El gobierno de Rusia, el tercer productor mundial de petróleo, comunicó que en marzo recortó su producción en cerca de 700.000 barriles al día, como respuesta a las sanciones occidentales por la invasión que ejerce en Ucrania.

El Kremlin anticipó en febrero pasado que recortaría su producción en 500.000 barriles diarios desde marzo y hasta diciembre -un equivalente al 5% de su producción- luego de que el G7 y la Unión Europea impusieran un techo al precio de compra de su petróleo.

De esta forma, el recorte efectivo fue un 40% mayor al anunciado originalmente.

Según Rusia, la reducción se haría en base a la producción de febrero, cuyas estimaciones de mercado la ubicaban en 10,1 millones de barriles diarios.

Sin embargo, es incierta la cantidad de petróleo que Rusia realmente produce, pues estas cifras son inconsistentes con sus datos de exportaciones marítimas y de envíos a sus refinerías domésticas.

Esto se ve reforzado por el hecho de que el país decidió el año pasado volver confidenciales sus datos energéticos, dada su naturaleza «sensible», lo cual dificulta saber cuál es la magnitud del recorte en la producción, más allá de los trascendidos de funcionarios.

De ser efectiva la reducción de la producción de Rusia, le agregaría mayor presión a un mercado cuyos valores de referencia ya se vieron impactados esta semana, tras el anuncio de los países miembro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados (OPEP+) de reducir su producción en 1,16 millones de barriles diarios.

Este recorte comunicado por el cártel petrolero -que llevó el precio del barril de valores cercanos a los US$ 70 a superar los US$ 80- se suma al previamente anunciado de dos millones de barriles diarios que está vigente hasta fines de este año.

La idea de los países productores es elevar el precio del barril, tras ubicarse en mínimos de 15 meses.

No obstante, los analistas se encuentran divididos: algunos creen que esta decisión podría motivar a que el barril vuelva a los US$ 100, mientras que otros dudan que esto suceda en tiempos de desaceleración económica global y, por ende, con una demanda en retroceso.