El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo hoy no querer interferir en la investigación sobre si Rusia lo ayudó a ganar las elecciones, pero agregó que podría cambiar de opinión, en medio de especulaciones de que tiene intención de despedir al fiscal especial del Rusiagate.

En una llamada telefónica al canal de noticias Fox, uno de los más afines al presidente, Trump dijo que la investigación del fiscal Robert Mueller es «una vergüenza» y volvió a criticar duramente al FBI por haber allanado propiedades de su abogado Michael Cohen y de su ex jefe de campaña, Paul Manafort.

«Estoy muy decepcionado de mi Departamento de Justicia. Pero debido al hecho de que la investigación continúa, y creo que entenderán esto, he decidido que no quiero involucrarme», dijo.

Sin embargo, acotó: «Podría cambiar de opinión en algún momento, porque lo que está sucediendo es una vergüenza».

Los comentarios del mandatario llegaron justo el día en que la Comisión de Asuntos Judiciales del Senado tiene previsto votar un proyecto de ley que busca proteger a Mueller y a la investigación de una posible interferencia de Trump.

Cohen enfrenta una investigación penal en Nueva York por transacciones comerciales no especificadas. Manafort, por su parte, ha sido acusado de presunta conspiración y lavado de activos.

Trump volvió a calificar la investigación del Rusiagate de «caza de brujas» e insistió en que no hubo «ninguna confabulación» con Rusia para perjudicar y vencer a su rival demócrata, Hillary Clinton, en los comicios de noviembre de 2016.

El proyecto para blindar a Mueller, que investiga potenciales vínculos entre el Kremlin y la campaña de Trump, así como si el presidente incurrió en obstrucción de la Justicia, fue presentado por dos legisladores republicanos y dos demócratas.

La ley da al fiscal especial la posibilidad de recibir una «revisión judicial acelerada» dentro de los 10 días posteriores a su eventual despido para determinar si fue éste fue justificado.

Además, el proyecto convierte en ley una regulación ya existente del Departamento de Justicia según la cual un fiscal especial debe ser despedido por una causa justificada.

Se trata de un movimiento singular, ya que algunos republicanos han estado reticentes a la medida para no contrariar a Trump, pero el incremento de su retórica contra el fiscal especial en los últimos días está elevando la preocupación en el Congreso.

Muchos congresistas de ambos partidos consideran que si Trump despide a Mueller el país podría entrar en una profunda crisis institucional, ya que podría ser leído como asunción de culpabilidad del multimillonario respecto a su vinculación con Moscú por no permitir finalizar al fiscal sus pesquisas.

Además, y después de haber despedido al ex director del FBI James Comey y de haber forzado la renuncia de su subdirector, Andrew McCabe, arremetiendo contra la inteligencia estadounidense, cruzaría una peligrosa línea al interferir de nuevo en la independencia judicial.

El mandatario estadounidense ha criticado en numerosas ocasiones a su fiscal general, Jeff Sessions, por haberse inhibido de la investigación sobre los presuntos vínculos entre Moscú y su campaña, lo cual propició el nombramiento de Mueller.

Asimismo, ha expresado sus dudas acerca de Rod Rosenstein, fiscal general adjunto y que supervisa la investigación que encabeza Mueller.

La oposición demócrata ha advertido que un despido del fiscal por parte de Trump podría abrir la puerta a una acusación de obstrucción a la justicia.

El presidente estadounidense ha rechazado cualquier conspiración con Rusia, aunque las agencias de inteligencia de Estados Unidos concluyó que hay pruebas de que Moscú interfirió en las elecciones.