Un día después de que su estrategia para el Brexit sufriera un golpe letal en el Parlamento, el primer ministro británico, Boris Johnson, sufrió este miércoles otras dos derrotas, primero con la media sanción a un veto a una salida de la Unión Europea (UE) sin acuerdo y, segundo, con el rechazo a su llamado a elecciones anticipadas.

Al cierre de una nueva jornada parlamentaria marcada por la tensión, las agresiones y las amenazas, no estaba claro cuál será el próximo paso del primer ministro, quien ratificó que no pedirá una prórroga a la UE y que el país abandonará el bloque regional, como lo decidió la sociedad en el referéndum de 2016.

Sin embargo, si la Cámara de los Lores aprueba el veto a un Brexit sin acuerdo este viernes -antes que comience la suspensión de la semana próxima ordenada por Johnson y ratificada por la Reina-, el país se enfrentará a una crisis institucional ya que otra ley británica establece que la salida de la UE debe concretarse el 31 de octubre.

Hoy en los debates en la Cámara de los Comunes, diferentes líderes de la oposición acusaron al premier de no tener una estrategia para abandonar la UE de manera ordenada ni un boceto de acuerdo para presentar y negociar con los países miembros del bloque.

Por eso la oposición, con el apoyo de 21 diputados oficialistas -que hoy fueron expulsados del Partido Conservador-, dio media sanción al veto a un Brexit sin acuerdo con la UE y ratificó que la cámara baja sigue sin apoyar una salida desordenada del bloque europeo, que expertos han advertido podría provocar inflación, desabastecimiento y una fuerte caída del PBI.

Ni bien terminó la votación y como había prometido ayer, el premier se levantó y lanzó su plan B: pidió adelantar las elecciones programadas para el 15 de octubre.

El premier explicó que los británicos debían decidir en las urnas quién será el jefe de gobierno que negocie la recta final del Brexit en la cumbre de líderes de los países miembros de la UE del 17 de octubre.

Pero ese plan B requería de una mayoría especial, que solo era posible si la principal fuerza de la oposición, el Laborismo, ponía sus votos.

Otra vez, estalló un debate encendido y polarizado, y finalmente el líder del Laborismo, Jeremy Corbyn, dio la orden a su bancada de abstenerse.

La votación terminó con 298 a favor contra 56 en contra, pero la moción del premier quedó lejos de la mayoría especial de 434 votos que necesitaba para modificar el cronograma electoral.

«El líder laborista Jeremy Corbyn apoyará una moción para convocar a una elección general ni bien el proyecto para detener un No Acuerdo se convierta en ley», explicó esa fuerza socialdemócrata en un comunicado, citado por el diario local The Guardian.

Los Liberales Demócratas, en cambio, pusieron una condición más dura.

«No apoyaremos una elección hasta que el artículo 50 haya sido extendido», aseguró el líder del partido, Jo Swinson, según la BBC, haciendo referencia al artículo que establece la fecha de salida de la UE -el 31 de octubre- y el punto que el primer ministro se niega tajantemente a modificar.

Johnson asumió hace poco más de un mes, luego de que su antecesora y correligionaria, Theresa May, no lograra conseguir que el Parlamento aprobara el acuerdo que había negociado y firmado con la UE.

El nuevo premier se negó a seguir la estrategia de su antecesora, de pedir prórrogas e intentar alcanzar un balance entre las heterogéneas expectativas del Parlamento británico y las de los países miembros de la UE.

Por eso, desde el primer día, prometió sacar a Reino Unido de la UE «con o sin acuerdo» y nunca presentó un plan claro ni un boceto de acuerdo concreto para avanzar en las negociaciones con Bruselas.

El malestar de los diputados se convirtió en indignación y rechazo la semana pasada cuando el premier ordenó la suspensión del Parlamento entre la semana próxima y el 14 de octubre, lo que supone que los diputados recién volverán a sesionar con la fecha del Brexit casi encima.

La apuesta no le salió bien.

Su avanzada unió a la oposición, quebró la bancada oficialista y le costó tres duras derrotas parlamentarias consecutivas en 24 horas que profundizaron la crisis institucional del país y, posiblemente, lo encerraron en un callejón sin salida.

Después de la ardua jornada, no está claro cuál será el próximo paso del gobierno británico, con apenas ocho semanas para redefinir su estrategia antes de que el país se enfrente a un conflicto entre dos leyes: por un lado, el veto a un Brexit sin acuerdo y, por otro, la salida del bloque el 31 de octubre.