como empleada doméstica. Fue lavandera y trabajó como cocinera en una escuela durante muchos años.

No tiene derecho a percibir ninguno de los beneficios que le otorga el Estado a las personas mayores porque vive con uno de sus hijos que percibe una pensión de $14.000 como retirado militar.

Por ese motivo, el Banco de Previsión Social (BPS) no le puede otorgar una pensión a la vejez. «Es una reglamentación absurda. El Estado piensa que con $ 14.000 el jubilado vive bien y además puede mantener a su madre», aseveró Edgardo Mier, el diputado olimareño por el Partido Nacional que presentó la propuesta junto a su hermano y colega legislador del Frente Amplio, Sergio Mier.

Cuando eran niños ambos legisladores acompañaron a su madre, una maestra rural, a la escuela de Treinta y Tres donde doña Jacinta se ocupaba de la comida de los alumnos.

«Al parecer faltan elementos en la vida de doña Jacinta para concederle esa pensión graciable. En realidad, doña Jacinta no tiene otra medalla para colgarse que la de haber trabajado toda una vida al servicio de los niños y la escuela pública. Abundan los testimonios al respecto», aseveró el legislador.

La reglamentación dice que las pensiones graciables son a iniciativa del Poder Ejecutivo y para personas que hayan hecho servicios importantes al país.

Mier considera que el caso de doña Jacinta es «emblemático» y que es necesario modificar la reglamentación sobre las pensiones para las personas más ancianas del país. «Estamos revisando la reglamentación. Así como votamos pensiones para deportistas ilustres, cosa que estoy de acuerdo, creo que este es un caso de referencia», afirmó el diputado blanco.

Ahora queda esperar la formalidad de la denegatoria y solicitar una entrevista a la ministra María Julia Muñoz a fin de que se revea la decisión, según señaló el legislador.

Vitalidad.

En agosto pasado Jacinta recibió a El País. En una charla escueta, dijo que no tiene una receta para llegar a vivir tantos años. «Se hace como se puede, yo como de todo, nada me hace mal». Su hijo Francisco dijo que antes de dormir, pide un huevo frito.

La mujer aclaró que se siente bien de salud, aunque escucha poco. Es delgada, no usa anteojos, atiende el teléfono y lee sin problemas los textos sobreimpresos de la televisión. Siempre habla de su pago, Rincón de Gadea, en Treinta y Tres.

En el año 1989 falleció el marido de Jacinta, Claudio González. Un médico que atendía a la pareja contó a El País que el hombre esquiló hasta que cumplió 99 años.

Su longevidad provocó anécdotas pueblerinas. En Rincón de Gadea todavía se cuenta que en 1985 don Claudio le ganó una vaquillona a un vecino mediante una apuesta muy especial: ganaba si pasaba los 100 años. Cuando falleció tenía 103 años. Jacinta quedó sola en Rincón de Gadea y sus hijos resolvieron llevarla a Montevideo.

Doña Jacinta, una hija de la guerra saravista

Cuando Juan Francisco Silva se sumó al ejército revolucionario del general Aparicio Saravia, su esposa estaba embarazada. Era el año 1904 y la guerra precisaba de todos los hombres de la campaña. Salió de la quinta sección de Treinta y Tres, cerca del arroyo Avestruz Grande. Jacinta nació el 15 de mayo de 1904. Tras la batalla de Masoller, librada el 1° de septiembre, donde murió Saravia, Silva volvió a su hogar y encontró que ya había nacido su pequeña hija, María Jacinta. La inscribió como María. Jacinta la llamó la familia.