Por Belén Carruba1

La Unión Europea (UE) es testigo de una de las mayores crisis que le tocó enfrentar desde su fundación en 1993. Si bien es el ejemplo más acabado de integración regional a nivel mundial, ha tenido un devenir turbulento marcado por  diversas crisis que la afectaron a lo largo de sus casi tres décadas de funcionamiento.

La Real Academia Española define al término “Crisis” como: ´Cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados´1. Nos valemos de esta precisión para delinear un breve recorrido por las tres grandes crisis históricas que se produjeron en el bloque europeo y la cuarta desatada por la pandemia actual.

La primera de ellas, fue la crisis de la zona Euro en el año 2010 que puso en jaque a los organismos económicos-financieros y al sistema bancario en general, desatando una crisis de deuda soberana sin precedentes. La misma comenzó con un aumento importante de la deuda pública y privada.

A este factor se suma el estallido de la burbuja en el precio de los activos inmobiliarios, que puso en riesgo la estructura económica de la eurozona. La unión monetaria, comenzó a mostrar falencias como la falta de una integración en asuntos fiscales.

La segunda de ellas, fue la crisis migratoria que comenzó en el 2015, debido a la llegada masiva de refugiados, asilados y desplazados de regiones en conflicto como  Medio Oriente, África, los Balcanes Occidentales y el sur de Asia. La misma fue conocida como la mayor crisis humanitaria y migratoria en Europa, posterior a la de la Segunda Guerra Mundial.  Al interior del bloque hubo posturas contradictorias, países que decidieron acoger y reubicar a los migrantes y a quellos que no solo cerraron sus accesos, sino que securitizaron completamente sus fronteras.

El conflicto migratorio, sumados a otros factores de mayor peso como por ejemplo el euroescepticismo, se vinculan con la tercera crisis política que se da al interior de la UE.

El abandono por parte de Reino Unido de su condición de Estado Miembro, luego de 47 años de una relación marcada por encuentros y desencuentros constantes entre Londres y Bruselas. Las negociaciones y renegociaciones del acuerdo fueron arduas y muy extensas. Sin embargo la salida se hizo efectiva el 30 de Enero de este año.

Hoy presenciamos  la cuarta crisis del bloque. La crisis sanitaria que desató la pandemia de enfermedad por Coronavirus que comenzó a finales del 2019 y cuyo fin es casi imposible precisar. Su llegada al ´viejo continente´ con un primer caso importado de Hubei, provincia de China donde comenzó el brote, trajo aparejado el aumento en las cifras de contagios y el temor generalizado en la población. Mientras tanto las autoridades europeas observaban sorprendidas, impotentes e incrédulas, un enemigo invisible e importado que ponía en dudas su capacidad de respuesta y de acción conjunta.

Las autoridades nacionales, subnacionales y supranacionales, entre ellas la Comisión Europea, se creyeron inmunes al ´invasor´, como si una especie de línea geográfica imaginaria, al estilo de la línea Maginot de la Segunda Guerra Mundial los separara y defendiera del peligro inminente. Jamás creyeron que se iba a adentrar en el corazón mismo del continente una peste que recordaría a la más devastadora de la humanidad, la Peste Negra que azotó a Eurasia durante el siglo XIV.

Debilidad europea y medidas de emergencia

Los desafíos que tiene Europa hoy son múltiples y diversos. Tres son los factores que explican el avance del virus en la región: el envejeciendo de la población en la UE, la tardía respuesta de los actores políticos frente al avance de la pandemia y la ausencia de un “paquete económico”.

En primer lugar, el alto grado de envejecimiento que presenta su población, propias de sociedades con un elevado índice de calidad de vida, y un aumento de la esperanza de vida. El informe realizado por el Banco Mundial2 del año 2017 muestra que los Países de la Unión Europea son los que tiene mayor esperanza de vida, seguido por América del Norte y los países de la OCDE. Las defunciones en Italia y España suman al día de la fecha un 44% de los muertos globales por COVID-19. Según los expertos, a factores como la longevidad se agrega el factor ineludible de que el virus afecta con mayor virulencia a las personas mayores de 60 años.

Por otro lado, la lentitud manifiesta en los mecanismos de toma de decisiones en el ámbito de políticas en salud, higiene y sanidad. La toma de medidas en conjunto de la Comisión Europea (CE) se activó recién a mediados del mes de Marzo, cuando ya se conocían más de  63.000 contagiados y 2.900 defunciones, según las cifras del Departamento Nacional de Seguridad del Gobierno de España3.

Sin más, la CE convocó una reunión del grupo de expertos, conformada por epidemiólogos y virólogos, cuyo objetivo era delinear y coordinar las directrices para la gestión de riesgos. Entre las medidas adoptadas se encuentran: la coordinación conjunta en repatriaciones, las restricciones o cierres totales en fronteras intracomunitarias, como así también asegurar suministros de equipos médicos, y se vaticinó una posible ayuda financiera y desembolso directo de fondos.

Asimismo, el último punto fue de los más conflictivos. Sumándose el debate sobre un paquete para mitigar los efectos económicos derivados de la crisis sanitaria actual. Consecuencia del desaceleramiento económico y consiguiente caía del PBI que están evidenciando países como Alemania y Francia, y la falta de instrumentos financieros que ayudarían a palear la situación crítica de las economías europeas más golpeadas por el virus. Igualmente queda aún por definir la letra chica que adoptará el Fondo para la Recuperación Económica previsto para el escenario europeo post-pandemia. Una especie de Plan Marshall que permita reactivar paulatinamente el nivel de consumo y la actividad económica ralentizada por una ´economía de guerra´. Cuyas características fueron asegurar la producción de alimentos para mantener un autoabastecimiento de productos básicos y esenciales, y un fuerte control por parte del Estado de la economía nacional.

En este punto surgen varios interrogantes: ¿En situaciones de crisis como la actual son mayores los costos qué los beneficios a la hora de coordinar políticas conjuntas por fuera de la voluntad soberana de los Estados? ¿Cuáles son las ventajas reales de ceder soberanía en momentos de altos riesgos? Las respuestas son muchas y las soluciones son contradictorias, pero si de algo estamos seguros es que nuevamente la supranacionalidad se ve cuestionada.

 

1. Estudiante avanzada de la Lic. en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Miembro del programa Café Internacional.

2.  Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Madrid, España.

3. Fuente: Banco Mundial. “Esperanza de vida al nacer (2017)”. https://datos.bancomundial.org/indicador/SP.DYN.LE00.IN?name_desc=false Consultado 8 de abril del 2020.

4. “Coronavirus (COVID-19) – 17 de marzo 2020”. Sitio oficial del Departamento de Seguridad Nacional. Gobierno de España. https://www.dsn.gob.es/es/actualidad/sala-prensa/coronavirus-covid-19-17-marzo-2020 Consultado el 8 de abril del 2020.