Por Sunghee Hwang.

Cuando huyó para escapar del avance de las tropas norcoreanas, Kim Kwang-ho estaba tan convencido de que regresaría rápidamente que apenas se despidió con un «hasta pronto» de su hermano. El lunes volverá a verlo, por primera vez en 68 años.

Kim, de 81 años, forma parte del grupo de surcoreanos sorteados para ir la semana próxima a la estación norcoreana del monte Kumgang para una nueva serie reuniones de familias coreanas separadas por la guerra (1950-53).

Millones de coreanos fueron desplazados durante este conflicto, que produjo la división en la península. Desde entonces, las comunicaciones civiles entre Norte y Sur -dos zonas técnicamente en guerra- están prohibidas.

Desde 2000, los dos gobiernos han organizado 20 series de reuniones de familias divididas, generalmente al calor de mejoras puntuales en las relaciones bilaterales. Pero, 65 años después del armisticio, los supervivientes tienen el tiempo contado.

Unos 130.000 surcoreanos presentaron inicialmente sus candidaturas para estas reuniones. La inmensa mayoría de ellos han muerto y los demás tienen más de 80 años. El mayor cumplió 101 años.

Los casos de familiares muy cercanos aún separados, como el de Kim y su hermano, son cada vez más raros.

Algunos de los que fueron sorteados para la reunión de este año -la primera en tres años- desistieron asistir al saber que su padre, su madre, su hermano o hermana del otro lado de la frontera habían muerto, y que solamente se reunirían con familiares alejados que jamás habían visto.

Ni una foto de familia 

«Estaba tan feliz de saber que mi hermano está vivo», asegura Kim. Pero sus recuerdos son confusos.

Su padre decidió huir en dirección del Sur a fines de 1950 con sus cuatro hijos mayores, cuando los rumores anunciaban la llegada de tropas norcoreanas a su pueblo del condado de Myongchon, en el extremo norte.

Kim tenía 13 años, y su hermano Kwang Il, nueve. «Pensamos que nos íbamos por tres días, a lo sumo una semana, y por eso las mujeres y los niños más pequeños se quedaron para cuidar de la casa» explica.

Al irse, no se llevaron nada, o casi, y ni siquiera una foto de familia. Recorrieron centenares de kilómetros en pleno invierno, a veces en automóvil, en un éxodo de varias semanas acompañando el repliegue de la fuerza de Naciones Unidas dirigida por Estados Unidos.

Al final, se hallaron entre los 100.000 refugiados de Hungnam, en una de las mayores operaciones militares norteamericanas de evacuación de civiles de la historia, y que permitió además huir a los padres del actual presidente surcoreano Moon Jae-in.

«Cuando subí al barco, me di cuenta de que ya no podría regresar» recuerda Kim.

Siete décadas después, el dolor de la separación sigue siendo igualmente intenso. Y el anciano lamenta la dificultad que tiene en rememorar los rostros del pasado.

Los refugiados han rehecho su vida en el sur. El propio Kim ha enseñado medicina, pero su padre y sus hermanos y hermanas, ahora todos fallecidos, siempre evitaron hablar de quienes se quedaron en el Norte.

Foto: AFP