Las tecnologías para clasificar los pensamientos, emociones e intenciones de sus usuarios a través de implantes comienzan a ser cuestionadas por científicos que alertan sobre los dilemas éticos que acarrea la «lectura» de la actividad cerebral.

La revista Science se hizo eco del debate que existe entre investigadores que trabajan interfaces cerebro-computadora, quienes piden «no menospreciar» el impacto social de la decodificación y uso de algunas señales cerebrales.

«Debemos tener mucho cuidado cuando consideremos las consecuencias de vivir junto a máquinas semiinteligentes controladas por el cerebro, y tenemos que estar listos con mecanismos para garantizar su uso seguro y ético», dijo el director del Centro Wyss de Biología y neuroingeniería de Ginebra, John Donoghue.

En este sentido, la publicación en ciberseguridad de la empresa Kaspersky se pregunta quién sería responsable de un accidente que involucre el uso de estos implantes cerebrales que, en un futuro, servirán para conectar el cerebro con prótesis físicas.

«¿La culpa sería del fabricante? ¿De la persona que usa el implante? ¿Del implante en sí?¿De nadie?», cuestionan.

Tal como sucedía en la saga de comics del Hombre Araña con el «Doctor Octopus», el temor de los científicos es que los implantes no respondan a las órdenes del organismo y sean ellos los que terminen colonizando y controlando el sistema nervioso.

Una de las propuestas es que los sistemas incluyan algún método para abortar las operaciones del dispositivo en caso de emergencia.

De este modo, si hubiese algún tipo de descontrol o urgencia, el usuario podría cancelar la actividad del implante de forma inmediata.

«Esta podría ser una herramienta útil al combinarla con algunas soluciones a vulnerabilidades en la interacción entre el cerebro y el dispositivo», dice el informe publicado en Science.