Los ciberataques de la familia de los ransomware, aquellos que «secuestran» archivos de una computadora y piden un rescate monetario para liberarlos, causaron durante 2017 en el mundo un impacto cinco veces mayor que en el año anterior, estimado en 5.000 millones de dólares.

Su gran exponente fue WannaCry que el pasado año infectó a más de 200.000 equipos y generó gastos valuados en más de 2.000 millones de dólares.

Según el informe de la consultora CyberSecurity Ventures se puede esperar que los costosos ataques como WannaCry o NotPetya lleguen, en 2019, a más de 11.500 millones de dólares.

Esos costos sólo se refieren al «rescate» que han pagado los dueños de los archivos, pero no tienen en cuenta los daños económicos causados por la inactividad empresarial y las caídas de productividad asociadas a la afectación de sistemas de administración o infraestructuras críticas.

Al respecto, la consultora G Data señaló que estos ataques se centraron claramente en las industrias donde la información cifrada resultaba «vital para la viabilidad de los negocios».

Si bien los atacantes prometen liberar los archivos una vez que se abona cierta cantidad de dinero en criptomonedas, en algunos casos la infección significó la inutilización definitiva de la información.