Por quinto año consecutivo, el Deutsche Bank tuvo perdidas. En esta oportunidad, por €5.700 millones (u$s6.300 millones), mucho más de lo que preveían las expectativas de la entidad.

Las causas de esta perdida son varias: entre ellas se pueden enumerar los escándalos derivados por malas prácticas financieras; el intento fallido de competir con los pesos pesados de Wall Street y, más cercano en el tiempo, la frustrada fusión con el Commerzbank, que han hecho del mayor banco de Alemania una institución que -más de una década después de la crisis financiera mundial- no ha podido salir de la fase de recuperación.

Las salidas intentadas por el gigante bancario no han sido pocas. El último proceso encarado por el director Christian Sewing contempla un plan de €7.400 millones para recortar 18.000 puestos de trabajo, reducir el tamaño de su banca de inversión y centrarse en la banca corporativa y privada.

Aún así, los intentos de Sewing se toparon con una economía global convulsionada y las tasas de interés ultrabajas de la zona euro, obstaculizando los esfuerzos del banco alemán.

Sin embargo, la pérdida de €1.600 millones en el cuarto trimestre sorprendió a todos los analistas. Los mismos esperaban este tipo de tendencia, pero no con una profundización de tal magnitud. Sus previsiones apuntaban a una perdida de €1.000 millones, lo que llevó a que el resultado de todo el año no cumpliera las expectativas de una pérdida de €5.000 millones.

La década ya tiene un balance signado para el Deutsche marcado por las turbulencias en su actividad. La pérdida acumulada de €15.000 millones en los últimos cinco años y una caída del 82% en las acciones, no dejan lugar a discusión.