Turquía anunció hoy la reestructuración del mando supremo de sus Fuerzas Armadas en manos de civiles que se someterán a las decisiones del gobierno, en un intento por recuperar el pleno control tras el fallido golpe militar del 15 de julio, mientras analiza cambios fuertes en los servicios de inteligencia y apresa a once soldados golpistas.

Cuando esta mañana el primer ministro turco, Binali Yildirim, declaraba por la cadena CNNTürk los alcances de esta medida que somete al Consejo Supremo Militar (YAS) a una amplia mayoría de civiles, la policía arrestaba cerca de la costa egea a once soldados del comando que asaltó el hotel en el que se encontraba el presidente del país, Recep Tayyip Erdogan, durante la asonada.

Los cambios en la cúpula militar -con once cargos civiles y cuatro militares- permitirán que tanto el presidente como el primer ministro puedan dar directamente órdenes a los comandantes de las fuerzas, además se simplifica el sistema de promoción y ahora un sargento puede ser nombrado general.

Los servicios de inteligencia también están en la mira del gobierno, tras el intento golpista. Esta mañana, de hecho, lo sugirió en rueda de prensa el primer viceministro, Numan Kurtulmus: «La reestructuración de los servicios de inteligencia está en la agenda como lo estuvo la de las fuerzas armadas».

Y si bien Erdogan quiere tener ambos cuerpos -militares e inteligencia- bajo su estricta órbita presidencialista, esto requeriría una reforma constitucional, ya que necesitaría el apoyo de la oposición para que control no sólo sea del gobierno, sino de la presidencia.

Las medidas llegan tras una purga masiva de 3.000 soldados. Ayer, incluso, cerraron todas las academias militares del país gracias a un decreto de emergencia que también le otorga al Ejecutivo la posibilidad de crear una Universidad de Defensa Nacional para la formación de oficiales, con un rector nombrado por el propia presidente, consignó la agencia de noticias EFE.

Mientras las estructuras se reacomodan bajo el yugo del Ejecutivo, la policía turca sigue en la pesquisa de golpistas en todo el territorio.

Hoy, once militares fueron arrestados tras una operación en la costa egea, en un bosque a unos 20 kilómetros al noreste de Marmaris, la localidad turística costera en la que veraneaba Erdogan cuando se produjo el golpe, situada en la provincia de Mugla.

Fue un vecino el que alertó a la gendarmería cuando este grupo de militares salían a cazar jabalíes.

Rápidamente se desplegó una intensa operación con helicópteros y cámaras térmicas para arrestar a los hombres que, presuntamente, asaltaron un hotel de Marmaris para detener o incluso asesinar a Erdogan, que había abandonado el lugar «15 minutos antes», según sus propias palabras, o una hora y media antes, según recuentos de la prensa.

Nueve de los once hombres se entregaron en un primer momento y dos fueron localizados más tarde y de acuerdo al gobernador de Mugla, Amir Çiçek, queda por encontrar a uno.

Robustecido de poder, Erdogan mandó hoy a citar a un alto diplomático alemán por vetar ayer la transmisión de su mensaje por videoconferencia a los cerca de 20.000 miembros de la diáspora turca que salieron a las calles de Colonia, en Alemania, para apoyarlo.

Fue la propia Corte Constitucional alemana la que prohibió la transmisión de Erdogan y de cualquier otro funcionario extranjero durante esa protesta, una decisión que desató la ira de Ankara contra Berlín, en un nuevo round diplomático que viene zigzagueando desde la firma del pacto de asilo a refugiados que permite deportaciones masivas a Turquía.

Desde la gobierno alemán consideraron ese proceder «habitual» e indicaron que «Turquía es un importante y gran socio. Las relaciones bilaterales son profundas y estrechas. Hay fases en que éstas pueden cojear, pero confiamos en que se superará esta situación», dijo el vocero del ministerio de Relaciones Exteriores, Martin Schafer.

Según publicó la agencia semioficial turca Anadolu, Robert Dolger, el segundo de la delegación germana, fue citado porque el embajador, Martin Erdmann, está fuera de la ciudad y será él quien escuche el descontento turco.

Ayer en plena efervescencia política, el vocero presidencial, Ibrahim Kalin, tildó de «inaceptable» el veto a Erdogan y de «violación de la libertad de expresión y del derecho a asamblea», lo que consideró un «esfuerzo legal de bloquear un evento a favor de la democracia».

Sin embargo, Berlín hoy edulcoró la tensión y Schafer sostuvo que el hecho de que haya sido «convocado» o «invitado» para «explicar» una situación determinada forma parte de las «prácticas regulares» a escala diplomática y es algo que «ocurre con relativa normalidad».

De acuerdo con el censo de 2011, hay al menos tres millones de personas de origen turco en Alemania y conforman el 22,1% de la población extranjera en ese país, lo que supone que los grandes acontecimientos políticos turcos tengan eco en Alemania.

Por otra parte, es uno de los países europeos donde hay muchos seguidores del teólogo islámico Fethullah Gülen, señalado por Turquía como ejecutor del fallido golpe, pero también ambos países, tradicionalmente aliados, profundizaron su grieta desde que el Parlamento alemán reconoció en junio pasado el genocidio armenio como tal.